En mis artículos muchas veces hablo de eficiencia y eficacia aplicadas al esquí y, pensándolo un poco, me he dado cuenta que quizá nunca me he parado a definir y explicar estos conceptos...
Empecemos con las definiciones:
-La eficacia mide la consecución de un objetivo, es decir, ser eficaz indica la capacidad de realizar lo que nos proponemos.
-La eficiencia no mide solo la consecución de un objetivo sino también la manera en que este se consigue, la relación entre los recursos utilizados en un proyecto y los logros conseguidos.
De esta manera y si nos ponemos un ejemplo, si nuestro objetivo o propósito mientras esquiamos es hacer una curva para cambiar de dirección, hacer una curva en paralelo derrapado será eficaz (conseguiremos nuestro objetivo), pero en la mayor parte de los casos no sera la opción más eficiente ya que deberemos gastar más energia y el resultado obtenido no será optimo si, por ejemplo, lo comparamos con una curva conducida (y medimos el resultado en términos de velocidad y trayectoria resultantes).
Simplificando mucho podríamos decir que como mejor sea nuestra técnica y mayor nuestro abanico de recursos y habilidades, más eficiente será nuestro esquí ya que seremos capaces de obtener un determinado objetivo invirtiendo la menor cantidad posible de energia y obteniendo el resultado más óptimo posible.
De hecho, si lo pensamos un poco, en gran medida, el aprendizaje del esquí (como de tantas otras cosas) se basa más en ser eficaces que en ser eficientes. Pongamos un ejemplo, a un profesor que está enseñando a un alumno a hacer curvas en cuña, lo que realmente le interesa es que el alumno consiga hacer curvas. Aunque el alumno no ejecute perfectamente los movimientos o su posición no sea la más ortodoxa, probablemente una vez asegurado que es capaz de desenvolverse de manera eficaz en un amplio rango de situaciones el profesor dará por cerrado ese capítulo y pasará al siguiente.
OJO, no quiero decir aquí que esto sea incorrecto, debemos tener en cuenta que muchas veces los ‘deadlines’ temporales a los que nos vemos sometidos los profesores tampoco permiten que estemos 45 horas practicando un mismo movimiento hasta que el alumno lo ejecuta perfectamente. Es más, aunque dispusiéramos de todo el tiempo del mundo (y no olvidemos que el tiempo vale dinero) y tuvieramos un alumno que no se aburriese aún después de estar 5 horas practicando lo mismo, el alumno llegado a un cierto punto pensará que la mejora obtenida teniendo en cuenta el tiempo invertido no es ‘aceptable’. Considerará que el balance esfuerzo/beneficio no es positivo…

Entonces, ¿es posible enfocar la enseñanza del esquí hacía la eficiencia? Yo creo que es difícil pero se debe intentar. Probablemente se trata de cambiar un poco de mentalidad y no ‘conformarnos’ con llegar a un cierto nivel sino buscar siempre la excelencia en cada una de las etapas de nuestro aprendizaje, buscar la mejora día a día desde la humildad y el trabajo duro.
Volviendo a los términos iniciales de este artículo, creo que tanto alumnos como profesores debemos entender la eficacia como un objetivo intermedio absolutalmente necesario en nuestro aprendizaje, pero, por otro lado, no debemos perder de vista que el objetivo final, si queremos llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, debe ser siempre la eficiencia.
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Sam Suarez,
Técnico deportivo superior