La referencia para todo amante del esquí, es ser un esquiador “fino”. Ese es el objetivo y el deseo generalizado de quienes practicamos este deporte.
Por contra, no es así en el caso de los snowboarders, donde la referencia para ellos siempre ha sido quien es más “frikie” (excéntrico) y quien mejor rula haciendo filigranas en una pista normal, sobre los raíles, o por fuera de pista.
Pero retomemos lo nuestro. El llegar a ser un esquiador elegante, con una posición bonita, y que sea capaz de realizar virajes redondeados, es a lo que la mayoría de esquiadores aspiramos ante todo.
Este objetivo es loable, al tiempo que debe ser uno de nuestros propósitos, puesto que quien esquía fluido y con estilo, suele ser quien mantiene un control absoluto de la situación y muestra una placentera mirada a quien se deleita mientras le observa.
Sin embargo, en las estaciones existen esquiadores que realizan numerosos “aspavientos” totalmente innecesarios cuando deslizan. Es un fenómeno conocido como “viraje madrileño”, “viraje Valdesquí”, “viraje zaragozano”, “viraje chulito” o calificado bajo cualquier nomenclatura de una larga lista dependiendo de la zona en la que nos encontremos.
En realidad se trata de esquiadores que suelen tener buen nivel, dado que esquían por todo tipo de pendientes, nieves, siendo y situaciones, y esto seguramente sea más importante que la tan deseada finura y elegancia.
Bastaría como ejemplo con recordar al gran ex corredor de esquí alpino Bode Miller, quien esquiaba asimétrico y retrasado, pero mantuvo una larga época de esplendor ganando hasta 33 pruebas de Copa del Mundo en todas las disciplinas. Parece increíble. Pero tiene una obvia explicación, pero hay que meditar. ¿Quien entendemos que tiene mayor nivel? ¿Alguien que no esquía bonito pero tiene un control absoluto en cualquier situación? ¿O por el contrario alguien que esquía “fino” pero siempre lo hace de la misma forma invariable y en una situación concreta bajando fluidamente por pistas nada complicadas?
He ahí la cuestión...
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Y sin aburrir al personal, claro. 
Una subida en el telesilla da para fijarse, es muy entretenido y hasta instructivo.