La Schmidt y la Rolba

La Schmidt y la Rolba
El pasado fin de semana disfruté muchísimo viendo nevar y recorriendo Sierra nevada que estaba como hacía mucho tiempo que no lo estaba, y de pronto, en la Plaza de Pradollano me encontré a la Rolba.

Dedico este artículo a mi buen amigo y compañero ya fallecido Pepe Morillas ( Pepelíos) el hombre que me enseñó que las máquinas tienen alma, aunque nunca como la suya , tan grande y tan generosa.

El pasado fin de semana disfruté muchísimo viendo nevar y recorriendo Sierra nevada que estaba como hacía mucho tiempo que no lo estaba, y de pronto, en la Plaza de Pradollano me encontré a la Rolba.

No era la Rolba de mi juventud, sino otra más pequeñita, comprada para los eventos 95, pero tenía su sello inconfundible, y me acordé de su hermana la Schmidt, que ahora luce como monumento delante del centro de interpretación de S. N. del Dornajo.

Las máquinas quitanieves tienen su propia personalidad, que las distinguen de otras máquinas que también se utilizan para manipular o quitar la nieve, como las máquinas pisapistas o las retroexcavadoras que es lo que más se usa para quitar nieve, llenas de barro y desperdicios de las obras. Incluso hay camiones y vehículos menores provistos de cuñas o parapetos para ”aparta nieves” pero eso no son obras de arte.

Porque en las Schmidt y en la Rolba, el arte supera a la naturaleza y la máquina engulle al individuo. Digamos que el conductor es una especie de cangrejo ermitaño, que ha prestado su alma al monstruo mecánico para que este despliegue toda su eficacia, que junto con la eficiencia del humano, constituyen esas máquinas imparables ante tempestades y adversidades relacionadas con la nieve y la montaña.

La Schmidt era más ligera, menos compacta, aunque no por ello careciera de eficacia. Recuerdo en mi infancia y juventud, cuando el único acceso a la estación era por la antigua carretera del Dornajo, el Collado de las Sabinas, el Collado del Diablo y los Peñones de San Francisco hasta el Albergue Universitario, que en bastantes ocasiones debía de hacerse en cívica procesión, de subida y /o bajada con todos los coches detrás de la Schmidt, que como si de la Tarasca se tratara, lanzaba por su boca nieve en vez de fuego.

Incluso la he visto trabajar en verano, sin cobrar horas extras, abriendo la carretera más alta de Europa, otra obra de ingeniería que hay que preservar como a las hermanas quitanieves.

Estas maquinas tienen su propio sentido de la ética y distinguen, como Busch, el eje del mal del eje del bien, y en una película de James Bond, el del eje del bien, o sea el Agente 007, salta limpiamente sobre una Schmidt, pero el malo, o sea, el del eje del mal, es devorado por la fresa de la Schmidt y por la tobera salían trozos sanguinolentos del perverso.

Yo creía que eso sólo pasaba en las películas, pero un amigo mío, no atendió las órdenes de respetar el trabajo del monstruo y se atrevió a meterse por la carretera donde esta trabaja en medio de una espesa niebla. Primero oía el runruneo del monstruo, hasta que sintió sus dientes en la carrocería de su coche, cuyas chapas salían escupidas por la tolva. En esta ocasión, la Schmidt distinguió al bueno del malo y paró los dientes de su fresa justo delante del panel donde están los pedales del coche.

Le metió pleito a la Schmidt y lo perdió porque el juez le dio la razón a la Schmidt. No podía ser menos. Una Schmidt es una Schmidt y hay que dejarla trabajar. Descanse en paz en su actual ubicación en el Centro de Interpretación del Dornajo.
La Rolba era otra cosa. Un ingenio temible, imparable, como una tuneladora de las nieves. Más moderna y con unos faldones que le cubren sus partes débiles como los petos del caballo de un picador.

La Rolba no salía así como así, con cuatro copos de nada. Se necesitaba mucha nieve, como la que ha caído este fin de semana. La Rolba también tenía alma, o mejor dicho, tenía conciencia de clase marxista.

Cuando se ponía a trabajar en la carretera de la Urbanización era poco cuidadosa con las chapas de los coches aparcados a los que les “raspaba” de los costados la nieve y de paso los espejos retrovisores. y mostraba orgullosa restos de pinturas de los más lujosos vehículos como si de las muescas del revólver de un pistolero se tratara.

Pero donde mostraba su conciencia de clase marxista era al pasar delante del restaurante El Cunini, de Sierra Nevada, donde testas coronadas, testas encuernadas, nobles, empresarios de tronío y moros ateos de Chivas y pata negra celebraban agasajos de marisco y perdiz de latifundio, en el confortable restaurante tan bien llevado por Miguel Cunini sr. y Miguel Cunini jr. (descansen en paz los dos) mientras afuera rugía la tormenta de nieve.

También rugía la Rolba por la Urbanización, no como ahora, claro, y al llegar ante el lugar donde se reunía gente tan importante, en muestra de admiración y en marcial gesto de “vista a la izquierda” (cuando subía) rotaba la tobera hacia las lunas del escaparate, lanzándole una mezcla de nieve, hielo, barro, piedras y restos de retrovisores de lujo a la alarmada concurrencia.

Pasados unos días, alguno de los Cunini me invitaba a unas quisquillitas de Motril en su establecimiento, una vez pasados el temporal y la Rolba, y mientras yo le daba el visto bueno al parte de accidentes de rotura de cristales y de responsabilidad civil de la Rolba nos partíamos de risa. Bueno los de la Compañía de Seguros no, porque la dieron de baja como cliente. Miserables estos de los seguros, nunca tendrán mejor cliente.

Pero la Rolba, aunque era soberbia, también era comprensiva, y cuando la noche anterior al slalom de la final de la Copa del Mundo de 1977 hubo que cerrar el telecabina de Borreguiles, ella dio el paso al frente y se puso a tunelar nieve y hielo por la carretera de Borreguiles para permitir el acceso de corredores y organización a la prueba, porque una cosa es la conciencia de clase, y otra la profesionalidad.

Dedico este artículo a mi buen amigo y compañero ya fallecido Pepe Morillas ( Pepelíos) el hombre que me enseñó que las máquinas tienen alma, aunque nunca como la suya , tan grande y tan generosa.

1 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    07/12/2008 10:54
    #1
    No es solo lo que nos cuenta, sino como no los cuenta. Es un gran placer leer sus relatos señor Dino. Gracias.

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    • Gracias!

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