Ya es historia repetida. Pero también pasión renovada. Ahí, entre medio de adolescentes y veinteañeros, una vez más emprendí la "marcha blanca" de Las Leñas. Igual que el año pasado, y el anterior. ¿Igual?: Nunca. Igual la pasión con la que calcé esquíes por primera vez 29 años atrás. Igual los bastones que me acompañan hace 28, regalo de mi padre junto con esas primeras tablas, demasiado viejas para usarse, demasiado nuevas para colgar en la chimenea. Pero las experiencias nunca son iguales.
Marcha Blanca le dicen los amigos chilenos a la inauguración de temporada que suelen hacer los centros de esquí de ese país, con medios de elevación (tickets de andarivel, fortaits) gratis. Desde hace unos años, Las Leñas tiene la misma sana costumbre. Me gusta ese término. Retrata la vivencia a la perfección, en apenas dos palabras. Había que aprovechar más que el precio: el clima, la fiesta, la celebración, la alegría vista en 4.500 rostros.
La ceremonia es única: los "peregrinos" empiezan a llegar cercana la medianoche a la Avenida Las Heras de la ciudad de Mendoza, llena de vida durante el día, desolada por las noches... salvo el día de marcha blanca.
Esta vez saqué mis pasajes con tiempo, porque quería viajar con una empresa amiga: CATA Internacional. Además de conocer a sus propietarios y muchos de sus empleados, CATA es la única prestadora de servicios regulares desde la ciudad de Mendoza a Las Leñas, todos los días durante la temporada invernal. Sólo en este día partieron desde sus oficinas hacia el centro de skí 20 buses de más de 50 pasajeros cada uno.
Y a las puertas de un rental cercano esperaban los ilusionados esquiadores para retirar su equipo. ¡Observen las largas filas, a las 23:30 de un día a las puertas del invierno!
La larga fila de buses se extendía por 3 cuadtras, ordenados para partir aproximadamente cada un minuto.
Y el nuestro tenía que ser el último...
La expectación, ya a bordo, era grande.
Partimos sin mayores contratiempos, para llegar primeros entre los primeros: salvo quienes optaron por pernoctar en el mismo dominio esa noche, las fotos dan muestra de nuestra premura en el arribo. Literalmente, ¡no había nadie!. ¿La hora?: 06:00
A las 07:00 ya algunos formábamos las filas para adquirir en oficina de venta de tickets el seguro del esquiador, valuado este año por la empresa en $40 (unos 7 euros). El resto del año el seguro está incluído en el costo del ticket. Las ventanillas debían abrir a las 08:00. Los remontes, se habilitarían a las 09:00.
La gente de Las Leñas tomó buena nota de las dificultades que se sucedieron el pasado año (primero en que el día de marcha blanca se cobrara seguro del esquiador), por lo que a las 07:45 ya habían habilitado boleterías, no sólo en la plaza central del complejo invernal, sino también en el portal de entrada. Se aplaude y agradece la iniciativa.
Aquí, los primeros, los más ansiosos.
La bandera flameaba dándonos la bienvenida.
Y ahora era el tiempo de esperar, ya con los esquíes puestos, a los pies de los medios de elevación. Su puesta en marcha era inminente y con ella, el inicio de temporada en Sudamérica.
Inmediátamente pudimos tomar la Aerosilla Vesta, nos situamos en la cota media, donde esperábamos poder presenciar un evento único desde la inauguración de Valle de Las Leñas, 29 años atrás. En efecto, este año se ponía en marcha un nuevo medio de elevación, una silla cuádruple de pinza fija pero con alfombra de embarque, lo que posibilita su operación a mayor velocidad y, dado que la anterior silla era doble sin alfombra, triplicar la capacidad de esquiadores transportados en la zona.
Esta es la flamante Minerva II:
El staff de operación del nuevo medio esperaba ansioso.
Y los esquiadores también.
Se había organizado un brindis para el momento, no obstante lo cual el acto formal de inauguración será a mediados de Julio.
Y el momento se aproximaba.
Un sacerdote especialmente llegado desde la vecina localidad de Malargüe vendijo las nuevas instalaciones, ante el silencio respetuoso y reverente de los presentes.
Y ahora sí, los primeros pasajeros, directivos de la empresa.
Y llegó el turno de los verdaderos protagonistas: los esquiadores. Los primeros en abordar la nueva Minerva fueron obsequiados con presentes de Valle de Las Leñas.
Y fue mi turno. Por fin, para arriba.
A esa altura, si bien apenas estábamos a media mañana, el clima empeoró ostensiblemente, con una molesta nevizca y muy escasa visibilidad.
Lamentáblemente escuché de boca de muchos chicos que era su primera y última incursión en los deportes de nieve. El frío, la altísima concentración de personas en pistas, sumado a que no todos los medios de elevación estaban habilitados, sumado a ello la escasa visibilidad y nula experiencia en la mayoría de los concurrentes, conspiraron contra el disfrute a pleno de lo que suele ser una experiencia inolvidable.
Algunas imágenes de la base. Pueden verse las largas filas de espera que aún se mantenían frente a los medios más aptos para principiantes.
La pista y silla Venus I, un paraíso para principiantes de más de un kilómetro de largo y apenas pendiente. Muy aprovechable en mejores condiciones.
Ya entrada la tarde, la base del cerro se mantenía con buena cantidad de todavía entusiastas nóveles (la mayoría) esquiadores.
Las condiciones de nieve que se encontrarán quienes visiten este domimio en los próximos días serán muy buenas, tal vez mejor en cantidad que en calidad, aunque esta no sea mala.
La hora del retorno se adelantó por las condiciones imperantes. Nadie lo dijo, todos lo sabíamos: el día había sido largo y las condiciones, duras.
Nos despedimos de la pequeña terminal de omnibus de la empresa CATA en Las Leñas. Nos verá volver más de una vez durante la temporada.
Contrariamente a lo que reflejaron medios de comunicación de la región, el temporal no fue intenso. La acumulación nívea durante el tiempo que estuvimos en Las Leñas no superó los 10 cm. Eso sí, durante el regreso ya se había formado hielo sobre la ruta. Y en una de las últimas curvas antes de llegar a zona llana, nuestro bus se cruzó sobre el asfalto.
En apenas unos minutos, una máquina de Vialidad Provincial estaba depejando el camino de hielo para que pudiésemos continuar viaje. Para ello además fue necesario la fuerza de varios brazos dispuestos a ayudar a la bestia mecánica a ponerse en marcha nuevamente.
También habíamos sido de los primeros en emprender el regreso: con nuestro vehículo obstruyendo la calzada, se acumulaban otros por kilómetros. Algunos estuvieron detenidos por más de ocho horas, ya que el nuestro no fue el único incidente por el hielo.
Y por fin, de regreso en la ciudad. Con más de dos horas de demora, pero sanos y salvos. Algunos familiares esperaban con ansiedad y poca información la llegada de sus allegados. Una experiencia ingrata para condimentar la aventura.
27 horas después de haber salido de casa, retorné al hogar. Feliz. Nuestra temporada ya está aquí.