Durante muchos años, costó que el esquiador entendiera de la importancia de esquiar debidamente protegido. Sin ir más lejos, yo mismo durante mucho tiempo me resistí encarnizadamente a llevar casco, decía que era incómodo, que me daba mucho calor, que si esto, que si aquello… Dios mío que tonto era…
En este momento no me veréis casi nunca esquiar sin el casco, ya no concibo el esquiar, y menos aún entrenar, sin llevar la cabeza bien protegida.

Uno de mis cascos Briko, el que uso para Slalom, junto con mis manoplas Briko.
Pero, dicho esto, si como en mi caso habéis llegado a incorporar el casco como un elemento más del atuendo de esquí, pasemos al siguiente punto de la hoja de ruta:
¿Cada cuando hay que cambiar un casco para que siga siendo una protección real y efectiva?
Pensad que la solvencia de un casco en caso de accidente depende en gran medida de la integridad del mismo, y, si durante años el plástico ha estado días y días a la intemperie, pasando muchas horas bajo el sol, o azotado por la nieve, o sufriendo continuos cambios de temperatura, y, además, nos hemos dedicado a darle uno y mil pequeños golpecitos y arañazos… Entenderéis que la cosa pinta mal, ¿no?
En varias ocasiones he tenido conversaciones serias con mis corredores para indicarles que no podían seguir usando un casco determinado, o bien porqué ya mostraba signos de deterioro, o, directamente porqué estaba roto.
La realidad, es que, igual que pasa con los cascos de moto, deberíamos ir renovando el casco cada cierto tiempo y vigilar ‘muy mucho’ con los golpes que este recibe.
Otro de mis cascos Briko, esta vez el de Slalom Gigante.
Este año Rossignol ha mejorado sus cascos pensando en la resistencia a esos impactos de baja intensidad: ha integrado lo que han decidido llamar la tecnología 'Impacts' en su gama. Esta tecnología se desarrolla a partir del polipropileno expandido (EPP), un material que resiste múltiples impactos leves brindando así una protección más duradera de la que ofrecen los materiales habitualmente usados hasta ahora:

Cascos Rossignol con la nueva tecnología Impacts.
Visto esto, seguro que todos veis muy claro que los cascos no son ‘para siempre’ como algunos parecen creer…
Ahora, cada cuando renovarlo es siempre difícil de determinar. La ‘fecha de caducidad’ de un casco dependerá en gran medida de la cantidad de días de esquí que hagamos por temporada y de lo bien o mal que lo ‘tratemos’ pero, lo que es seguro, es que después de un accidente fuerte o de un golpe contundente, deberíamos renovarlo.
Mi consejo, si me lo aceptáis, es que apliquéis un poco de sentido común, y penséis que en caso de accidente, que el casco sea de calidad y esté en buenas condiciones, puede suponer la diferencia entre un susto (de mayor o menor medida), o algo mucho más grave.
¡Pensad en vuestra cabeza, renovad vuestro casco!
Winter is coming!
Sam Suarez,
Técnico deportivo superior