No sólo no os he descubierto nada, sino que desde hace ya por lo menos tres temporadas la personalización de las botas representa el reto más importante de la mayoría de fabricantes a la hora de competir en ventas. Conseguir una bota eficaz y que a su vez sea cómoda, es el objetivo principal. Esta comodidad se fundamenta en adaptar el botín y la carcasa a la morfología de nuestros pies, consiguiendo así una simbiosis perfecta para poder disfrutar con ellas.

Dejando claro esto, trataré aún así de hablar de aspectos que pueden ayudarnos en nuestra relación con nuestras botas. Aspectos que no buscan otra cosa que facilitarnos su elección, su calzado, su uso, su transporte y su conservación. En cuanto a su elección, no pretendo repetir lo que tanto se ha hablado ya acerca del índice de flexión, densidad de los plásticos, ganchos, canting, etc. Sólo quiero centrarme en algo básico, la talla. Parece sencillo ¿no?
Empezaré diciendo que, para mí, el 80% de los esquiadores que he conocido en mi vida (amigos, alumnos, profesores, corredores, etc.) llevan las botas “grandes”. Pienso que cuando nos calzamos por primera vez las botas aún sin abrochar en la tienda, la sensación que debemos tener es de “me van pequeñas”. Una vez calzadas, pegas dos o tres “talonazos” contra el suelo y te abrochas ligeramente los ganchos, y para terminar, lo más importante para mí, haces dos o tres flexiones fuertes de tobillo sin levantar la planta de las botas del suelo para que el pie se mueva ligeramente hacia atrás. Normalmente, tras este ritual, la bota ya no me va tan pequeña como podía parecer al principio de calzarlas, ahora me van justas, y es así como pienso que nos deben ir, como una segunda piel.
Que los pies duelan a consecuencia de las botas no suele ser por culpa de la talla, suele ser por la morfología interna de la bota y de nuestros pies, por lo que el argumento ese de que “mis botas las compro con margen de talla para que no me hagan daño” es para mí un error notable. Esquiar con botas “grandes” es un problema serio en muchos sentidos (seguridad, eficacia, etc.), por el contrario, esquiar con botas justas, y que no duelan, es un éxito. Costando lo que cuestan hoy en día las botas de esquiar, es el éxito lo que debemos buscar y no el fracaso.

A modo de resumen, a mi me gusta que las botas me vayan pequeñas al andar y perfectas al esquiar, pero repito que esto es sólo mi opinión.
En cuanto a su uso, también se ha hablado mucho, y me gustaría resaltar algún aspecto que considero importante. Por ejemplo abrocharse los ganchos progresivamente de abajo a arriba; no olvidar nunca la cincha de velcro (strap) ya que para mi representa “el quinto gancho”; cubrir la bota con la polaina interna del pantalón; a la hora de secarlas, si nos da pereza sacar el botín, o no tenemos artilugios varios para su secado, podemos colocarlas cerca de una fuente de calor, no sobre la fuente de calor (corremos el riesgo de “fundir” el plástico o de modificar su forma y estructura), y por encima de todo, nunca dejar las botas en el maletero del coche o del autobús. Si se nos han olvidado allí, hay que vencer la pereza e ir a por ellas para que duerman calientes, sino hacemos esto, a la mañana siguiente es probable que nos encontremos con dos pedruscos de hielo con forma de botas de esquiar (la humedad del día anterior se congela por el descenso de las temperaturas durante la noche).
En cuanto a su trasporte, son muy conocidas las bolsas para botas, pero para mí, representan una bolsa más de todas las que hay. Si no queremos contar con esta bolsa, es ya un clásico unir las dos cinchas de velcro y colgarlas del hombro o de nuestra mochila.

Referente a su conservación entre temporadas o largos periodos de tiempo, yo personalmente saco el botín para secarlo perfectamente, y limpio y seco con papel de cocina la carcasa por dentro. Para terminar suelo aplicar un poco de vaselina a las juntas de plástico de la puntera de nuestras botas para ayudar a que mantengan un buen nivel de aislamiento.

Por último, es mucho el dinero que cuestan unas buenas botas de esquiar como para descuidar todos los detalles. Pienso que hay que tomarse el tiempo necesario en probarse, comparar, consultar, etc. a la hora de tomar decisiones sobre algo tan crucial como nuestras botas. No dejéis de probaros dos tallas de la misma bota para comparar sensaciones y no olvidemos nunca que las botas son para esquiar, y es esquiando donde tienen que ir perfectas, no caminando. Debemos recordar que cuando nos probamos una bota en una tienda, la temperatura en la tienda rondará los 20 grados….nada que ver con el clima en la montaña, por lo que debemos contar con que en la nieve serán sutilmente más duras que en la tienda.
KonaYuki
Fer