Los bastones son la prolongación de las extremidades superiores hasta el suelo. Como resultado equilibran y facilitan los desplazamientos.
Es posible que un debutante antes de ponerse los esquís los vea como un inconveniente, pero seguro que cuanto tenga todo su material acoplado los agradecerá, ya que le proporcionan estabilidad y seguridad.
Practicando el clavado en cada viraje se consigue que sea un gesto inconsciente que:
- Marque el ritmo de la curva y el radio de viraje
- Ayude a mantener la centralidad
- Facilite la proyección hacia el siguiente viraje
- Equilibre en el momento del inestable cambio de cantos
En este último, es decir, cuando los esquís deslizan planos y el esquiador se encuentra en su máxima extensión, es el punto de máxima inestabilidad de las tablas debido a su geometría que está expresamente diseñada para disfrutar sobre los cantos. Por ello y gracias a éste tercer punto de apoyo (las veces que realmente lo haya) habrá menos peso sobre los esquís corriendo así un menor riesgo de que estos se enganchen o encarrilen ya que surcarán menos la nieve.
Si además se mantiene la postura elemental de los brazos, se dispondrá de mayor capacidad de reacción ante cualquier desequilibrio además de una mayor estabilidad.
El bastón se debe clavar en ángulo recto o un instante después de que este supere la perpendicular a las tablas en el transcurso del retorno hacia atrás. De esta forma se evitará el incómodo choque contra él.
No se debe apoyar el peso sobre el bastón; tan sólo marcar la clavada para disponer de una referencia sobre la situación en el espacio respecto a la base. La técnica de referencia es haberlo llevado lo suficientemente adelante como para hacer un pequeño gesto de la muñeca hacia abajo. Así se evitan movimientos inapropiados como bajar el antebrazo.