Existen reportajes que llevan al lector más lejos de lo habitual. Hay riders que buscan sensaciones más fuertes que el simple descenso de una pala virgen y hacen realidad sus sueños. Encontramos destinos donde el camino es lo que importa y no lo que hacemos por él. Horizontes donde resplandecen montañas místicas, en las que conviven monjes y dioses. Lugares a los que sólo podemos acceder gracias a nuestro esfuerzo físico ya que las carreteras y los caminos se transforman en polvorientos senderos.
El relato de estos cuatro aventureros de nuestro tiempo nos ofrece otra forma de viajar y otra forma de ver el esquí.
Texto y fotos por Christophe Margot
“Se escucha una larga letanía en uno de los monasterios de Kaza. En su interior: varios monjes budistas organizan una “puja”. Dos esquiadores extranjeros están por venir al valle, ¿serán bienvenidos por las divinidades?
Pero por suerte para nuestro equipo, la ceremonia ha sido positiva y los dioses nos han sido favorables. Por lo que seremos bien acogidos en el valle de Spiti.”
Nuestra aventura empezó en el aeropuerto de Nueva Deli, allí se reunió nuestro equipo al completo. Los miembros de la expedición eran: Vivien Dotti en Snowboard; David Allemoz y Seb Collomb-Patton como esquiadores; Fred nuestro guía francés emigrado a la India; nuestro incansable Daniel Lafarge, el instigador de nuestro proyecto; y yo mismo, vuestro narrador.
Si los dioses del valle de Spiti estaban con nosotros, no pasaba lo mismo con colegas de la capital que brillaban por su ausencia. Daniel recibió en el aeropuerto su bolsa completamente destrozada, con lo que quedaba de sus botas de esquí en el interior… ”¡welcome to India, Baba!
Pero para nosotros no había tiempo ni para reclamaciones inútiles, ni para turismo en la ciudad. A la salida del aeropuerto nos esperaba un minibús que nos conduciría hasta Shinla, la ciudad de verano del antiguo gobierno colonial inglés. Al cabo de doce horas, por fin, llegamos a esta ciudad que se encuentra a 2130 metros de altitud y que ofrece un panorama excepcional. Desde ella pudimos vislumbrar los primeros picos nevados que la rodean.
Un descanso de 24h nos dio la posibilidad de aclimatarnos un poco y visitar el lugar. Pero, sobre todo, Fred se pudo organizar para que Daniel tuviese un par de botas nuevas, un amigo que pasaría 10 horas en autobús para traerlas -¡más rápido que DHL!-
El domingo ya estábamos de nuevo en la carretera, dirección: Saraban allí pasamos la noche en el templo de Bhimakali. Fue la ocasión de celebrar el cumpleaños de Seb, que se había traído algunos productos regionales propios para el momento. A la mañana siguiente nos reunimos todos después de una noche un poco movida, justo antes de dormir, nos contaron que en este templo construido en el siglo XIX, se hacían sacrificios humanos por lo que nos aliviamos al ver que estábamos todos. Y decidimos volver lo antes posible a la ruta.
Nos adentrábamos cada vez más por estrechos valles, bordeando precipicios de vértigo. Frecuentemente el camino se encontraba cortado por desprendimientos de tierra, dejando a penas el paso para un 4X4. Después de diez horas de camino, llegábamos a Rekong Peo, un pequeño pueblo donde no había nada que hacer, pero por él que teníamos que pasar para sellar los visados de paso. Así que nos sumergimos en los meandros de la burocracia India -¡o mejor dicho en la inexistente burocracia India!-.
Dejamos que lo arreglase todo Fred, ya que está curtido en este tipo de trámites. Mientras tanto, nosotros, tenemos por misión encontrar un fotógrafo local que nos hiciera una foto de pasaporte.
Cuando, por fin, lo encontramos, éste lo solucionó de forma muy simple. Como no había electricidad en el pueblo, nos puso en plena calle con una tela de color rojo de fondo y sacó las fotos a plena luz del día, al estilo indio: “¡nunca hay problemas, pero todo siempre es un poco complicado!”
Así que con el visado en mano y después de cuatro días de viaje, decidimos quedarnos dos jornadas en el pueblo de Kalpa, justo antes de la entrada al valle de Spiti. Aunque, sobre todo, fue una parada obligada que permitió a los obreros indios a limpiar los 21 km de rocas que bloqueaban la carretera tras una avalancha.
Después de una noche especialmente fría en el hotel, incluso el agua de baño acabó congelada, decidimos calzarnos los esquís para hacer un poco de randonnée por la zona. Unas horas de aproximación y un descenso en una nieve algo podrida, bastó para hacernos felices.
Frente a nuestra bajada se encontraba el monte Kinnaur Kailash, culminando a 6050, que según las leyendas hindúes albergaba la residencia de Shiva(tercera gran divinidad india y Dios de la destrucción). Por lo que era mejor no enfadarlo, si queríamos seguir nuestra aventura sin problemas.
De vuelta al hotel, varias buenas noticias nos esperaban. La primera era que el camino hasta el valle quedaba bloqueado solo sobre 8 km, por lo que podríamos salir el día siguiente. Además, nuestro guía se encontraba en Rekong Peo y la carretera de acceso no estaba cortada. Así que Fred y Lotey se fueron a buscar unos cuanto portadores y dos Jeeps para salir al día siguiente. Por la noche lo celebramos con algunas cervezas locales y alguna canción antigua.
A la mañana siguiente, después de otro exhaustivo control de aduana y cuatro horas de 4X4, nos encontramos con el primer corte de la carretera. Aunque, más que un corte, era más bien el desprendimiento de una cara entera de la montaña que bloqueaba la vía. Así que llego el momento de salir de los autos y empezar a caminar. Los portadores se repartieron la carga y nos adentramos en un complicado meandro de rocas. Estos indios nos dejaron sin habla llegando a cargar hasta 40 kilos por persona. Pero todavía nos sorprendieron más cuando un portador se quitó los zapatos y empezó a caminar por la nieve en calcetines. Según él, los calcetines le proporcionaban más adherencia que sus zapatos sin suela.
Mientras caminábamos, veíamos a los lejos otra avalancha que cortaba el camino. Sin embargo nuestro guía Lotey nos afirmó que después de ella nos esperaban unos vehículos que nos llevarían hasta el pueblo. Así que nos subimos en un Pick-Up y un Jeep que nos condujo en dirección a nuestro destino final: Tabo. El camino era sinuoso y pasaba por varios collados rodeados de algunos de los picos más altos del mundo -simplemente, un espectáculo majestuoso- Pero, como siempre, cuando pensábamos llegar un nuevo desprendimiento de terreno nos bloqueó la vía, llevándose la carretera al abismo del valle.
Por suerte, allí se encontraba el ejército que construyó una tyrolina para pasar el equipo y los hombres al otro lado del valle. Allí nos esperaban otros dos Jeeps con las que acabamos el último tramo.
Después de un último control oficial, habíamos llegado a Tabo. Esa noche dormimos en un antiguo monasterio y, mientras descansábamos en nuestros sacos, percibimos que por fin estábamos en nuestro destino: el valle de Spiti. También nos fijamos en la increíble organización de Fred y Lotey. Ellos habían organizado todos los transportes, en una zona donde ni los móviles ni Internet existen. Por lo que hay que espabilarse a la antigua. En el monasterio los monjes nos prepararon un plato de arroz que comimos en el mismo suelo y nos quedamos echados en nuestros sacos soñando en nuestro fabuloso día de aventura.
Al día siguiente, viajamos a Kazah, la capital del valle. El sol lucia radiante y los paisajes seguían siendo suntuosos. Prolongábamos el río por el centro del valle y estábamos rodeados de montañas nevadas. Cruzámos pueblos y veísmos a los nativos caminando por sus senderos.
Una vez en Kazah, descargamos el material, en el hotel de Lotey. La vista de nuestra habitación es simplemente preciosa. Un mar de montañas blancas y a lo lejos en el flanco de una ladera se dibujaba el monasterio budista de Kee. ¡un decorado digno del señor de los anillos! Aprovechamos para hacer las primeras localizaciones rápidas y preparamos nuestro material para la jornada siguiente, ansiando nuestro primer ascenso.
Pero el sábado, los dioses no lo vieron con los mismos ojos. Así que los esquís y los snowboards se quedaron en sus fundas. Puesto que la nevada y el viento hacían imposible cualquier escapada. Aunque después de tantos días en 4X4, cualquier excusa fue buena para dar una vuelta por el pueblo. Siempre nos extrañamos del cariño y la hospitalidad de la gente. Estos nos invitaban a pasar a su casa o a visitar algún lugar. Lo que demuestra que la bondad de la gente suele ser inversamente proporcional a la crudeza del clima.
Al fin llegó el día “D”, tan y tan esperado. Llevábamos tiempo soñando con esquiar por las pendientes del valle de Spiti y hoy lo íbamos a cumplir. Nuestro primer objetivo fue una pendiente suave con una formación montañosa en forma de arista de tras fondo. Además, venía a morir a los pies de un pueblo que se componía de apenas cuatro casas.
En cuanto pasamos los primeros desniveles, nos dimos cuenta de que el valle estaba a más de 3500 m, por lo que avanzábamos ganando metros con un gran esfuerzo físico. Así que, después de cinco horas de ascenso, cuando encontramos un pequeño plano Daniel Lafargue y yo decidimos instalar las cámaras. Mientras, David, Seb y Vivien siguieron subiendo, buscando por dónde trazarían sus líneas.
“Arriba los riders. Enfrente esta formación rocosa de fondo. Y abajo el valle de Kazah. Ya estaba puesto nuestro decorado en el Himalaya…–¡silencio que rodamos!-… Sobre las pendientes vírgenes: Seb, David y Viven fluían, dibujando largas curvas. ¡Todo se convierte en armonía!”
Toma tras toma, descendimos hasta el pequeño pueblo. Allí nos esperaba un pequeño comité de bienvenida constituido por los adultos. Pronto se sumarian los niños. Quienes, ávidos por probar nuestro material, se abalanzaron encima y se pusieron a descender por las pendientes del pueblo. Incluso nos sorprendió la dedicación de estos aprendices esquiadores. En cuanto a nosotros, después de jugar unas horas con los niños, volvimos cansados a nuestro hotel. Necesitábamos descansar si queríamos subir más al día siguiente.
El domingo conseguimos llegar a una zona preciosa. Por lo que nuestro segundo día de riding fue fantástico, aunque nuestra sorpresa al llegar al pueblo fue encontrarnos con el club de esquí local. ¿Quién hubiera pensado que había un club en este remoto valle indio?
Pero ellos subían incansablemente los desniveles para lanzarse, tan pronto llegaban. Todo su material era de los años setenta y provenía de Manali. Nos pasamos con ellos toda la tarde tomando el té y hablando de material y de técnica, como buenos apasionados del esquí.
Una pena había llegado nuestro último día, así que aprovechamos para visitar el templo de Kee. Fue nuestro último aliento de tranquilidad antes de preparar nuestras maletas y emprender el camino de vuelta. De nuevo sumergidos en los atascos de Nueva Deli, nos venían a la mente las imágenes de la gente sonriente y acogedora, las pendientes vírgenes o la aventura del camino para acceder al valle de Spiti. Por lo que más que un viaje de esquí, fue un viaje en el tiempo.
¡Agradecimientos a Lotey, Fred Weick y Daniel Lafargue sin los cuales nunca hubiese sido posible este fabuloso viaje!
Himalayan Extrem Centre
Frederic Weick
Phone (0091) 98161 74164
Email: HECindia2005@yahoo.fr
Web site: www.himalayan-extreme-center.com
Lotey
Email: Loteykaza@yahoomail.com
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