Hacía muchos años que no esquiaba en el Hemisferio Sur, en gran parte por la pandemia, pero también por otros inconvenientes anteriores. Así que, este año, me decidí por viajar al Sur del Sur, a los confines continentales. La primera, en toda la boca, el equipo italiano de esquí estaba taponando la sección de equipajes especiales del aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires... menos mal que yo no iba con prisas, porque la que tenían montada allí era para desesperar a cualquiera.
Una vez en Ushuaia, el apartamento que elegí me gustó mucho, con su propia cocina y con elementos básicos para la alimentación, como el infaltable mate 😊
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Pero, al lío, que hemos venido a esquiar! 😂 La verdad es que tuve días de lo más variados. Desde solazo hasta vientos fuertes que cerraron media estación. Incluso una pequeña nevadilla nocturna que me permitió dejar alguna que otra huella en los entre pistas.
Para quien no conozca la estación, Cerro Castor tiene para mí un aire a Candanchú, creo que más que nada por los telesillas de pinza fija, con una distribución que me recuerda a Gavarnie, por estar sobre una única ladera, lo que permite visualizar perfectamente las líneas para cortar camino entre pista y pista.
De todas formas, si nos basamos en datos objetivos, Tritu en su fantástico blog nos dice que, con 3.039 kmd*esq/h la estación se puede comparar con Boí Taüll (3.103 kmd*esq/h)
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En mi primera visita, hace ya más de ocho años, Cerro Castor se caracterizaba por la poca masificación. Según me han comentado empleados de la estación, eso ha cambiado, y ahora es normal encontrarse colas en la mayoría de los remontes. Colas mayormente de 10 minutos o menos, eso sí. Nada que pueda asustar a un esquiador pirenaico 😂
Comentaba con un profe de la escuela mientras subíamos por el telesilla Del Parque que este año ha sido generoso en nevadas, me decía que el año pasado a esta altura del año (21 de septiembre inicia la Primavera austral) la situación era bastante peor.
Y, por supuesto, se veían muchos equipos entrenando. Además de los italianos con los que viajé desde Buenos Aires, había equipos franceses, tanto masculinos como femeninos y algunos austríacos. Además de los equipos argentinos, que también entrenaban en el cerro. Una buena parte de las pistas las cerraban al público para reservarlas para los equipos y luego, cuando las abrían pasado el mediodía, se podía ver a la gente sufriendo para bajar esas pistas heladas.
En cuanto a la calidad de la nieve, en general era Primavera, durita por las mañanas, en su punto hacia el mediodía y pastiche en las partes bajas hasta el cierre.
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Además del esquí, la otra gran atracción de la zona es la ciudad de Ushuaia. En verano, punto de salida para los cruceros que van a la Antártida es, con sus 100 mil habitantes una ciudad llena de vida durante todo el año. Al cumplirse este año el 40 aniversario de la Guerra de Malvinas, el recuerdo del conflicto bélico estaba más presente que nunca.
No me voy a explayar mucho en el relato. Prefiero que, como yo, disfruteis de las vistas de la ciudad a través de estas fotos que os dejo 😊
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Y no podía dejar de visitar la turbera del Valle de Tierra Mayor donde, en época invernal, se pueden realizar una variedad de actividades. En mi caso, caminatas (que por el estado de la nieve no hacían falta raquetas), excursión en motos de nieve y paseo en trineo con perros. Todo, por supuesto, con el infaltable mate! 😂
Sobre los perros, me contaba el criador que son la mayoría Husky Malamute, pero que están intentando hacer cruzas con ejemplares que aún tienen algo de ADN del extinto Perro Polar Argentino.
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Y, como no podía ser de otra manera, hay algunas fotos de la sección gastronómica. Al tener que cocinarme yo la mayoría de los días, no hay mucho para mostrar pero no ha faltado nada, ni la cerveza local, ni los alfajores de dulce de leche, ni la centolla a la parmesana (esto sí en un restaurant) 😂
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Y con esto, despegamos en el avión de Aerolíneas Argentinas, y me despido de la Patagonia hasta la próxima aventura! 👍
