La alegación presentada por el Ministerio de Medio Ambiente, cuya titular es Cristina Narbona, contra el proyecto de estación de esquí en San Glorio es todo un exponente de cómo quedar mal con todos y no solucionar nada.
Lógicamente no era ése el objetivo de la ministra, sino el de ganarse un tanto ecologista fácil, sin implicarse más de lo necesario y creyendo amonestar a un gobierno regional rival, el del PP en Castilla y León. Pero lejos de esta finalidad, Narbona ha demostrado su torpeza.
La alegación ministerial contra el proyecto de San Glorio contraviene el Plan Oeste, en cuyo punto 38 los socialistas se comprometían a promover esta iniciativa deportiva.
Contraviene el acuerdo del Consejo de Ministros, celebrado en León hace un año, y en el que se aprobó este documento programático, que fue presentado por el propio presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, como la síntesis de la acciones a realizar por su Gobierno para sacar de la postración socioeconómica al Oeste de la Comunidad.
Y contraviene todos los pronunciamientos, no sólo del presidente, sino de la práctica totalidad de los dirigentes regionales y locales del PSOE, partidarios del desarrollo de esta estación.
Pero, para colmo, la alegación ministerial, que se limita una escueta carta acompañada de un escrito de oposición presentado por una organización ecologista, ni siquiera satisface, con la seriedad exigible, las pretensiones medioambientales a las que se aluden. En otras palabras, si Narbona cree, como expone, que este proyecto atentará con el oso pardo y el urogallo, limitarse a desear que no prospere -tal como recoge el último párrafo de su misiva- no es el cometido exigible a la titular estatal del Medio Ambiente. Es de suponer que tiene otras vías de presión, intervención y persuasión.