Aspectos asociados a la personalidad: la autocrítica (1ª parte)

Aspectos asociados a la personalidad: la autocrítica (1ª parte)
La crítica se relaciona con crisis: donde hay crítica hay crisis. Podríamos decir que la autocrítica es una voz de alarma, un llamado de atención.

En general, cada uno de nosotros se critica, ocasionalmente, al cometer un error con respecto a lo que debiéramos o no debiéramos haber hecho. Por supuesto que al esquiar la autocrítica es necesaria, pero no al punto de dudar constantemente de nosotros mismos. Existen esquiadores que son muy críticos con su manera de esquiar, pero complacientes con la esquiada de los demás. A estos les parece más accesible la autocensura que la propia tolerancia. Creen más en las palabras enérgicas que en las apacibles y suponen que la crítica destructiva es generadora de cambios.    

Generalmente, la autocrítica proviene de las exigencias vivenciadas en nuestra infancia. Por ejemplo, el niño que comienza a competir puede exhibir problemas de adaptación. Para la mayoría de los padres podría ser difícil aceptar que tienen un hijo que no es bueno para la competición, entonces podría percibir la actitud de los padres como un rechazo hacia él y seguir esforzándose, pero sin obtener los resultados pretendidos. Si la exigencia de los padres continua, el sentimiento del niño por saberse incapaz posiblemente dejará una huella que desembocará en la autocrítica destructiva cuando se convierta en un esquiador adulto.      

Cuando cometemos errores y somos severos con nosotros mismos, pensamos, equivocadamente, que esta actitud genera la motivación para mejorar. Esta creencia también proviene de nuestra infancia cuando nos recriminaban los malos comportamientos. Nuestros padres nos llamaban la atención en lo que consideraban ‘malo’ o incorrecto para así aprender lo ‘bueno’ o lo correcto. Esta convicción tiende a seguir presente en la adultez, pero no nos damos cuenta que ya no sirve porque se convirtió en un mecanismo automático de autoreprimenda

La función inicial de la autocrítica es la autocorrección, es decir, nos autocriticamos con el objetivo de prevenir la repetición del error. Desde esta perspectiva es considerada positiva porque está orientada hacia la mejoría, hacia conductas operativas tendientes a solucionar los fallos cometidos. Se transforma en conflicto psicológico cuando se vuelve excesiva y destructiva, cuando se transforma en castigo y desprecio.

La autocrítica devaluatoria

Se aprecia en la conducta del esquiador, aquellos que presentan sensibilidad frente a los fracasos y tienden a reaccionar favorablemente; mientras otros adoptan una actitud momentánea imperturbable. Estos últimos, luego de procesar lo acontecido, comienzan a hacerse responsables a través de la autocrítica devaluatoria o crítica patológica. Se la considera así dado que no tenemos casi control sobre ella y perjudica tanto a nuestra autoestima como al propio rendimiento.

Utilizar la autocrítica destructiva repetidamente no sólo conduce a llevar el peso de la culpa de los propios errores; también promueve la falta de confianza y la percepción de que cada nueva ejecución consistirá en un fracaso que llevará al desánimo. Si tendemos a culparnos, a no perdonarnos por el error cometido, y a compararnos negativamente con los demás, entonces estamos utilizando la autocrítica devaluatoria.

La autoinculpación se basa en lo que debiéramos haber hecho y funciona de esta manera: si algo ha salido mal, evidentemente es por algo que hicimos mal, es decir, por nuestra propia culpa. En muchas oportunidades, la autocrítica no se detiene al sólo inculparnos por la equivocación, sino que se encadena con otros hechos y acusaciones pasadas: nos autoinculpamos con términos de que ‘siempre’ nos sucede lo mismo, o ‘nunca’ obtenemos el resultado pretendido. Es nuestra voz interior autoritaria diciéndonos que sabemos cómo esquiar, y que si no lo hacemos bien es por nuestra propia culpa. Este lenguaje negativo, caracterizado por una cierta intensidad emocional, contiene expresiones rápidas y abreviadas y, en muchos casos, las exteriorizamos en voz alta.

La autoexigencia es un componente fundamental de la autocrítica dado que tiende a generar la obligación para alcanzar los objetivos propuestos, produciendo ansiedad para obtener el logro, y desaliento en caso contrario. Esta autoexigencia insostenible es el efecto de la autocrítica patológica.

La autocrítica devaluatoria se caracteriza por ser una autovaloración negativa de las propias acciones y un autoconcepto disminuido. En realidad, desmoraliza porque nos boicoteamos a nosotros mismos. El término que más utilizamos es el ‘deberíamos’ haber hecho de tal o cual manera. Trae consigo el recuerdo de acusaciones y de reproches anteriores y, como creemos que forma parte de nuestro comportamiento, no intentamos cuestionarla. La autocrítica negativa constante fomenta el rechazo a esquiar, a la montaña, y a los demás porque amenazan nuestra salud mental.

En la autocrítica destructiva vivenciamos los siguientes aspectos:

  • Tendencia a mirar hacia atrás, hacia la conducta realizada.
  • Propensión a condenar y castigar los propios defectos.
  • Frustración, enojo y desprecio.
  • Miedo a posibles nuevos fallos.
  • Impulso hacia el desánimo y al abandono de la actividad.

Seguiremos desarrollando este tema en el siguiente artículo.

¡Hasta la próxima!

1 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    21/02/2024 09:02
    #1
    Repito a menudo una de esas frases que se me quedaron grabadas cuando estudiaba (no viene al caso dónde) la evolución del taylorismo a los sistemas "justo a tiempo", que decía "la crítica es un tesoro". Siempre que sirva para cambiar a mejor, claro, jaja´. Es una frase que ha llevado a ciertas industrias a la cúspide de la eficiencia.

    Probablemente, la mala relación general con la crítica de algunas personas, tenga que ver con recibirla como un ataque, en vez de como una herramienta para comprender cosas que no habías visto.

    ¡Buenas emana!

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    • Gracias!

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