Eran tres alpinos

Eran tres alpinos
Alpini en Monte Grappa
Hoy, "viernes negro" en Francia por tractorada. Improvisada crónica cómica del regreso de los Alpes ayer.

No me resisto a contar una anécdota viajera reciente que tiene que ver con el esquí o, más bien, con esas aventuras que sus viajes nos deparan. Lo intentaré hacer en tono cómico, pero adelanto que la acumulación de hechos que nos acontecieron fueron todos reales y se sucedieron a lo largo de las ¡20 horas! Que duró el viaje.

Antecedentes: se trataba del viaje de regreso (en coche) desde una estación de esquí italiana de los Alpes occidentales, muy próxima a la frontera francesa. Para contar la historia, buscando el entretenimiento de los potenciales lectores, voy a intercalar (a conveniencia) fragmentos de la letra de dos canciones:

a)      “Los tres alpinos”. Canción popular europea (italiana, española, francesa, alemana… incluso con versiones latinoamericanas). La versión española tradicional, que es la que me cantaban (y que yo también entonaba de pequeño) es la que mayor tragedia propone en su letra. Ahora resulta que dicha tragedia parece políticamente incorrecta o emocionalmente inadecuada para la infancia de nueva generación, así que, en un intento de maquillaje psicopedagógico, le añaden un final buenista para el cual, sorprendentemente para una sociedad cada vez más laica, se recurre a un clásico procedimiento religioso: la resurrección. Aquí, para evitar cualquier tipo de conflicto, os dejo una versión (seria) Toscana a capella.

b)      “La guerra verdulera”. De La Trinca. No tiene desperdicio, y eso que han llovido años desde su aparición. Pero, como seguro que resulta mucho más divertida que esta crónica del regreso de un viaje de esquí, os la insertaré al final (no os la perdáis).

Aclarados los puntos de partida, vamos al relato.

Eran tres alpinos que venían de la guerra,
eran tres alpinos que venían de la guerra,
ría, ría, rataplán,
que venían de la guerra.

En realidad, éramos tres esquiadores varones de edad más que avanzada, que veníamos de pasar unos días esquiando en los Alpes italianos. Donde a ciertas tropas de infantería denominan alpini. Nos habíamos organizado bien y, tras haber disfrutado de la última jornada de esquí, habíamos montado todo el equipaje en el coche, de víspera, habíamos cenado fuera, y habíamos madrugado para poder emprender el viaje pronto. A las ocho de la mañana estábamos ya en marcha. Mi única duda, de interés puramente turístico, era si el navegador nos dirigiría hacia Briançon por una carretera de montaña, o directamente hacia Grenoble a través del túnel de Frejus. Fue lo segundo.

Hacia Francia como una flecha

Tragando millas nuestro camión

Devorando la carretera

Marcha rugiendo como un león.

 

Hacía bueno, viajábamos en una pick-up (camioneta) y disfrutábamos del paisaje alpino.

 

El más pequeño traía un ramo de flores,
El más pequeño traía un ramo de flores,
ría, ría, rataplán,
traía un ramo de flores.

 

Tengo que explicar que el viaje había comenzado de modo diferente para los tres. Mis amigos habían volado a Bérgamo, donde yo les había recogido para irnos juntos a esquiar. Una semana antes, yo había viajado a la Toscana con el coche (y todo el equipo de esquí de los tres dentro) por motivos familiares. Por lo que sí, lo confieso, aunque no soy el menor de los tres alpinos implicados, y tampoco llevaba un ramo de flores, sí que acarreaba vinos y aceite toscanos.

 

¡Qué bien huele nuestra naranja

Nuestro pimiento y nuestro limón!

¡Cómo apestan ajo y cebolla!

¡No hay quien aguante en este camión!

 

Y es que en la caja viajaba nuestra comida sobrante (cebollas, ajos, pimentón de la Vera, algo de leche, chorizo picante y alguna que otra cosa más), además de algunos quesos que el alpino mayor había comprado en los Alpes.

 

Ya estamos en Francia, lo peor pasó

Mira esos labriegos que hacen auto-stop.

Resulta que cuando nos aproximábamos a Grenoble nos topamos con una retención de esas que tanto se dan en Francia. Al principio pensábamos que se trataba del típico bouchon de enlace, pero no, lo que ocurría era que los agricultores gabachos se habían alzado en armas (tractores) y estaban cortando autopistas por todo el sur del país, así como múltiples nudos estratégicos de enlace. Operación escargots, decía la radio que la habían denominado. El atasco en Grenoble era monumental, y dado el cariz que estaban tomando los acontecimientos, empezamos a consultar navegadores con avisos de circulación en tiempo real, y nos dimos cuenta de que todas las autopistas alrededor de la ciudad estaban colapsadas. Así que nos salimos en cuanto pudimos, callejeamos y tomamos una ruta alternativa por calles y carreteras secundarias. Paradita para repostar y comprar bocadillos por si acaso y, en marcha.

Salir de Grenoble hacia el sureste por vía rápida era un suicidio. Pero hacerlo de cualquier otro modo resultaba complejo porque la ciudad está en el lecho de un ancho valle, completamente rodeado por ¡los Alpes! Al norte, este y oeste. En un recodo de una carretera secundaria dimos con una mesa de pícnic y nos tomamos un almuerzo tempranero para afrontar la más que probable larga singladura. Continuamos navegando por cruces, rotondas (en Francia abundan incluso casi más que en España), pueblos y carreterillas hasta que… ría, ría, rataplán: afrontamos un inevitable puerto de montaña. Ya su inicio estuvo a punto de darnos un susto por una serie de carteles avisando de col fermé. Pero no, resulta que la carretera la cerrarían desde las 18h hasta avanzado el día siguiente, es decir, toda la tarde y noche. ¿Razón? No os lo vais a creer: ¡tramo cronometrado del Rally de Montercarlo! Que empezaba ese mismo día. El puertecillo era estrecho, muy revirado y tremendamente largo. Ascendía sin descanso y estaba conformado por árboles, arroyos verticales en descenso y una amenazadora zona de argayos recientes. Todo ello, además, acotado con señales para el rally, avisos para el público, advertencias, etc. Una vez coronado, nos dimos cuenta de que se trataba del Col de Menée (1400m de altitud y unos 20km de desarrollo por cada vertiente). Nuestro ánimo seguía alto por lo que, al menos, disfrutamos de tan singular paisaje y podemos presumir de haber rodado todo un tramo del afamado rally.

¡Ay Ramón, que nos miran con aversión!

¡Ay Julián! ¡ay que aquí nos zurrarán!

"Dónde vous allez con este camión

Dónde vous allez grandisim cochon

Vous no passarez le pont d'Avignon.

Pero había que continuar, y así, alternando funciones de conducción con labores de copiloto y navegante, fuimos trazando una ruta alternativa que nos fue librando, por los pelos, de las principales batallas de la guerra verdulera. Libramos un buen tapón de Montélimar por el sur, evitando, de paso, aproximarnos a Avignon (por su norte). Lo logramos enlazando tramos en dirección oeste hacia Rodez. Al pasar por allí ya era de noche y nos topamos con un piquete de tractores, en dudosa negociación con algunos gendarmes, en lo que parecía se estuviera montando otra retención, en una rotonda clave para la circulación evasiva. Lo pasamos por los pelos. Y más tarde fuimos conscientes de que aquella fue la maniobra clave para el éxito de nuestro viaje.

El resto del periplo por suelo francés fue mucho mejor. La gendarmería ya (¡por fin!) se había puesto las pilas y tenía señalizados todos los puntos conflictivos, y había montado alternativas. Pudimos utilizar autovías y autopistas al paso por Albí, Toulouse, Pau y Bayona, planificando el rodeo de una rotonda conflictiva y utilizando los by-passes que las fuerzas de orden (o desorden, según los casos) francesas habían montado. Al pasarlas, se venía además que los labriegos, mantenían sus retenes, preparando el día siguiente, que habían anunciado como viernes negro, pero entonces ya estaban mucho más dedicados a cebarse en barbacoas improvisadas y emborracharse (seguramente) hasta las trancas.

El tramo occidental del norte de los Pirineos nos regaló bastante niebla. Paramos a cenar parte de las provisiones y hacer otro repostaje, y conseguimos alcanzar la frontera, sin contratiempos, pasada holgadamente la medianoche. San Sebastián, Bilbao, ya nos veíamos cerca del hogar hasta que la total incompetencia de un jefe de obra en Bilbao nos hizo perder otro buen rato antes de poder continuar. Resulta que les había dado por asfaltar un tramo de los carriles que, a la altura del BEC, conectan la autopista que, procedente de San Sebastián, pasando cerca del aeropuerto, se dirige hacia Santander. Pues allí estaban los operarios con su despliegue nocturno, trabajando, con un muro plantado en mitad, impidiendo el flujo del tráfico y, aquí está la chapuza del asunto, sin haber colocado ninguna señalización alternativa por la que dirigirse hacia el oeste. Sí, ya sabemos que Bilbao es el centro del mundo y que su mismo centro, precisamente, abarca casi todo el planeta, pero hubiera sido un detallito haber marcado una ruta alternativa para los que simplemente andábamos por allí de paso (que haberlos haylos).

Vale ya, dejemos tranquilos a mis vecinos, no se vaya a cabrear algún lector de por allí, o tal vez, por alusiones, algún ingeniero de CCP (Caminos, canales y puertos; y no de la CCCP, antigua unión de repúblicas socialistas soviéticas). A eso de las tres y media de la mañana, por fin en casa, a punto de dejar al primero de los alpinos en su dulce hogar, conmigo al volante… y veo un foco muy pegado a nosotros por el retrovisor. Qué extraño. De repente, las clásicas luces azules discotequeras en movimiento. La Guardia Civil. ¿Y ahora qué?

Fuera de aquí o te mando fusilar,
fuera de aquí o te mando fusilar,
ría, ría, rataplán,
o te mando fusilar.

"Buenos días" "comment allez-vous?

Bienvenus à la frontière de le Perthus"

"Je suis le gendarme première

Moi le seconde, moi la tercière

Voyons la documentation.

Votre carte verte est descoloride

Votre passeport está caduqué

Africa comanse a les Pirinées

Pero está de buenas la gendarmerie

"Allez, allez, allez, ya pouvez passer".

Afortunadamente, ni una cosa ni otra. Los agentes, jovencitos, iban bien armados, pero sin pretensiones ejecutorias. No eran de los de tráfico, sino de los otros. Y la moto no era moto, sino que el coche reglamentario rodaba antirreglamentariamente tuerto de un faro. Se acercaron, y, sin el protocolo tradicional que acompaña la engañosa cortesía del usted (saludo militar incluido) cuando el riesgo de multa de sobrevuela la escena, nos vinieron a preguntar algo así como: ¿qué andáis por ahí? Ante tan campechana apertura, no nos anduvimos con rodeos. Pues nada, que venimos de esquiar desde los Alpes, nos hemos cruzado todo el sur de Francia eludiendo piquetes de tractores, y andamos llegando a casa a estas horas. Y de eso debíamos de llevar pinta, porque, sin más retardos, nos dejaron marchar y pudimos llegar ¡por fin! (y ahora sí que de verdad de la buena) a nuestras respectivas casas.

Y una princesa que estaba en la ventana,
y una princesa que estaba en la ventana,
ría, ría, rataplán,
que estaba en la ventana.

O bello alpino, regálame esas flores,
o bello alpino, regálame esas flores,
ría, ría, rataplán,
regálame esas flores.

Te las daré si te casas conmigo,
te las daré si te casas conmigo,
ría, ría, rataplán,
si te casas conmigo.

Para casarme has de hablar con mi padre,
para casarme has de hablar con mi padre,
ría, ría, rataplán,
has de hablar con mi padre.

Oh, señor rey, que me caso con su hija,
oh, señor rey, que me caso con su hija,
ría, ría, rataplán,
que me caso con su hija.

Yo no me voy si no es con la princesa,
yo no me voy si no es con la princesa,
ría, ría, rataplán,
si no es con la princesa.

No sé como les fue a los otros dos alpinos. Por mi parte, cuando llegué a casa mi princesa no estaba en la ventana, pero me había dejado hecha una tortilla de patatas con calabacín (quiero pensar que el segundo ingrediente no iba con recochineo labriego tractoril). Lo del casamiento ya estaba más que consumado décadas atrás y, afortunadamente, sigue vigente.

Llegar llegamos y, todo hay que decirlo, nos tomamos a chirigota el accidentado regreso, el cual no nos ha quitado ni un ápice de ganas de volver a viajar para esquiar. En unas semanas daré cuenta del destino como suelo hacerlo, lo de hoy ha sido una entrada de blog improvisada para empapar de endorfinas cómicas lo que resultó un regreso tortuoso.

¡Suerte con los traslados!

3 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    27/01/2024 02:16
    #1
    Lo malo de Francia es eso, que esta en medio. Y luego también que esta lleno de franceses :lol2: Yo he ido muchas veces, pero la verdad es que procuro evitarlo.

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    • Gracias!
  • #2
    Fecha comentario:
    27/01/2024 02:21
    #2
    Veo que han cambiado de ¿de donde venís? por el ¿qué andáis por ahí?
    A veces le entran a uno ganas de decir una burrada :lol2: Vengo de tal, pero vamos eso como el Bizun que si le pones que es para la coca no te envía el dinero, pues a los otros igual si le dices algo así que tal ves a saber la que lías. :lol2:
    Total son preguntas que hacen para ver como respiras

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    27/01/2024 02:30
    #3
    Y yo creo que Francia tiene muchas más redondas que España y que cualquier sitio del mundo. Yo creo que las inventaron ellos.
    Y radares igual.

    No hace mucho creo que habían hecho ya las super redondas o algo así se llama, pero veo que no se ha extendido la idea, al menos aquí. Hacen como un 8 para que no puedas pasar la redonda rápido.

    Aquí hace años probaron algunas Turbo Redondas, pero tampoco se ve que funciono, era un lio de cojones, si ya con las redondas se monta el lio fácil, pues si lo complicas peor todavía.

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    • Gracias!

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