El doble clavado (aun sin tocar la nieve) ayuda cuando se va al límite o ante una pérdida de equilibrio ya que facilitará la recuperación de la centralidad.
También se utiliza en competición por todo lo citado y por su acción resultante de aceleración.
Practicarlo en cada viraje, o en uno de los virajes (acción asimétrica) mientras esquiamos habitualmente, exige más movimientos innecesarios y antiestéticos.
A favor del doble clavado hay que decir que se puede aprovechar como ejercicio auxiliar para corregir algún vicio o defecto.
Los bastones de carbono, al tener un peso más bajo, quizá no cumplan correctamente su función de ayudar a la proyección. Sin embargo, por su masa y por su menor roce contra el aire, minimizan los instantes utilizados en adelantar el bastón.
Finalmente será una cuestión de gustos.
Se puede plantear la duda de que para facilitar la proyección sería más efectivo y natural empujarse clavando el bastón contrario. Sin embargo, esto sería excesivamente incómodo tanto por la posición del esquiador como por la de sus bastones al final de la curva. Además, se ha indicado que ha de ser sólo el gesto y esta acción sería propulsarse con él.
Otra observación es que agarrando la empuñadura con toda la superficie de la palma y adaptando consecuentemente la anatomía de forma natural a lo largo del viraje, se está ganando angulación inconscientemente .
Algunas indicaciones técnicas:
A mayor inclinación de la pista más "adelante" hay que clavar.
A mayor velocidad menor necesidad hay de clavar el bastón y más molesto se transforma, pero sí de lanzarlo para crear la reacción que permite mantener la centralidad.
Apoyarse arrastrando el bastón durante la curva es motivo de llevar más peso en el esquí interior. Sirve como una manera de solventar ese fallo que en realidad debe ser corregido angulando.
* Por otro lado es erróneo pensar que con los brazos rectos y tensos se consigue un clavado eficaz.