Juan estaba aburrido en la tienda esperando a que pasara algo... se distraía paseando entre los estantes y cambiando las cosas de sitio... le gustaba tocar el material expuesto. El esquí era su pasión y estar trabajando en una tienda de material en la propia estación era como un sueño. Esquiaba cada mañana y entraba para el turno de la tarde. Era un privilegiado.
Estaba dando vueltas a unos guantes cuando se oyó la campana de la puerta y entraron un padre y sus dos hijos... tal como Juan los vio, intuyó dificultades... esperaba que no fuera así... hacía poco rato que habia abierto y no esperaba gente hasta más tarde. Aún estaba con la mente puesta en las palas que habia esquiado esta mañana con una nieve brutal gracias a la nevada de la noche anterior...
El padre, después de un sonoro buenas tardes, todo él vestido de esquí, a la ultima ultima, pero con unos descansos peludos absolutamente demodés, empezó a pasear por la tienda observando el material expuesto a lo largo de las estanterías... los críos de unos siete y nueve años, le seguían detrás con cara aburrida....
Uno de los niños logró sin querer, darle un golpe a unos esquís del expositor y cayeron dos pares al suelo con gran estruendo.
El padre le caló una bronca importante al enano, pero sin hacer un solo gesto para recoger el material caído.
Juan empezó a recoger los esquís y el otro niño, el más mayor, le ayudó en la tarea.
El padre le dijo al niño -¡No toques! déjalo que lo haga él, no sea que volváis a tirar o romper algo-
El niño lo miró con cara degollada y le devolvió el esquí a Juan con cara de haber hecho algo mal...
Juan lo colocó en su sitio y con una sonrisa le dio las gracias al niño.
El padre, ajeno ya a todo lo que no fuera él mismo cogió un anorak, de los más pijos de la tienda y volviéndose a Juan le preguntó. -Oye, esta chaqueta de aquí ¿qué precio tiene? es que yo tengo una igual que me compré en Gstaad, en Suiza y quería comprarme otra pero quería saber que precio tiene y que descuento me haces.
Juan, que estaba alucinando, oyó al mayor de los niños decir, -Papaaaaa- mientras se giraba y se iba lejos de la escena.
Ni corto ni perezoso Juan le contestó mirándole fijamente
-El mismo que le hicieron en Suiza.
El padre dejó el anorak encima del mostrador y sin mediar palabra con Juan se fue dirección a la puerta
-¡Niños!- gritó. Y salieron los tres de la tienda con las manos vacías.
Fue la mejor no venta de Juan en todo el mes.
Dedicado a todos aquellos que viven estas situaciones día a día y especialmente a Juan F.