SEGUNDA PARTE
Hace unos días hablábamos con Albert Vicent, CEO de la tienda de ropa de esquí Söll, sobre las nuevas tendencias en el mundo de la moda y la ropa técnica de esquí y montaña. En una primera parte de este reportaje en profundidad, hablábamos de la necesidad de trabajar con nuevas directrices, buscando un modelo que sea respetuoso con los trabajadores y el medio, que opte por la calidad y la durabilidad y utilice materiales más ecológicos. Ahora llega la segunda parte, y la gran pregunta que flota en el ambiente es ¿que podemos hacer para que este modelo sea atractivo para los consumidores?, dado que implica un precio más alto –aunque a la larga sea más barato porque dura más–, y menos novedad a la hora de vestir. Varios medios (incluidos La Vanguardia o Vogue entre muchos más) se están haciendo eco del tema y poco a poco, somos más los que deseamos apostar por lo que se conoce dentro del sector como "Slow-Fashion".
En el 2007 se abrió un camino alternativo en el mundo de la moda gracias a la creación del concepto Slow Fashion por la activista, escritora y emprendedora inglesa Kate Fletcher, gran amante de la naturaleza que desarrollo el concepto que hoy muchas marcas, comunicadores y periodistas defienden dentro del sector.
Tal y como comentamos, hemos podido leer en varios medios de comunicación generalistas, una serie de opiniones muy interesantes sobre el slow-fashion, llegando a la conclusión que, tradicionalmente, el sector de la moda se regía por dos colecciones anuales: la de primavera-verano y la de otoño-invierno, y se hacía ropa de calidad que nos durara varios años.
Según informa la revista Vogue:
- "El slow fashion es la manera de pensar, hacer y consumir la moda de manera consiente e intencionada, fomentando el cuidado de los procesos de producción, buscando asegurar la calidad de cada producto creado para que sean perdurables y sostenibles a lo largo del tiempo. La moda lenta propone una desaceleración, un respiro ante la excesiva producción y el consumo desmedido instalados por el fast fashion, aquellos que llevaron a que la industria de la moda sea la segunda más contaminante del planeta. Bajo esta mirada, el tiempo que cada proceso necesita es sumamente valorado, permitiendo que cada integrante de la cadena de valor pueda realizar su actividad desde una mirada ética y responsable, considerando tanto el impacto sobre el medio ambiente como el impacto humano generados".
La prensa internacional destacó en su momento que: - "El modelo del slow-fashion no gustaba a profesionales del sector como Amancio Ortega, el fundador, junto a su esposa, la modista Rosalía Mera, del imperio gallego de la moda Inditex, pioneros del fast-fashion, la antítesis del slow-fashion"... Según parece, el empresario consideraba que la ropa era demasiado cara y había que abaratarla. Hace unas décadas empezó a desarrollar, junto con más empresas del sector por todo el mundo, el modelo que más tarde se conocería con el nombre de moda presta (fast fashion en inglés).
Este modelo está basado en presentar nuevas colecciones continuamente, casi cada quince días. Se analizan en todo momento qué modelos tienen éxito, y entonces se realizan variaciones. Siempre teniendo en cuenta que venderlos con el precio más bajo posible. Esto hace que los consumidores, cuando ven una prenda que les gusta, tengan la necesidad de comprarla inmediatamente, dado que es posible que pocos días después se haya agotado y no se vuelva a hacer, pues las colecciones son efímeras. No deja de ser una opinión y un ejemplo en concreto. Diseñadores como Paul Smith tienen otra visión más cercana al slow-fashion, y dentro del mundo del esquí, se está empezando a trabajar de un modo mucho más sostenible, algo que se agradece, pues la moda en los deportes de montaña y esquí mueve muchísimo dinero (y muchísimas toneladas de ropa) cada año.
Lo que es una realidad plausible es que este modelo en concreto, ha bajado considerablemente el coste de comprar ropa y ha hecho que lucimos ropa nueva con mucha más asiduidad. Pero es muy perjudicial. La búsqueda de un precio bajo cueste lo que cueste ha hecho que el grueso de la producción textil se haya desplazado a países con una mano de obra muy barata, como Bangladeix y China, con fábricas que a menudo han sido acusadas de promover la explotación laboral, incluso el esclavismo. Nuestro país, especialmente Cataluña, con una larga tradición histórica de producción textil, (Sabadell es un ejemplo, por algo Söll nació allí), fue uno de los principales afectados por este cambio de modelo: la fabricación local desapareció casi por completo.
Desde hace mucho tiempo, el sector de la moda ha sido y está siendo criticado por su carencia de compromiso en la lucha contra el cambio climático, teniendo en cuenta que es uno de los grandes actores que deberían tomar acciones seriamente, con la. intención de aportar su granito de arena a un problema que puede ir a mas si nadie actúa. En las últimas cumbres climáticas, como la COP de Dubai, el tema ha sido infrarrepresentado e infravalorado, pues se han envía pocos participantes que tengan que ver con el sector, demostrando muy a nuestro pesar que llegar a compromisos para transformarse no es una de sus prioridades, tal y como sí lo es para unos otros sectores. Sin embargo, empieza a estar en el punto de mira ambiental y hay expertos que reclaman cada vez más con más insistencia en que se descarbonice.
Empiezan a darse los primeros pasos, pero no por la conciencia ecológica. Tal y como veíamos, es un sector que busca el bajo coste por encima de todo. Y hoy en día las energías renovables tienen ya un coste inferior incluso al carbón. Es previsible que las fábricas textiles empiecen a acelerar la transición energética. Así, los gigantes H&M y Bestseller han unido fuerzas para invertir cien millones en Bangladeix para realizar el primer proyecto de eólica marina del país, de 500 MW de potencia. El sector necesita electrificarse, lo que también implica mejorar la infraestructura eléctrica del país, lo que no será inmediato. China, por su parte, adopta demasiado las energías renovables, pero todavía tiene muchas centrales de carbón. Y esto lleva a un segundo inconveniente que no facilita la descarbonización del sector de la moda: la falta de transparencia y colaboración entre las marcas, generalmente con sedes en Occidente, y los fabricantes, en países en desarrollo.
Un cambio a la vista en la UE
Las autoridades europeas son conscientes de esa problemática. La Comisión Europea presentó en marzo de 2022 una nueva estrategia para favorecer una economía circular en el sector de la moda, con la intención de que los productos textiles tuvieran más duración, fueran más reparables y se pudieran reutilizar y reciclar, luchando así contra el modelo de moda presta y estimular la innovación en el sector. El próximo año los ciudadanos de la UE empezarán a percibirlo. Aprobado en 2018 por el Parlamento Europeo, a partir de 2025 será obligatorio recoger separadamente los productos textiles. También se introducirán medidas contra productos químicos peligrosos que utilice el sector de la moda, y se exigirá responsabilidad a las marcas en toda la cadena de valor, incluyendo cuando se debe tirar una prenda y ayudar a los consumidores a elegir opciones sostenibles. Ya se aplica la ecoetiqueta para aquellos fabricantes que respetan criterios ecológicos, utilizan menos sustancias peligrosas y reducen el consumo de agua y la contaminación atmosférica.