De esquís y esvásticas
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Cuentan las crónicas que el 6 de febrero de 1936 nevaba copiosamente en Garmisch-Partenkirchen, un pequeño pueblo de la montaña bávara, cerca de la frontera con Austria, mientras una multitud asistía fascinada a la inauguración de los IV Juegos Olímpicos de Invierno, que estaban presididos por lo más granado de la jerarquía nazi.