Llevo muchos años trabajando como profesor, entrenador y formador de profesores de esquí, y de vez en cuando le doy vueltas a un tema… ¿Por qué es tan difícil llegar a esquiar bien?
Y supongo que, como en casi todo en la vida, no hay una verdad absoluta ni una sola respuesta, sino más bien un conjunto de ellas, que, en mayor o menor medida, aportan su granito de arena a la respuesta que buscamos…
Dejando de lado el tema económico y logístico (que de por sí darían para un artículo completo), podríamos partir del hecho de que el esquí es un deporte muy complejo técnicamente, y exigente físicamente. (¿No está mal para empezar eh?) A nivel técnico, el esquí requiere movimientos en todos los planos/ejes corporales que , para realizarse correctamente y en el momento preciso, necesitan de la adecuada coordinación y sincronización de todo el cuerpo. Estos movimientos, además, no se realizan en parado en una superficie horizontal y homogénea sino que se realizan mientras nos desplazamos a una cierta velocidad sobre un plano inclinado.
Hasta aquí, casi podría comparar el esquí con otros deportes como el patinaje o el ciclismo… pero sigamos añadiendo componentes a nuestra ‘receta’ y veamos como la cosa va complicándose poco a poco...
¿Y si le ponemos una superficie de deslizamiento cambiante e irregular? Porque claro, a diferencia de un skatepark o de una pista de cemento, la nieve puede ser más ‘dura’ o más ‘polvo’, deslizar más o deslizar menos, las pistas combinan diferentes tipos de inclinación y ‘contrapendiente’, pueden estar bien pisadas o bacheadas, y casi todo ello puede variar en un mismo día de esquí… Esto implica que esa técnica, que ya de partida decíamos que era compleja, debe adaptarse cada día de esquí, cada bajada, cada curva, a la superficie que tenemos bajo los pies…
¿Le ponemos un poco de complejidad añadida? Pongámosle una luminosidad y visibilidad cambiante, porque esquiar bien con un día de sol es complicado, pero ¿qué me decís de intentar esquiar bien con luz ‘plana’ o niebla? Eso ya es harina de otro costal.
Pero no paremos aquí, sigamos desgranando el tema un poco más.
¿Y si hacemos que la elección del material también influya enormemente en el resultado obtenido de la misma ejecución técnica? Porque usar una bota dura o blanda, o un esquí más ancho, largo o de radio más cerrado/abierto implica que los mismos movimientos, la misma fuerza aplicada, proporcionan un resultado diferente sobre la nieve. Y esto, de nuevo, implica adaptación.
Resumen hasta aquí, tenemos:
- Deporte técnicamente complejo
- Que se desarrolla en movimiento (con una velocidad de desplazamiento variable)
- Sobre un plano inclinado
- Sobre una superficie irregular y cambiante
- En un entorno con luminosidad y visibilidad cambiantes
- En que la elección del material influye mucho en el resultado
Y aún queda un punto muy importante:
El esquí es un deporte en que disponemos de muy poco tiempo efectivo de práctica/entrenamiento. Pensemos que para un esquiador de nivel medio-alto, por cada minuto (o dos minutos) de bajada, tenemos 10 o 15 minutos de subida, esto, a lo largo del día implica que a una jornada de esquí completa le sacamos muy poco tiempo real de esquí. Hagamos números muy ‘generosos’. Digamos que un esquiador medio aproveche un tercio del tiempo efectivo sobre los esquís, unos 20 minutos por hora, y que esquíe en una jornada unas 5 horas (no contamos tiempo de bar, descansos, etc.). Con esto tendríamos 100 minutos reales de esquí en una jornada. Si suponemos que aprovechamos todos y cada uno de esos minutos (otra asunción más que generosa) para entrenar y trabajar nuestro esquí. Y, para acabar, que esquiamos de media unos 15 días la temporada. Esto nos da un tiempo real de ‘trabajo’ en nuestro esquí de 25 horas por temporada (por año, en realidad). ¿No parece mucho verdad?
Ahora, si juntamos por un lado la complejidad intrínseca a este deporte y al entorno en que lo practicamos, y el hecho de que podemos ‘entrenarlo’ tan poco tiempo, hace que, a menos que tengamos un talento natural fuera de serie, cueste MUCHO tiempo (muchas temporadas) y esfuerzo llegar a esquiar bien.
Para otro día dejaremos el debate de qué entendemos por esquiar BIEN (seguro que generaremos debate). Mientras tanto, os dejo la que es mi receta ‘del éxito’:
- Constancia: aprovechar cada día, cada bajada.
- Tener claro el objetivo final: ¿cómo quiero esquiar?
- Entender como funciona el esquí: qué engranajes componen la técnica y como se entrelazan.
- Mejora constante, pequeños pasos que nos acerquen poco a poco al objetivo final.
Resumiendo muy mucho...si queréis llegar a esquiar bien, conseguid un buen profesor/entrenador, y trabajad, trabajad y trabajad.
¡Nos vemos en pistas!
“Aprender, enseñar, divulgar.”
Sam Suarez
Técnico deportivo superior de esquí alpino
Formador de profesores de esquí @FESNEU
Entrenador competición @LMCE