17-2-2011 De Segovia a La Pinilla. ¡Así da gusto trabajar!

17-2-2011 De Segovia a La Pinilla. ¡Así da gusto trabajar!
Jueves por la mañana. Hoy es el día que me tengo que despedir de Segovia, una ciudad que me ha cautivado. Sus edificios, la gente que he conocido, los parajes que la rodean.
Jueves por la mañana. Hoy es el día que me tengo que despedir de Segovia, una ciudad que me ha cautivado. Sus edificios, la gente que he conocido, los parajes que la rodean. Lo poco que he visto ha despertado mi curiosidad y mi interés por esta ciudad.

Desayuno en compañía de mi anfitriona y me despidió, con la esperanza de que nos podamos volver a ver algún día.

Mi intención es aprovechar la mañana para ir a promocionar el proyecto y primero me dirijo a los estudios de PopularTV, desde donde salgo igual de vacío que como he entrado.
Voy a los de RNE, donde si que soy bien recibido, haciéndome pasar a un estudio para grabar una entrevista.



Mi interlocutor me sugiere que vaya también a RadioSegovia, de la cadena Ser.

Allí también grabo una interviú.



Vuelvo a la casa donde me han acogido para recoger las cosas y marcho hacia la estación. Ya tengo el billete y eso me hace estar más relajado. La gente que me ve por la calle me mira extrañada.

Meto mi equipaje en los bajos del autobús y subo. El viaje hasta Riaza, el municipio donde está situada La Pinilla, no me aporta nada de particular. Sólo cuando estoy llegando mi ego recibe un soplo y se hincha, cuando el conductor y una señora me dicen que han oído la entrevista de la Ser en la radio.

La estación donde me deja el autobús si que la encuentro especial. No hay ninguna indicación de horarios ni de trayectos, no hay nadie que atienda y el bar está cerrado.
Nieva, y no hace un tiempo muy agradable para ponerse a hacer dedo, pero después de asegurarme de que nadie de la estación ha bajado al pueblo, me dirijo a la salida de Riaza con la esperanza de que alguien me recoja.

El mal tiempo me hace dar media vuelta y volverme a refugiar dentro de la desierta estación hasta que la divina providencia hace aparecer un vehículo del que baja un hombre con una chaqueta de La Pinilla.
Me acerco para preguntarle si tiene que subir y cuando me contesta afirmativamente mi cara se ilumina de alegría.

Con las cosas en su 4x4 ascendemos por la carretera que nos lleva a la estación de esquí, mientras le explico lo que pretendo y él me dice que es el nuevo director del complejo invernal. Le hablo de mis anteriores trabajos en la nieve y él me habla de los suyos. Me encanta su currículum.

Cuando llegamos voy a ver a Carlos del Rey, la persona con quien había contactado previamente y que había planificado mi estancia aquí para que fuera lo más agradable posible.

Me da la llave de una de las habitaciones del albergue y me pregunta si he comido. Como respondo que no, me entrega unos tiques para que pueda comer en el Mont Blanc. Me presenta a Javi, el jefe de restauración, cuando entramos dentro del local con nombre de montaña. Allí también me presenta a la señora Carmen, la cocinera.

Voy hacia el albergue vigilando donde pongo los pies porque hay un palmo de nieve acumulado en la base de la estación y a duras penas puedo distinguir el camino. La puerta exterior está cerrada y tengo que deshacer el camino pisando mis huellas de ida. Cuando entro dejo las cosas en la habitación y me acerco al bar-restaurante. Me siento en una de las mesas y pido: primero unos judiones y de segundo "rabo".

Tengo la costumbre de probar el aceite dejando caer un chorrito sobre una rebanada de pan y el del Mont Blanc está buenísimo. Llegan los judiones y dejo a un lado el aceite.



Cuando he terminado con el plato de legumbres, Paco me lleva el segundo plato.

La tierna carne, con su particular pegajosidad, se me deshace en la boca. La salsa está para mojar pan, y las rebanadas van cayendo.



De postre, mousse de chocolate, igualmente deliciosa.

Con la barriga llena vuelvo al albergue siguiendo las marcas de mi calzado. Miro por la ventana y veo a un chico que limpia las calles de nieve con un todo-terreno que lleva una cuña delante y un dispensador de sal detrás. Empujado por esta circunstancia salgo cámara en mano, pues es una tarea bastante importante, la de limpiar los accesos.



El chico en cuestión se llama Carlos y es muy amable. Hago algunas fotos de él y sigo investigando los alrededores de La Pinilla.

Tengo carta blanca para moverme por las instalaciones y lo aprovecho entrando en el hotel, donde tienen internet y puedo instalarme y trabajar cómodamente en la cafetería.

Veo la mesa de despacho ideal, cerca del ventanal desde donde puedo ver la pequeña parte de la estación que la niebla me permite y mi vista se puede entretener con los copos que van cayendo.
Dos chicos están quitando la nieve de la terraza, a la que se accede desde la cafetería.

El tiempo se me pasa volando. De pronto ya ha oscurecido. Internet me absorbe más de lo que quisiera.

Llega la hora de plegar velas y marchar al albergue. Mañana tengo que estar en forma.

2 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    12/03/2011 15:16
    #1
    :) :+:

    karma del mensaje: 0 - Votos positivos: 0 - Votos negativos: 0

  • #2
    Fecha comentario:
    20/03/2011 18:46
    #2
    :+: :+:

    karma del mensaje: 0 - Votos positivos: 0 - Votos negativos: 0

    • Gracias!

Escribe tu comentario





 

Si este mensaje tiene un solo insulto, no te molestes en enviarlo, porque será eliminado.
AVISO: La IP de los usuarios queda registrada

Los comentarios aquí publicados no reflejan de ningún modo la opinión de Con un par...de esquís. Esta web se reserva el derecho a eliminar los mensajes que no considere apropiados para este contenido. AVISO: La IP de los usuarios queda registrada, cualquier comentario ofensivo será eliminado sin previo aviso.



Lo más leído: