Muchos deportistas han achacado parte de las derrotas o las victorias al material con el que han competido. Cuando un par de esquís, por ejemplo, llega a un corredor de elite, suele llevar detrás un programa de desarrollo que en algunos casos es de años y a veces, difícil de comprender con solo calzártelos para la primera bajada de la temporada. La evolución y por descontado los inventos, que a lo largo de la historia del esquí han nutrido el desarrollo del material ha propiciado que ahora esquiemos con tablas que nos ayudan a girar, que son rápidas, y que no se van por donde quieren cuando esquiamos en hielo o fuertes pendientes, con ropa adecuada para las frías temperaturas y con calzado cómodo y preciso a la hora de transmitir nuestras intenciones al esquí. Algunas curiosidades son dignas de ser repasadas, para comprender mejor dónde estamos y como hemos llegado.
Los esquís actuales se empezaron a definir a mediados del siglo diecinueve. El concepto de diferencia de cotas para ayudar en el giro fue desarrollado más o menos sobre 1840. Fue el Noruego Sondre Norheim quien vio las ventajas de diferenciar las cotas para espátula, patín y cola para girar mejor con los largos esquís de la época. También redujo la longitud de los esquís, pasando de los 320 cm a solamente unos 260cm de nada. Son dos innovaciones que en nuestro moderno mundo, a mediados de los noventa, se volvieron a redescubrir.
Mejoró tanto la forma de girar, frenar y la maniobrabilidad en general que pronto todos sus competidores no tuvieron más remedio que copiar sus ideas, pero durante unos meses, Sondre fue del todo imbatible en las competiciones a las que atendía. La guerra del material había empezado.

Estatua de Sondre en Lillehammer.
A la misma persona se le debe también una mejora sustancial de las fijaciones, ya que dejó de lado la “cuerda vasca” de la época e ideo unas placas laterales que sujetaban la puntera de la bota y por la parte de arriba con una simple tira de cuero. Permitía seguir caminando por la nieve y controlar el giro de una forma mucho más segura.

Una de las primeras fijaciones de finales del siglo XIX
El siguiente paso llegó de la mano de Bilgueri, un Coronel del ejército Austriaco, que a finales del siglo diecinueve patentó una fijación de placa llamada fijación Alberg. Una sujeción clásica de la puntera seguida por una placa metálica a lo largo de la suela de la bota para acabar en un sistema de enganche al talón. Ello permitía darle una rigidez al conjunto que no se conseguía de ninguna otra forma, pero a la vez permitía seguir caminando cuando era necesario ya que la fijación seguía sin estar sujeta por la talonera.

Al mismo tiempo, otro inventor llamado Mattias Zarsky usaba una fijación semejante, pero que sujetaba la placa al esquí a través de un simple gancho. Fue una pequeña mejora, futurista en cierto modo, que no tuvo un seguimiento extendido, ya que los austriacos siguieron usando la Alberg. Aunque hoy en día cueste creerlo, la controversia entre los dos la intento dirimir Zarsky retando en duelo a pistola a Bilgueri, que por suerte, nunca se llevó a cabo.
En los años veinte se empezó a usar la fijación pero ya sujeta al esquí mediante un simple sistema de gancho, que aun permitía caminar si era necesario. Había nacido la talonera, y con ella “el control total”

El nuevo control permitía ya virguerías en los años treinta…
El siguiente paso fue la fijación de cable, que fue mejorando a través de los años, siendo los últimos modelos, las punteras auto pivotantes para cable, que giraban ya sobre su eje, permitiendo al esquí “saltar” en caso de caída. Se acredita a Marker pero no se sabe quien, dentro de la casa, fue el inventor.
A principios de los sesenta se empezaron a comercializar las primeras taloneras o fijaciones integrales automáticas, que ofrecían una protección más idónea de tibias y peronés. Antes, debido a la falta de automatismo, las roturas “en tornillo” eran las más temidas. Inicialmente eran sistemas simples, pero eficaces. Las más apreciadas por los corredores eran las Marker y por el público en general por su fácil manejo, las Tyrolia. También las Look de primera generación estaban bastante extendidas.

Unos modelos de fijaciones Marker de los años setenta.
Al ser fijaciones que “saltaban” en caso de caída del esquiador, había que sujetar de alguna forma el esquí para que no se perdieran por las pistas o sencillamente pararan contra otro esquiador, lo que ocurrió bastantes veces y con fatales consecuencias en algunos casos. Las correas que sujetaban el esquí a la bota eran peligrosas y en muchas ocasiones eran causantes de graves lesiones, cortes o golpes en la cabeza provocados por un esquí sujeto, pero sin control alguno. Con la fijación automática se desarrollo una nueva forma de parar el esquí. Los “stoppers” lograron que el esquí quedara frenado independientemente del esquiador en caso de caída.

Un curioso modelo de fijación de seguridad de principios de los años 50, que permitia sujetar al esquiador sin tener que pasar por una rotura del peroné.

Caída sin consecuencias, gracias a las “modernas” fijaciones y a las correas de sujeción.


La seguridad estaba en mente de todos, y para garantizar la integridad de las tibias y peronés, se llegaron a inventos como este. Funcionaba de forma curiosísima, a cierta presión el esquí se salía de la bota para garantizar que no habrían torsiones oseas indeseadas…. Pero el invento no llegó muy lejos. Había que ser un “master” para atreerse a sacar rendimiento al sistema.
LA VESTIMENTA
Hoy en día a nadie se le ocurre ir con lana a la nieve para una jornada de esquí, a pesar de lo que abriga según nuestras abuelas. Los “Tinsulate”, “Gore”, multicapas, tejidos transpirables, son comunes hoy, si bien llegar a ello ha sido un proceso largo y tedioso y durante décadas muchos esquiadores han sufrido el agudo e insoportable frío un día de viento a tres mil metros de altura, por mucha lana que llevara encima. En los sesenta se hubo un auge importante de las cazadoras de “quilt” para esquiadores, dando unos grados más de calor y protección.
Sin embargo el mundo de la competición iba al revés en algunos aspectos. Les interesaba más la velocidad que la protección. El equipo Alemán de alpino se presento en 1964 con unos jerseys pensados para cortar mejor el viento y de esta forma ser más rápidos. Se le puso una fina capa exterior de plástico a cada jersey en su parte anterior, pero esa capa era del mismo plástico (polietileno) que las suelas de los esquís que llevaban. Tenía lógica, ya que en esa época ya se sabía que ese material era el que menos coeficiente de rozamiento presentaba y el mas impermeable al agua.
Pero había un problema grave. Los corredores experimentaron un aumento de velocidad de un 20%.
Pero no solo se trataba de proteger, sino también de detener a un esquiador que hubiera caído. Los primeros aislantes exteriores eran plásticos y en caso de caída aumentaban dramáticamente la velocidad del esquiador, ocasionándose lamentables accidentes que costaron la vida o graves lesiones a muchos.
Hubo cierto malestar de los esquiadores y la prensa, como no, se hizo eco del problema, obligando a la industria a encontrar dar una solución rápida. Lo lograron añadiendo a estos anoraks y pantalones, capas de tela antideslizante exteriores que solían ir desde el talle hasta las mangas, pero los corredores no querían ser más lentos, por lo que pasaron la capa plástica exterior al interior de la prenda. Había nacido el “windstopper”
Algunos ejemplos de vestimentas.

30’s

50’s

1960

mediados 60’s

70's

80's

2006 ya sin ningún miedo a mojarse!!
Proteger a los esquiadores del frío seguía siendo prioritario y se experimentó con nuevos materiales más confortables para la nieve. De la lana a las cazadoras “quilt”, a los, anoraks rellenos de plumas, artificiales o naturales según para que bolsillos, “Duofolds” como ropa interna, “Windstoppers” en los jerseys “Bogners” de una pieza y llamativos colores rojos y amarillos y verdes, “HCC’s” para para los mas deportivos, “Colmar” para los corredores y los primeros The North Face para los mas montañeros. Tejidos multicapas y transpirables empezaron a ser comunes en las tiendas, volcándose las marcas en insertar “cordura” y otras virguerías para que esquiar fuera más confortable.

Un mono HCC que en su época era un “must”. Te lo pondrías hoy??
En competición, la búsqueda del traje más veloz nunca cesaba. Cuando la Federación Internacional prohibía un nuevo material, los mejores equipos buscaban alternativas. Poco a poco iban surgiendo monos de carreras más elásticos y que se adaptaban de forma perfecta a la anatomía del esquiador. Se usaban tejidos muy impermeables, con los consiguientes riesgos para los corredores. La FIS puso coto a los trajes excesivamente “brillantes” como se conocían en la época. Usaba un aparato que media la cantidad de aire que entraba por la parte delantera del mono y la cantidad que dejaban salir por detrás, requiriéndose unos mínimos para poder ser validados para competición. Otra novedad aerodinámica vino en forma de capuchas en los monos de los corredores de descenso y que se ponían por debajo del casco.

Un corredor de descenso de los 80 con un mono “legal” pero ajustado, antideslizante, y suficiente para no pasar frio
La primera pieza entera o mono de carreras, vio la luz en 1966. Lo llevaba Karl Schranz, para el descenso de Wengen, posiblemente el más prestigioso del circuito mundial. Según sus propias palabras, pasó bastante vergüenza, era negro y brillante y fue apodado como el traje James Bond. Decidió ponérselo solo para la carrera, pero no en el entreno y solo por que le habían asegurado que sería unos tres o cuatro segundos más rápido que el resto de sus rivales: Karl ganó el descenso si bien ha negado siempre que fuera gracias al traje.
LAS BOTAS
No sería descabellado decir que junto a la evolución de la fijación la bota no podía quedarse atrás, y el gran punto de inflexión fue el paso del cuero al plástico. La transferencia de la fuerza al esquí era el verdadero talón de Aquiles del cuero.

Una buenísima bota de competición, cuero y cordones. Lo mejor de la época.

Una bota de cuero evolucionada y ya con ganchos.
Mejorar esta transferencia, más que una evolución supuso una revolución, acabando de forma radical con la clásica bota de cuero frente a la nueva bota de plástico. Las botas de plástico tuvieron inventor. Se llamaba Bob Lange, americano, y a muchos les sonará el nombre, y muchos lo reconocerán, pues seguro que han visto o han esquiado con una bota Lange. El antiguo fabricante de “hula hops” utilizo el mismo plástico que el usado en los juguetes de los niños para hacer las nuevas carcasas.

La primera Lange, plástico con cordones…
El éxito fue tal que si bien los ganchos metálicos de sujeción en la bota de cuero ya eran un hecho, el cuero nunca pudo superar la llegada del plástico.

El plástico y el cuero convivieron unas pocas temporadas.
Era el nuevo confort, esquiar con una bota que es blanda por dentro, gracias al botín interno de cuero y espuma, pero dura por fuera, por su carcasa. Era la transmisión sin fatiga aparente, de toda la fuerza que se quería dar al esquí en los giros. Era esquiar con los pies secos. Aunque los finales de los sesenta y principios de los setenta no están muy lejanos en el tiempo, si que la bota de cuero pasó a ser la prehistoria tecnológicamente hablando. Ya con el plástico instalado en los pies, se pudo empezar a trabajar en serio en el concepto unitario bota-esquí, mejorándose también los esquís.

Las míticas Lange naranjas de mediados de los setenta.
Una novedad importante y avance aun hoy en día vigente, fue el “canting”, o la posibilidad de dar el ángulo apetecido a la bota para que el esquí pisara completamente plano. Al principio era algo muy técnico y solo se veía en los modelos más sofisticados de competición, incorporándose a la producción general y los modelos de botas de gama alta lo han utilizado desde entonces.

El canting de la Dynafit de los años 80
Existe una creencia extendida de que las botas para la carrera más rápida de todas, el descenso, deben ser más duras de lo normal y es totalmente al revés. Suelen ser más blandas que las de slalom, aunque en su apariencia externa no se note. La dureza de una bota de descenso está más cercana a una de alta gama de pista. Hay una pequeña diferencia más. Suele ser ligeramente más baja que la de slalom. Al ser más blanda y baja permite que el esquí encuentre con más facilidad su camino en la nieve sin estar demasiado conducido por una bota más dura.

Bota blanda para la competición mas dura.
Una curiosa anécdota acerca de las botas ocurrida en 1983. Un grupo de corredores y profesores de escuela estuvieron probando diferentes modelos de botas de competición para un test para una revista especializada. A medio test, se sugirió que cada uno esquiara con el par de botas desaparejadas y de esta forma pudiera comparar el comportamiento de cada una de forma independiente. Lo que nunca se han logrado explicar los que participaron en ese test, es que todos y cada uno de ellos realizó mejores tiempos con las botas desaparejadas que con las suyas propias o las ofrecidas por las marcas aparejadas.

Botas futuristas de los setenta… es éxito fue relativo… quizás demasiado atrevidas para el esquiador normal.
LOS ESQUIS
A la largo de la historia los esquís han sufrido retoques en sus medidas según la tendencia o moda de la época. Hasta finales de los ochenta se mantenía un largo de esquís que hoy en día nos parecería exagerado, pero se creía que a esquí más largo mejor control y mejor comportamiento en el hielo. Si bien era cierto, también era debido a las propias cotas de los esquís. Los esquís fueron adelgazando a medida que fueron surgiendo nuevos materiales mas ligeros. La estructura interna dejó de lado el duro “Hickory” para empezar a laminar los esquís. El pino dejó de ser todo el esquí para pasar a ser solo el núcleo, envuelto de diferentes capas de resinas. Se integraron los cantos y se pasó de la suela de madera lubricada con laca a suelas plásticas y mucho más deslizantes.

¿Esquís dejados a secar?
Mejoraron las serigrafías y empezaron a verse dibujos alegres en los esquís y que hoy en día es un porcentaje altísimo de lo que vende un modelo. Los dibujos eran modestos y sobrios al principio, haciéndose cada vez mas estilizados hasta llegar a distinguir gamas enteras por dibujos y colores. Una tendencia que sigue vigente hoy en día pero que nació en los sesenta.

Unos preciosos y sobrios Kneissl de competición de los años sesenta. Los mismos que usó el gran Karl Schranz.

Esquís de los setenta, ya más llamativos.
Fue precisamente en esa década y la siguiente que la industria del esquí creció de forma muy rápida y agrandándose de tal forma que surgieron oportunidades para todos. Algunas marcas sin ningún tipo de tradición en ese mundo sacaron sus propios modelos, en algunas ocasiones solo por prestigio y marketing más que por introducirse en serio en el mundillo. Dunlop tuvo una gama de esquís para complementar sus raquetas. También hubo quien en los años setenta tuvo la ocasión, si el bolsillo lo permitía, de hacerse con unos exclusivos Lamborghini Italianos.



Tres épocas de Lamborghini
LAS DECADAS DE LOS 60 Y 70
A medida que los materiales evolucionaban, el secreto estaba en cómo ir recubriendo el núcleo del esquí que seguía siendo de madera. Las diferentes de unir diferentes capas de resinas resultaba en una elasticidad, dureza, o rigidez anti-torsión, según las pretensiones del fabricante. Nombres como “fibroplastique”, “fiberglass”, “metalique”, “hourglass” y cosas por el estilo empezaron a ser comunes para designar las cualidades de un esquí. Los primeros esquís metálicos en Europa salieron de la factoría ///////////////Dynastar??.
Cada marca tiene sus propios secretos, laminados diferentes porcentajes de diferentes materiales, posición y contra posición de diferentes densidades y rigideces, un mundo complicado, que sirve para conseguir las mismas prestaciones. Un resultado final parecido con infinidad de diferentes caminos.

Fischer

Atomic

Dynastar

Head

Blizzard

Rossignol
Normalmente en esas décadas, para la fabricación de una serie se partía del modelo más largo que se iba a fabricar, por ejemplo 205 cm y a partir de ahí se escalaba cada medida hacia menor. Esta era la forma más común de hacer una serie completa de una gama de una marca, buscando que el esquí más corto se comportara de una forma similar a su hermano mayor, salvando la pequeña diferencia en las vibraciones y torsiones de las diferentes medidas. La precisión conseguida dependía un poco de cada fabricante. Por poner un ejemplo en números, un Rossignol ST de competición, modelo de Slalom gigante, tenía las siguientes diferencias según su longitud:
Para 207cm pesaba 2.12 kg con cotas 87.7-68.0-76.9
Para 200cm pesaba 2.07 kg con cotas 85.9 - 66.9 - 75.8
Para 185cm pesaba 1.76 kg con cotas 83.6 - 64.8 - 73.3
Los números han ayudado a algunos fabricantes, que han dado códigos de comportamiento o dureza. Por ejemplo, Dynamic lo hacía serigrafiando dos números en el patín del esquí que daban la dureza para la espátula y cola. A mayor numeración, más blando era el esquí. Con un mismo modelo existían diferentes combinaciones de flexibilidad.
Los 80`S
Sin prácticamente ningún gran descubrimiento que revolucionara el mundo, los esquís se nutrían de pequeñas mejoras que año tras año marcaban la novedad o la tendencia durante las siguientes temporadas. Es la década de conceptos como construcción asimétrica, bases sintéticas, sistema de absorción de vibraciones, doble densidad interna, cantos de flexibilidad variable, laminaciones orientadas y cosas por el estilo.

El complicadísimo anuncio a dos páginas de revista de los mal llamados Dynastar del Tomate, que no puedo asegurar que fuera por su tecnología de la espátula, pero sí que puedo asegurar que fue uno de los mejores esquís que tuve…
Blizzard fabricaba una serie de esquís “asimétricos” en el que el canto interno del esquí era duro y agresivo y el externo más blando y permisivo, tratando de evitar así los “interiores” que te llevaban al suelo en un nanosegundo. Dynastar tuvo la idea de combinar el “sidecut” (cotas) y el núcleo interno de madera de un esquí de slalom (duro) con las capas estructurales de un modelo de gigante (blando) para poder ofrecer un polivalente de alta gama al público más exigente.
Este tipo de mejoras eran a veces más declaración de guerra entre fabricantes que algo realmente efectivo, pero el marketing funcionaba. K2 serigrafiaba sus esquís de descenso como “Factory Test” pero con un color fácilmente identificable entre sus esquís de venta al público.
Fischer, en una campaña sin precedentes, presentó en los juegos olímpicos de 1976, unos esquís de descenso con la espátula agujereada. Klammer y compañía estaban en su salsa, dando una buena dosis de guerra psicológica a sus contrincantes, ya que ninguna marca pudo reaccionar a tiempo. Ganaron unos Fischer “donut” como se les llamó, pero nadie hoy en día cree que fueran unos esquís superiores técnicamente al resto, ya que un Rossignol quedó en segundo lugar. Fue una estrategia de marketing agresiva, consiguiendo que se hablara de ellos durante años y obligando al resto de marcas a hacer lo mismo. Hoy en día, Fischer ha vuelto a reeditar para sus esquís de competición, el donut en la espátula.

Franz Klammer enseñando sus “donuts” con los que arrasó

Kastle se tuvo que apuntar a la moda, cuando Fischer prácticamente lo estaba dejando.

Treinta años de diferencia entre los de arriba y los dos de abajo. (más o menos)
La suela ha sido una parte importante del esquí. De nada sirve tener un buen comportamiento para cierta nieve si el esquí no es rápido. Los fabricantes encontraron otra vez en el plástico la solución para poder dejar la suela de madera lacada. La solución estaba en el politileno, que era de largo el material más rápido deslizando sobre la nieve, aunque tuvo un rival importante en el “teflón” que también nutre las suelas de miles de esquís.
Hoy en día las suelas de los esquís siguen siendo rugosas, alineadas con micro dibujos que según el fabricante pueden ofrecer diferentes estructuras, en forma de abanico, longitudinal o transversal. Son secretos bien guardados, pero algo sabemos. Una micro rugosidad de la suela tiene más o menos una micra, o 1/1000 de mm. Estas micro rugosidades permiten que el esquí sea rápido. Al deslizar sobre la nieve, se produce una fricción que calienta y transforma la nieve que pisa el esquí. Esta se convierte rápidamente en agua y lo que hace la suela es dejar pasar esa agua de la forma más rápida posible. Por eso en competición los corredores tienen varios esquís con diferentes estructuras en las suelas que combinados con diferentes ceras, le permite escoger el esquí más adecuado momentos antes de salir en carrera. Por jemplo, Bojan Krizaj, corredor de copa del mundo en slalom especial a finales de los años setenta, tenía a su disposición unos veinte pares de esquís preparados por el “skiman” de Elan, que eran exactamente iguales en apariencia, pero divididos en grupos de cuatro pares con un tipo de estructura, cuatro con otra, etc, y con cera específica para cada uno de ellos, según el estado de la nieve. Era el skiman quien decidia que esquí llevaría Bojan en cada bajada. Hoy en dia, es casi lo mismo.
EL MUNDO CUSTOM MADE
Parte del material que se ha usado en competición ha tenido su origen en talleres de particulares, que intentando mejorar lo llegaba de fabrica, llevando a cabo mejoras que o bien solo se aplicaron de forma momentánea para los corredores o pasaron a ser usadas por la industria para la gran producción. Podían encontrarse algunos pequeños talleres que hacían los esquís según petición del cliente, siempre a un precio alto, o producciones de modelos muy exclusivos de algunas marcas, como los “Equipe Suisse” de Rossignol.

Viaje por el tiempo. Esquís competición, menos dos pares, el resto de descenso y van desde mediados de los sesenta a finales de los ochenta. Entre estos pares ha habido por lo menos, dos campeones de España.
En la década de los ochenta empezó a ponerse en práctica la búsqueda más adecuada de esquís por parte de los compradores. Sin llegar a personalizar esquís para cada cliente, el cliente podía a través de un programa informático de la época, introducir una serie de datos como la forma de esquiar, el tipo de nieve más frecuente, la altura, el peso, la edad, años esquiando y lesiones y la maquina indicaba que esquí del mercado era mas apropiado. Algo que hoy en día podemos conseguir de forma fácil a través de internet, en aquella época suponía un verdadero adelanto al futuro.
Las botas personalizadas también tenían su público en el mercado aunque en ocasiones solo para los bolsillos más llenos. Un modelo, las Strolz, se hacían a mano en Austria, usando polipileno para la carcasa en vez de poliuretano. El primero era más dúctil pero a la vez más denso, permitiendo que las carcasas fueran más gordas que las de poliuretano. Se moldeaba con el pie del cliente para un perfecto ajuste. Era pues normal que clientes con pies de números grandes fueran buenos clientes para las Strolz. Se vendían unos trescientos pares al año, solo previa visita del cliente a la pequeña fábrica y por unos cuatrocientos dólares de 1984.
Solo un esquiador en toda la historia del esquí ha logrado ganar en copa del mundo con esquís de fabricación propia. En 1966, Leo Lacroix y Jean-Claude Killy no estaban contentos con el dinero que Rossignol aportaba al “pool” y se desentendieron de la marca. Killy fue a Dynamic y Leo construyó su propio esquí Fue con ellos a los campeonatos del mundo de Portillo y quedó segundo en el descenso y segundo de la combinada. Primero fue Killy. Al año siguiente, Leo y su hermano Daniel construyeron 127 pares de esquís. Cada par tardaba tres días en ser fabricado. En la década de los ochenta, la producción era de 20.000 pares anuales. Durante muchos años, unos exclusivos esquís Lacroix han sido sinónimo de calidad y prestaciones.

Conjunto completo “lacroix”
LOS 90’s
De estos últimos años, un pequeño repaso anecdótico bastará. Las primeras apariciones de esquís “gordos” o comúnmente conocidos como “carving” aparecieron a principios de los noventa y como cualquier novedad radical, fueron al principio mirados con reserva por una gran parte del público. Los que fueron probándolos rápidamente se apuntaron y dejaron de lado sus obsoletas ramas de pino para hacerse con unos de nueva generación. Algunos de los primeros modelos se deslaminaban por defecto de fabricación, aunque se quiso achacar el problema a su forma. Pero en un par de años la calidad era tan buena como siempre. Si bien ahora no parece tan lejano en el tiempo, si que dejó a los esquís convencionales como objetos prehistóricos de culto por algunos o piezas de museo.
La quinta generación de esquís “carving” ya ha logrado cambiar hasta la forma en que se esquía.

Unos esquís modernos y radicales de los años dosmil.
El primer “ pro” que se puso unos “fatties” fue Shane McConkey en 1996 para una película de bajadas alucinantes típica de Alaska, pero cuando llegó allí, el director Steve Winter, al ver sus esquís, le dijo literalmente que “el no filmaba a nadie con esquís ridículos”, sin embargo, hoy en día cuesta ver un “viejo roquero de los nunca muere” con unos Dymanic VR 17 de 1983 en las botas.
Pero no hay nada como la propia experiencia. Si un día estás aburrido y tienes ocasión de encontrar lo que otrora fueron unos buenos esquís, mejor si son dos o tres pares de diferentes épocas, lánzate a probarlos por orden de antigüedad un par de bajadas cada uno y muchas de las cosas que se explican en este articulo te sonarán familiares. Eso sí, ves con mucho cuidado, pues hay que ajustar las viejas fijaciones a las nuevas botas que tengas, ya que vale la pena “usar tus propios zapatos” e ir con cierto cuidado al principio. Lo que más te va a sorprender es que tienes que readaptar de forma total tu estilo, dejar de conducir como ahora y esquiar con reparto de pesos “radical” de nuevo, pues de otra forma, si no es con “godille” no lograrás hacer un solo giro en condiciones.

Unos precisos rossignol F2 de descenso. Verdaderos misiles, letales en unos buenos pies.
Nota del autor. En este articulo se ha intentado dar una visión anecdotica y sobre todo, ilustrarlo con fotos que hayan sido muy poco vistas...
Cualquier error es totalmente involuntario, se piden disculpas de antemano, pero la intencion es que el material y el texto expuesto sorprenda, pues mucho se ha escrito sobre el esqui y habia que intentar enseñar algo diferente.