Para los aficionados al esquí que no vivimos cerca de la montaña, el viaje hasta la nieve nunca ha sido fácil. Algunos de mis primeros recuerdos relacionados con el esquí están íntimamente asociados a largas horas de coche desde Barcelona por carreteras nefastas. Sin embargo, recuerdo esos viajes como algo bastante divertido, ya que mi madre era capaz de cantar a voz en cuello cualquier cosa, de los Beatles a Brassens pasando por canciones populares en castellano, francés y catalán: eso sí, con la característica común de una falta de oído notable. Quizá eso lo hacía todavía más divertido. O de contarnos con todo lujo de detalles el argumento de cualquiera de las muchísimas novelas que había leído. Todo ello amenizado con bocadillos a la ida y exquisitos manjares desconocidos en la España del momento –si el viaje había sido a Andorra‐ tales como galletas o chocolates franceses a la vuelta.
Pero antes del coche, en los años cuarenta, mis padres habían pasado por eternos viajes en tren, si el destino era la Molina, en autobús, si era Benasque. Tras obtener el preceptivo permiso policial.
Para terminar con la ayuda de diversas formas de transporte:



O a pie

Puerto de la Bonaigua


Y a en los años cincuenta, el coche de la abuela fue el vehículo más habitual, conocido entre los nietos con el mote de “Merceditas” y de reputado aroma a cebollas.

Obsérvese que el portaesquís es una tira de lona pegada al techo que se ataba por el interior del coche y a la que se sujetaban los esquís con gomas elásticas.


Puerto d’Envalira, Andorra. Grau Roig

Grau Roig, Andorra

Yo aparezco en los años sesenta; el coche es un Packard que todavía recuerdo vagamente. Y el viaje era más corto, ya que durante unos pocos años vivimos en la Seu d’Urgell.

Pero a los pocos años tuvimos que viajar desde Barcelona, esa vez con todo tipo de utilitarios.
La Molina, 1966 – Probablemente, mi primer día de esquí.

Ahí está el Dauphine, un Citroën del que sólo recuerdo que era de color rojo desvaído y que el asiento posterior no terminaba en ángulo recto sino que tenía las esquinas muy redondeadas. De modo que a las pequeñas nos tocaba sentarnos junto a las puertas, medio en el aire. Las cuatro niñas íbamos muy apretujadas, pero no recuerdo que nos peleáramos ni la mitad de lo que discuten mis hijas, que son sólo dos.
Otra vista de Grau Roig, Andorra, casi idéntica a la anterior y a la siguiente. Aquí el portaesquís sigue siendo una cinta de lona un tanto precaria.

Aquí el mítico Seiscientos de mi madre. Cuando llovía, había que achicar agua por la ventanilla.

Otra vez Grau Roig, años setenta. La de la derecha, con un gorro horrible, soy yo. Y la ladera de detrás está ahora llena de pistas.

Lo único que no ha cambiado es la montaña…. Y el Mini.

Si no recuerdo mal, la carretera hasta los remontes (había sólo 3) no estaba asfaltada. Y no era nada fácil llegar.


Y de regreso a casa, otra vez los seis en el coche, esta vez un Morris 1.300 que a mí me parecía precioso. Cargado con seis personas y seis pares de esquís.
Aquí, camino a Llessuí, años setenta:

Aunque algunas veces había que compartir la carretera con otros animales

Y con esos cacharros que bien poco tenían de vehículos todo terreno subíamos y bajábamos por carreteras pésimas en un viaje desde el Pirineo hasta Barcelona que tranquilamente duraba cuatro, cinco o más horas, ya que no había ni un centímetro de autopista. En realidad, no sé ni cuánto rato tardábamos ni me importaba demasiado. Eran también buenos momentos, parte de un ritual de iniciación necesario.
Pero antes del coche, en los años cuarenta, mis padres habían pasado por eternos viajes en tren, si el destino era la Molina, en autobús, si era Benasque. Tras obtener el preceptivo permiso policial.
Para terminar con la ayuda de diversas formas de transporte:




Puerto de la Bonaigua





Puerto d’Envalira, Andorra. Grau Roig

Grau Roig, Andorra



Otra vista de Grau Roig, Andorra, casi idéntica a la anterior y a la siguiente. Aquí el portaesquís sigue siendo una cinta de lona un tanto precaria.

Aquí el mítico Seiscientos de mi madre. Cuando llovía, había que achicar agua por la ventanilla.


Lo único que no ha cambiado es la montaña…. Y el Mini.




