13-1-2011 Vallter2000 La primera de las catalanas
Pasadas las siete me levanto, recojo tan rápido como puedo y ya me pongo la ropa de esquiar.
Salgo del lugar donde he dormido y ando los pocos metros que me separan de la carretera. Como unos puñados de muesli para desayunar.
Los pocos vehículos que pasan no se detienen y decido caminar hasta la salida del pueblo.
Allí se para Natxa que sube a hacer un poco de esquí de montaña y que me lleva los doce kilómetros que separan el pueblo de Setcases de Vallter2000.
Me deja a los pies del primer telesilla, en la cota más baja. Este me ha de llevar a las oficinas.
El remonte no se quiere poner en marcha y cuando llegan unos chicos vestidos con el uniforme de la estación en una furgoneta les pido si puedo subir con ellos.
Una vez en las oficinas voy a ver la persona con quien había contactado. Me cambio en el edificio de enfrente, en consigna.
Las pocas precipitaciones caídas este invierno muestran el gran trabajo y el esfuerzo que maquinistas y nieve artificial han hecho y hacen por tener el mayor número de pistas en buenas condiciones.
Llegar a la cota más alta de Vallter 2000 implica disfrutar, inevitablemente, del paisaje.
Mientras asciendo con el telesilla contemplo, embelesado, las montañas que ven nacer el río Ter. Una vez arriba, cuando encaro la pista para hacer la primera bajada, mi vista se pierde hasta llegar al Golfo de Roses, allá al fondo, bajo el halo de una fina capa de nubes.
Voy haciendo bajadas por las pocas pistas que hay abiertas. El día es fantástico, quizás hace demasiado calor y todo.
En uno de los descensos veo un par de pisteros haciendo trabajos de acondicionamiento y me cuentan la cantidad de fuera-pistas que se pueden hacer en Vallter cuando hay nieve, así como la situación del refugio y las propuestas de ampliación de la estación.
Me acerco al refugio. Saludo a unos chicos que van a hacer prácticas con crampones y charlamos un poco.
Si hubiera podido llegar me habría encantado pasar la noche aquí... y el acceso no es tan complicado, si se va con cuidado.
Hacia el mediodía decido que ya tengo suficiente. Llamo a Vall de Núria para concretar la esquiada de mañana. Me despido de Marga. Hablo con el encargado de la escuela de esquí para tener más datos sobre la estación. Me cambio de ropa y me pongo a hacer dedo mientras distraigo la barriga con una lata de calamares en su tinta con un poco de pan.
Para mi sorpresa se detiene un coche de gama alta, ahora no recuerdo si un BMW o un Audi, familiar, con una pareja y una niña que se ha estrenado hoy con el deporte blanco. Me dejan en Setcases, justo delante del autobús que conecta con Camprodon y Ripoll.
Al conductor del autobús, cuando nos ve, parece que le coja la prisa, justo en ese momento, para irse, con lo que le tenemos que hacer señales e incluso el señor que me ha bajado debe acercarse para decirle que me espere, mientras me despido más rápido de lo que quisiera de la familia que me ha llevado hasta aquí.
El conductor del autobús se muestra impertinente y enfadado, diciéndome que está haciendo cinco minutos tarde cuando habré tardado dos minutos en salir del coche y entrar al transporte público. Estoy a punto de enviarlo a un lugar pestilente.
En vez de eso cojo billete hacia Ripoll, pues a pesar de tener margen de tiempo y quererme ahorrar los cinco euros del billete (mi orgullo también quiere putear un poco al chófer), no quiero perder el tren que me llevará a Puigcerdà , donde he decidido que pasaré la noche. Me siento cerca del malcarado conductor, me trago el indómito orgullo y, poco a poco, cierro los ojos.
Cuando los abro ya estamos en St. Joan de les Abadesses. Me gusta este nombre y me trae recuerdos de cuando mi padre disputaba la media maratón que se celebra anualmente entre esta villa y la capital del Ripollès.
Paso hora y media esperando que llegue el tren que, evidentemente, viene con retraso.
Parece que el caballo de hierro no quiera irse de Ripoll, mientras maniobra para despegar la mitad de los vagones.
Llego a casa y me pongo a escribir y a ordenar el material audiovisual.
Sorprendo a mi pareja cuando llega, pues no me esperaba hasta el día siguiente. Recibo la propuesta de ir a cenar en buena compañía, pero prefiero quedarme en casa y terminar.
Me voy a dormir temprano, que al día siguiente tengo que madrugar.