Texto y fotos de Raul Diez
Mt Olympus. Cuando a un freerider se le escapa una tímida sonrisa y le brillan los ojos hablándote de un lugar con tal nombre, no lo puedes dejar en el olvido. Durante todo el tiempo que estuvimos en Nueva Zelanda, no hubo un solo día que no nombrásemos aquel lugar. Debíamos ir a conocer la morada de los Dioses helenos en las antípodas.
Avanzamos treinta kilómetros por un camino de grava hasta una verja que delimita el terreno al que vamos a acceder. Inhóspito y abandonado, no acabamos de creer que unos kilómetros más arriba hayan facilidades para esquiar. Toca aparcar la autocaravana y esperar haciendo dedo hasta que alguno de los pocos valientes que subirán, nos suba también a nosotros.
La ‘carretera’ como le llaman ellos, es un camino forestal bastante deteriorado. Subimos con un 4×4 propiedad de Markus, el único pistero de la montaña. Un Suizo afincado los veranos en Mt Olympus y que nos hace una pequeña introducción del lugar mientras observamos con el rabillo del ojo el vacío por el que avanzamos.
Es un ‘club field’, un lugar mantenido por los propios ‘locales’ que aportan una cuota. El terreno está alquilado a un pastor de la zona durante los meses de invierno. Los locales, dependiendo de la cantidad que aportan, ayudan a su mantenimiento, intendencia, obras durante el verano, etc. Un club social donde cada uno aporta lo que puede.
Una vez aparcamos el coche, se levanta un circo glaciar, con un refugio levantado a media montaña. No hay retracks ni snowparks, solamente varios ‘nutcrackers’, un remonte al cual te has de enganchar estrangulando la cuerda. Simple y efectivo. ¡Como nos gusta!
Nada más llegar al refugio, no sabemos que ocurre para que se respiren unas buenas vibraciones extrañas de describir. Calma, buen rollo, tranquilidad,…varios son los adjetivos que se nos ocurren cuando nos reciben con te, galletas y fruta fresca. Un buen reconstituyente para salir a la montaña a buscar líneas.
El ‘nutcracker’ no llega a la mejor zona, ni mucho menos. Una vez estás arriba comienza lo mejor. Miras a tu alrededor y vía libre. El Mt Olympus, la Sphynx y Little Alaska están esperando que alguien les abra traza. Subimos Sphynx. Se hizo algo tarde y a media subida se comienza a poner el sol, lo que permite gozar de una bajada por un valle naranja espectacular.
Una vez en el refugio, las conversaciones sobre lugares paradisiacos donde continuar buscando polvo se suceden, mientras sorbemos un te con galletas y nos deleitamos mirando las líneas en la montaña a través de los ventanales al lado de la chimenea.
La noche cae y la luna llena aparece majestuosa iluminando todo el valle. De repente se levanta Markus y varios voluntarios del refugio. Se dirigen hacia el exterior y con una amplia sonrisa nos invitan a todos los que morábamos el refugio esa noche a salir a esquiar bajo la luna llena. No damos mucho crédito a lo que está ocurriendo aunque nos calzamos las botas y salimos al exterior.
Poner el ‘nutcracker’ en marcha no es tarea difícil. Simplemente dar el contacto del motor de tractor que da movimiento a la cuerda y listo. Así que, con el ‘Riders on the Storm’ de fondo nos ponemos a hacer bajadas bajo la luna llena en un ambiente mágico que en ocasiones parece una reunión de brujas con esquís fat en vez de escobas.
El día siguiente se levantó temprano ya que había que explorar varias líneas que vimos el día anterior. De primeras nos dirigimos a la zona conocida como Little Alaska. Una cresta encarada totalmente a Sur, donde salían varias líneas de fácil acceso. Caen un par de couloirs con una nieve polvo compactada…en agosto!
Ya solo quedaba Mt Olympus, la montaña que da nombre a este lugar. El acceso es más largo, aunque sin gran dificultad, lo que te permite levantar varias veces la vista y darte cuenta de la majestuosidad de los Alpes Neozelandeses. Contrastes entre verdes, blancos azulados, marrones, y montañas que se levantan de cero sobre un valle que sigues con la mirada hasta que desemboca en el mar.
Bajamos por el couloir central y una vez abajo nos felicitamos por el día redondo que había salido. No habían caído kilos de powder ni mucho menos, pero en el freeride no siempre es estar esquiando con snorkel, sino que controlar todo tipo de nieves en una misma bajada puede dar una satisfacción similar.
De regreso en el refugio, nos sumergimos en el, según ellos, jacuzzi más alto del hemisferio sur, y desde ahí repetimos el ritual vespertino: hablar sobre nieve, montaña, lugares paradisiacos donde encontrar powder y deleitarnos con nuestras líneas y las de los demás mientras cae el sol.
Así acabó nuestro trip a Mt Olympus. De regreso a la motorhome comienzo a pensar sobre lo acertado del nombre y de la suerte que he tenido de experimentar un lugar así con buenos amigos. Sin duda visita obligada en Nueva Zelanda.