CREADORES DE SOMBRAS Introducción: Mayo de 1950

CREADORES DE SOMBRAS  Introducción: Mayo de 1950
La montaña y la literatura. Sirva mi pequeña aportación para paliar el aburrimiento y el tedio de la cuarentena coronavírica.

Macizo del Monte Rosa, frontera italo-suiza

Miércoles 31 de mayo de 1950

 

El alpinista experimentó una muerte lenta y dolorosa; la agonía terminó cuando su cabeza quedó seccionada de su cuerpo al recibir el último impacto contra las rocas, un impacto brutal que puso fina a una caída interminable. Solo entonces el cerebro del montañero dejó de procesar todos y cada uno de los golpes que sus huesos, músculos y articulaciones recibieron al caer desde la pequeña terraza de la Capanna Margueritta hacia el patio que presenta la cara oeste de la Punta Gnifetti, en el macizo del Monte Rosa. Giuseppe Mulas era un excelente guía de montaña y un veterano alpinista nacido en Sassari, una de las ciudades mas importantes del norte de la isla de Cerdeña.

A sus 51 años Giuseppe era muy querido como guía de montaña en Aosta, población que le había acogido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde se había instalado con su esposa Fabiana tras vagar por Europa durante varios años. Considerado por sus compañeros de profesión como uno de los mejores guías del Valle de Aosta, conocedor de rincones de gran belleza, que no dudaba en compartir con amigos y clientes, mostró durante toda su vida un inmenso respeto por el entorno natural y la riqueza histórica de una tierra que amaba con pasión. Había escalado mas de cien veces el Cervino, el Monte Rosa, el Grand Paradiso y la Dent d´Erens, logrando cierta fama internacional al abrir varias vías de escalada en los Alpes franceses, suizos e italianos. Su reputación de persona honrada, discreta y leal permanecía intacta. Los medios de comunicación locales se hicieron eco de la tragedia; incluso llegaron a publicarse pequeñas columnas sobre el accidente en varios periódicos internacionales. Una vez mas, para la prensa no había mejor noticia que una mala noticia.

Por aquel entonces, los guías de montaña se habían convertido en los protagonistas de grandes gestas en los Alpes y en otras cordilleras del planeta. El mundo del cine rendía homenaje a su valentía y generosidad para con sus clientes, mostrando al guía ante los ojos de los espectadores como si de un catalizador de emociones humanas se tratara. Títulos como la Torre Blanca, que se había rodado recientemente en Suiza con Glenn Ford y Alida Valli interpretando los papeles principales, trasladaban al espectador hasta cumbres de difícil acceso, disfrutando desde la comodidad de sus butacas de paisajes alpinos de gran belleza. Eran tiempos duros para la mayoría de habitantes de una Europa que luchaba contra sus propios fantasmas para poder resurgir de sus cenizas, y eran tiempos en los que el ser humano estaba a punto de realizar gestas de gran calibre, conquistando las grandes cumbres del Himalaya.


La muerte de Giuseppe Mulas provocó una reacción que pocos se esperaban. El triste suceso fue leído por Cristine Lacombe en un pequeño apartamento situado en el VI Distrito de Paris. Cristine era una humilde mujer francesa cuyo esposo, Jacob Liebermann, había fallecido a mediados de octubre de 1943, mientras viajaba hacinado en el interior de un tren de ganado que le conducía al campo de concentración de Struthof-Natzweiler, situado en Alsacia; el único establecido en Francia y el primero de los campos de la muerte descubiertos por los aliados a finales de 1944. Ella era consciente del riesgo que corría al casarse con un judío, pero estaba perdidamente enamorada de él y nada ni nadie pudo impedir que compartieran los mejores años de su vida. Cuando recibió la noticia de la muerte de su esposo, la joven francesa estaba embarazada de seis meses; a partir de ese momento, el pequeño se convertiría en la única fuente de esperanza a la que Cristine, sola y desesperada, podía aferrarse.


Jacob Liebermann había coincidido con Giuseppe Mulas, judío por parte de madre, en un centro de internamiento de la Gestapo en Reims, donde había sido recluido tras ser descubierto en el sótano de un restaurante en ruinas, donde había permanecido oculto durante meses junto a su esposa francesa. Giuseppe también había sido capturado, en su caso por soldados alemanes cuando trataba de ayudar a una familia judía que intentaba entrar en Suiza cruzando los Alpes hacia Vallorcine. Durante la guerra, fueron muchos los guías de montaña que dejaron a un lado la política y la religión y se embarcaron en misiones suicidas ayudando a infelices de toda clase y credo;  en el valle de Chamonix se dieron muchos casos, apoyados en todo momento por la resistencia. Giuseppe había dejado atrás su querida Cerdeña con la intención de iniciar una nueva vida en los Alpes, pero por culpa de los caprichos de un destino cruel, la vida le hizo descubrir el mal en su estado mas puro. Jacob y Giuseppe sobrevivieron el tiempo necesario para entablar una gran amistad y tras pasar varios meses confinados en una húmeda celda en Reims, días antes de ser trasladados a Struthof-Natzweiler, Jacob cayó gravemente enfermo. La disentería no perdonaba y Giuseppe hizo todo lo que pudo por mantenerle con vida durante el penoso viaje en el interior de un vagón de ganado. Sin perder el optimismo, le explicaba historias de montaña, detallando sus aventuras de juventud; cuando Jacob cerraba los ojos, viajaba junto a su amigo hasta la bellísima Cala Goloritzé o la Punta La Mormora, la cumbre mas alta de la isla de Cerdeña, situada en el macizo del Gennargentu.

Giuseppe no perdía la esperanza, pero la muerte ya había fijado día y hora para Jacob. Tras ver morir a su buen amigo, el guía italiano se jugó el todo por el todo y tras muchos esfuerzos, logró desatornillar una de las cerraduras del vagón, dejándose varias uñas y los restos de una estilográfica que había tomado prestada a un cadáver por el camino. El vagón apestaba a muerte y algunos todavía se aferraban a sus pertenencias, ignorando el atroz destino que les deparaba el Tercer Reich. Lujos innecesarios que Giuseppe jamás necesitó para ser feliz, pero que ahora le estaban salvando la vida. 

Giuseppe espero pacientemente y durante una de las paradas que efectuó el convoy, burló a dos guardias alemanes, se refugió en un vertedero soportando un hedor terrible. Al caer la noche, escondido entre las sombras, pudo llegar hasta una pequeña villa donde le ocultaron hasta la liberación de Francia. Giuseppe nunca olvidó a su buen amigo Jacob, ni a él ni a su familia. Con el paso de los años, la viuda de Jacob Liebermann se había convertido en toda una mujer, cuyo pasado todavía le provocaba pesadillas. Su hijo era la luz de sus ojos, una luz celestial que la animaba a seguir viviendo. Al cabo de unos días de leer la noticia, Cristine Lacombe recibió en su apartamento parisino una extensa misiva donde Fabiana Mulas, la viuda de Giuseppe, detallaba los siniestros acontecimientos que habían rodeado la terrible muerte del guía italiano; en aquel preciso instante Cristine se vio obligada a tomar una decisión, consciente de la repercusión que podría tener.

El mundo estaba cambiando y quedarse de brazos cruzados no era la mejor solución; sin perder ni un minuto, empezó a buscar y rebuscar en varios cajones y estanterías donde guardaba recortes de periódicos, artículos publicados en revistas y mas de una carta; Necesitaba una dirección, un teléfono, nombres…Cristine cerro los ojos, respiro profundamente y acto seguido volvió a abrirlos. Había dibujado su casa mentalmente, repasando con detalle cada rincón, estantería y armario; Ahora sabía donde debía buscar. Al cabo de media hora se sentó en una silla en la cocina y abrió varias carpetas, colocando con cuidado su contenido encima de la mesa donde solía cenar. Sostuvo en su mano izquierda un par de fotografías maltratadas por el paso del tiempo y una carta escrita en 1947, en ella alguien muy querido le advertía del peligro que corría Europa.

A nivel psicológico, el miedo se estaba convirtiendo en la mejor herramienta de control de masas que los grandes grupos de poder podían imaginar, convirtiendo ciudades como Berlín, Estambul, Ginebra, Lisboa o Budapest en auténticos nidos de espías, donde antiguos nazis, científicos de dudosa praxis, miembros de ODESSA, agentes del KGB, el MOSAD o la CIA, extendían sus tentáculos sigilosamente. Los agentes dobles hacían fortuna, moviéndose en silencio por encima de arenas movedizas.

Cristine dejó la carta, abrió un par de carpetas mas y tras leer su contenido con detenimiento, regresó al salón, donde había dejado la carta de Fabiana Mulas. La viuda del guía de montaña hablaba de algo que conectaba directamente con la carta que acababa de leer en la cocina. Rauda y veloz comparó las dos misivas, releyéndolas despacio; la decisión estaba tomada, sabía lo que debía hacer. Era necesario, no había vuelta atrás. Pensó en la utilidad que podían tener dos viudas que, en plena madurez, decidían aportar algo al mundo; sonaba muy heroico, pero Cristine sabía que los héroes de verdad, siempre son anónimos. Creía poder ayudar a Fabiana, sabía con quien debía hablar, pero también sabía que contactar con un fantasma  no era tarea fácil, pero se lo debía a Jacob. Había vertido demasiadas lágrimas, se había humillado hasta sobrepasar todos los límites que podía llegar a imaginar, había vendido su alma al diablo y ahora, junto a su hijo, tenía la esperanza de poder hacer algo justo.

Entre el ruido de los peatones que abarrotaban las calles del parisino barrio de Saint-Germain-des-Prés y el Monsieur Lenoble de Edith Piaf que sonaba en el apartamento de su vecino, Cristine recordó las palabras de su esposo la noche que fue detenido por la Gestapo en Reims: - Ni la inocencia ni la vigilancia sirven de protección contra el mal, el mal como esencia, como algo indescriptible que habita dentro del ser humano y que puede despertar en cualquier momento.-

Cristine no tenia miedo de adentrarse en un mundo lleno de sombras y nieblas, donde almas de todo tipo se vendían al mejor postor como buenos mercenarios.

 

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4 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    26/03/2020 18:21
    #1
    Que bueno. Es tuyo?

    quiero mas!

    karma del mensaje: 18 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #2
    Fecha comentario:
    27/03/2020 11:58
    #2
    Si, es mio. Es la segunda parte de "El Lobo de las Nieves" que publiqué con Desnivel en 2015 (quedó finalista al premio de Literatura de Montaña y viajes). Visto el panorama, voy a compartir el inicio de la novela poco a poco, para que los lectores y foreros de Nevasport la puedan seguir, gratis. #1

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    27/03/2020 14:16
    #3
    Perfecto, donde puedo encontrarlo? en la libreria de desnivel?

    karma del mensaje: 18 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #4
    Fecha comentario:
    27/03/2020 17:08
    #4
    O en mi casa. Te lo envío por correo dedicado. Sería un placer, y con descuento. #3

    karma del mensaje: 0 - Votos positivos: 0 - Votos negativos: 0

    • Gracias!

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