Un corazón que vale mil piernas
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Se le notaba en la cara que se trataba de un niño empezando a ser hombre. En la cara. La actitud era otra cosa, transmitía la seguridad de un hombre hecho y derecho. Subió al ómnibus como quien ya lo ha hecho un montón de veces. Claro, el viaje era el mal necesario para lo que vendría después. Porque esa seguridad no era la de un turista novato. Era un esquiador experimentado.