PRIMERA PARTE
Hablamos con Albert Vicent sobre las últimas noticias publicadas sobre el mundo de la moda, el textil y la contaminación.
Recientemente se han publicado en los principales medios a nivel global, varios artículos que versaban sobre el impacto del actual modelo que sigue el mundo de la moda y el sector téxtil en general. Ya hablamos de ello con Albert Vicent, CEO de la tienda de ropa de esquí Söll, cuya marca se está convirtiendo en todo un referente dentro del mundo del esquí, no solo a nivel infantil (tal y como empezaron hace 20 años), sino a nivel de todas las edades. Una de las máximas de Albert es ser respetuoso con el medio ambiente, utilizando materiales reciclados y una filosofía de producción ética, cuidando al máximo la sostenibilidad. El mundo de la moda y el esquí siempre han evolucionado juntos y ahora más que nunca, hemos creído conveniente dar un toque de atención sobre el tema.
La moda en el mundo de la nieve ha evolucionado muchísimo
Vestirnos y mantener nuestro cuerpo caliente es una de las necesidades básicas de los humanos junto con la comida, la energía y el transporte. Sin embargo, el impacto ambiental de la fabricación de ropa a menudo pasa desapercibido. Según datos de la eurocámara, el consumo textil anual de un europeo requiere, en promedio, 400 metros cuadrados de terrenos de cultivo, 9.000 litros de agua, 391 kilogramos de materias primas y unos 270 kilogramos de CO₂ de emisiones. Además, cada europeo lanza 11 kilos de productos textiles al año, de media. La industria de la moda es responsable del 10% de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, una cifra que supera a las del transporte aéreo y marítimo combinados. El 20% de la contaminación de aguas se atribuye al sector de la moda y lavar ropa que contiene fibras sintéticas es responsable del 35% de los microplásticos que se liberan en el medio. El problema que generan los desechos textiles o de la ropa que tiramos (a menudo en buen estado), es cada vez más preocupante y se acentúa con la "fast fashion". La moda rápida se ha convertido en un gravísimo problema. Además, existen estudios que acusan al sector de mentir sobre el supuesto respeto al medio ambiente y a los trabajadores en los diferentes procesos industriales.
Antaño la ropa de esquí era mucho menos técnica, pero en general, duraba mucho más
El modelo de "moda" actual se ha creado para tener la sensación de que la ropa que tenemos envejece enseguida, que está "pasada de moda" casi al acabar la temporada. Y si hacemos un uso relativamente habitual, difícilmente nos durará más de un par de años, porque en general es de baja calidad, a diferencia de la ropa de nuestros padres y abuelos, que les duraba muchos años.
Otro de los grandes impactos negativos del actual "fast-fashion" es el ambiental. Por un lado, los países donde se encuentran estas fábricas tienen legislaciones ambientales muy laxas, o directamente inexistentes. Esta industria consume una gran cantidad de agua y es muy contaminante, lo que puede perjudicar a poblaciones enteras y dejarlas sin agua potable de calidad, aparte del daño a los ecosistemas acuáticos. Pero estas fábricas también consumen mucha energía, un coste que tradicionalmente han tratado de bajar utilizando carbón, en lugar de optar por otras fuentes energéticas. El carbón es el combustible fósil más barato, pero también el que emite más CO₂ y contaminantes, por lo que el sector de la moda tiene tantas emisiones asociadas. Finalmente, como compramos ropa más a menudo, y es de menor calidad para abaratar su coste, cuanto más creamos más desperdicios textiles.
En muchos casos, no evolucionamos como especie...
Es importante que exista una buena trazabilidad de los productos y que podamos disponer de información fidedigna sobre los suministradores y sus prácticas de fabricación. En el sector textil no hay lealtad ni duración alguna en las relaciones entre las marcas de la moda y los fabricantes. En la mayoría de casos, existe una competencia extrema en el precio y las marcas optan por buscar una nueva fábrica si les ofrecen un precio más bajo. O que la fábrica opte por otra marca, siempre que les paguen mejor. Con una moda tan "rápida", donde las marcas realizan colecciones que duran pocas semanas, los acuerdos entre marcas y fábricas pueden ser de la misma duración.
Vertedero téxtil en el desierto de Atacama
Esto hace inviable que las fábricas inviertan en prácticas más sostenibles y abandonen el uso de combustibles fósiles. Un ejemplo que apuntan los expertos es que las fábricas textiles podrían apostar por la energía solar, aportando el capital inicial para realizar las plantas solares necesarias, tal y como hemos visto últimamente en Bangladesch. Esto haría que el suministrador proporcionara un producto más barato, sin tener que asumir el riesgo de la inversión, el impedimento principal para que las fábricas opten por las energías renovables. En el contexto actual de infidelidad y corta duración de relaciones entre marcas y fabricantes, el modelo que ya aplican otros sectores para descarbonizarse es inviable.
Primer día de rebajas, todo el mundo a gastar como si no hubiera un mañana...
Las críticas al sector de la moda parecen dar sus primeros frutos. Así, en 2023 la mitad de las principales marcas de moda dio, por primera vez, un listado de suministradores, lo que permitirá hacer una fiscalización de las prácticas ambientales. Esto forzará a las marcas, aunque sea para evitar críticas que pueden dañar su reputación, a empezar a exigir ciertas mejoras ambientales a sus fabricantes. Algunos expertos calculan que el sector de la moda podría reducir a la mitad sus emisiones. El 70% son durante la obtención, preparación y procesamiento de las materias primas. La industria debería centrar sus esfuerzos en descarbonizar esta área, con acciones como asumir el compromiso de que las fábricas consuman electricidad 100% renovable, siguiendo los pasos de sectores como el tecnológico y el automovilístico.
Ese paso sería el responsable del 60% de la reducción. Otro 20% de reducción puede conseguirse en la operativa de las marcas. Mejorar el empaquetamiento y transporte, minimizar las devoluciones de productos, evitar la sobreproducción y hacer que las tiendas y oficinas también utilicen energías renovables. Por último, habría otro 20% de la reducción que debería ser responsabilidad de los consumidores. Por ejemplo, reducir los lavados y el uso de secadora. Tales como, evitando un lavado de cada seis, dado que muchas veces lavamos la ropa por costumbre, no porque sea especialmente sucia o huela. Otra acción propuesta es que la mitad de los lavados sea a menos de treinta grados, o que una vez de cada seis se seque la ropa al aire libre y no en la secadora.
En casa no utilizamos secadora
Sin embargo, en el lado de los consumidores el quebradero de cabeza de los residuos textiles, de la ropa que tiramos y termina en los vertederos o incinerada, va tomando unas proporciones preocupantes. Los europeos empleamos 26 kilos de productos textiles normalmente y tiramos 11 cada año –los italianos están a la cabeza en la generación de residuos y los húngaros, los más respetuosos. La producción de fibras textiles no deja de crecer en todo el mundo. Si en 2000 se produjeron 58 millones de toneladas, en 2020 alcanzó 109, casi el doble. Se espera que en 2030 se alcance la cifra de 145 millones de toneladas. En la UE, entre 1996 y 2012 hubo un aumento del 40% del número de prendas que compraba cada europeo, un aumento que puede atribuirse directamente al modelo "fast-fashion".
Albert y Söll llevan años trabajando para lograr ser totalmente sostenibles en el sector textil, basando su filosofía en la reducción del impacto ambiental, la mejora de las condiciones de trabajo, la ética en la cadena de suministro y el diseño de productos sostenibles. En breve, seguiremos hablando del tema, profundizando desde Bruselas, en varias normativas de la Unión Europa.
