Dejaba el relato con la llegada a Sankt Margerethen, donde por fin pudimos encontrar parquin cómodo y con pocos inconvenientes para poder conocer la zona del Lungau.
Todo esto en unos días de tiempo desapacible, ventisca, nevadas y nieblas que hicieron poco fructíferos los dos primero días de estancia, el primero sin esquiar y el segundo con apenas un par de bajadas para constatar que las condiciones eran francamente incómodas lo que sumado a los remontes cerrados por vientos en la parte alta y conexiones con el resto del dominio, nos llevó de nuevo a refugiarnos, alternando nuestras viviendas móviles con la restauración del lugar.

La llegada a Sankt Margerethen.

Momentos bar. El día no daba para mas, remontes cerrados y tiempo muy poco apacible.

Nos dimos a la gastronomía casera.


La cosa fue mejorando. Dos días de nieve casi constante
Al fin, el tercer amanecer nos trajo un día espléndido, con gran parte de la estación abierta, y el resto acondicionándose para abrir y, naturalmente, toda la gente del mundo en pistas, ya que era el momento esperado por todos los que en derredor habitaban de modo estable o temporal. Primeras tareas, librarnos de parte de lo que había ido cayendo los días anteriores, sobre todo para dejar despejados los paneles solares. Actividades de riesgo nada mas levantarse, algo poco recomendable, aunque no hubo que lamentar desgracias personales.

Tras la tempestad, viene la calma. Y los trabajitos de acondicionamiento del hogar
Me suben al primer remonte a las 08:35, y unidos a la manada, encaminamos nuestros esquís a conocer Katschberg, dominio de tamaño mediano, formado por tres partes claramente diferenciadas, y que se reparte entre el citado pueblo que nos acoge y el que le da nombre.


Este no debería ser yo. Pero si.

Hora: muy pronto. Gente: mucha.


La recompensa. Zonas aun por estrenar, el público, por otro lado.


Recorrimos prácticamente todas las zonas de la estación. Algunas muy tranquilas, otras abarrotadas.

Esta es de las tranquilas
Naturalmente, a mediodía ya le hemos dado la vuelta a todo y además se me quejan mis zonas enfermas, con lo que decido poner el broche a una estupenda jornada de esquí Ya empieza a notarse febrero y las vacaciones invernales de media Europa. Han venido todos aquí.
El arriesgado esquiador que me acompaña decide conocer otra zona mas en el entretanto, y se lanza camino de Mauterndorf, mientras yo recojo los trastos tranquilamente y me dirijo al siguiente destino, que no es otro que Obertauern. Se aprecia la nevada de los últimos días en la carretera, sus alrededores y el febril trabajo de operarios varios retirando nieve, limpiando aparcamientos y calles y trasladando los sobrantes valle abajo en camiones, no se exactamente con que fin. Encuentro un aparcamiento sin limitaciones visibles, donde me instalo en espera de Farandi, que llega al poco. Bien situado respecto a pistas, un poco alejado del núcleo central del pueblo, pero muy apto. Tanto, que al día siguiente nos hemos multiplicado y encontramos a nuestro alrededor doce autocaravanas mas. Nota para el viajero: P2, Obertauern.


Así estaba al llegar por la tarde. El remonte, al lado.

Y así amanecíamos.
El día de esquí en esta gran estación es estupendo. Buen tiempo, buena nieve, no demasiada gente dado que, ¡¡de nuevo!! hemos estado en pistas a las 08:30 de la madrugada. Me han echado a perder durante este viaje, que lo sepáis.

Muy tempranito. No llega ni el sol a la salida de la cabina. Esto no es.
Esto ni es “Slow” ni nada. Hacemos los recorridos circulares marcados, con lo que recorremos la mayoría de la estación. Grande, muy divertida, extraordinarias pistas para todo el mundo, con alternativas siempre para los que somos mas miedosos.
Y mucho terreno a la vista en los alrededores, totalmente trillado ya, eso si, para los mas arriesgados.




Entorno espectacular, montes y nieve para todos los gustos.
Deliciosa comida en uno de los cientos de huttes que salpican el monte. La gulaschsuppe se empieza a convertir en un clásico de este viaje.

¿Podía ser otra cosa?

Hasta casa esquiando.
Y tras llegar sobre los esquís hasta la misma puerta de la autocaravana, emprendemos de nuevo marcha, en esta ocasión hacia Schladming.
Imposible el pueblo, aparcamientos pequeños y estrechos, a los que hay que acceder callejeando, que no es el mejor modo con setos armatostes. Y ademas, de pago durante el día y prohibidos de noche. Reculamos hacia otra zona que vimos de camino, perteneciente al mismo dominio, y finalmente, y sin haber llegado a ver las señales que nos vetan, encontramos acomodo al fondo del parquin de la cabina de Reiteralm, en Gladming.
Un ratito de “apreski” y noche tranquila y reposada. No recibimos ninguna nota de expulsión, y como va siendo costumbre, no se si sana, a las 08:30 estamos emprendiendo camino a la cabina vecina, donde entramos a la tardía hora de la 08:40.

Camino al remonte. El alojamiento, allí detrás mismo.

Un día mas, al alba
Recorrido casi completo de la estación, que vuelve a denotar la alta ocupación de la zona y de la que nos gusta mas el sector donde hemos sentado nuestros reales que los vecinos a Sladming. Pistas y zonas buenas, conexiones regulares e indicaciones francamente malas, que causan que repitamos varias veces pistas y remontes de modo involuntario. Aunque la verdad es que todo se disfruta.




Estupenda estación. Se que me repito, pero es que hemos disfrutado cada una de ellas. Y con sus sopas, naturalmente.
De nuevo una gulaschsuppe en el punto mas alejado, para recuperar fuerzas para la vuelta. ¡¡Y son las once de la mañana!!... Lo nunca visto en mi corto historial esquiador. Nos sorprenden las tres de la tarde con unas alitas (que empiezan a ser otro clásico del viaje, creo que Farandi está haciendo un estudio comparativo de alitas y sopas) en la parte mas alta de Reiteralm, y desde allí esquiada a la autocaravana (servidora se ahorra el tramo final, con bastante mala pinta a esas horas y aspecto de Gran Vía madrileña en Navidades, que para algo las cabinas bajan también), ratito apreski suave y bajoalcohólico, que hay que viajar, reposo y marcha. A dormir a Flachau.

Apenas veinte minutos de viaje nos dejan en un aparcamiento libre frente a los usuales de pago diurno y prohibición nocturna, en el que encontramos no menos de treinta autocaravanas y camper instaladas. Nos unimos a la fiesta y encontramos nuestro sitio, con un paseo cómodo hasta el remonte y sin problema ninguno. Otro lugar a dejar anotado en nuestro recopilatorio de “Esquiar en autocaravana”. Aparcamiento frente al AchterJet Bahn, Flachau.

Aparcar en Flachau. Fácil y cómodo.
El día en Flachau, luces y sombras. La estación, las pistas, los remontes, al menos lo poco que hemos comprobado, impresionante. El número de ciudadanos poblando el área esquiable, y principalmente en los accesos a los remontes, lo mismo.

Esquiar en Flachau. Difícil e incómodo. Hoy, claro, seguro que hay días estupendos en todo.
Tras varios intentos frustrados de esquivar las mareas humanas, tanto en forma de interminables colas, como bajando por las pistas, nos rendimos a la evidencia. Es domingo, y la gente ha decidido no ir a misa y venir aquí. Toda.

Meditando la jugada. Mejor otro día, hoy han venido todos.
Chocolate y cigarrito y anticipado final de jornada. Volveremos en otro momento mejor, porque lo entrevisto deja claro que esta estación se merece dedicarle tiempo y espacio.

Ya teníamos decidido que la segunda parte del día estaría dedicada al mantenimiento de las máquinas de vivir viajando, así como a sus ocupantes y pertenencias, con lo que solo anticipamos en un par de horas lo previsto. Aproamos nuestras ruedas hacia Zell am See, al Panorama Camp donde ya hice un par de días el pasado mes.

Camino a Zell.
Finalidad, llenado y vaciado de depósitos, cada uno lo suyo, lavadoras, duchas laaargas, chapuzas y arreglos varios en las autocaravanas, todo eso que de vez en cuando se ha de hacer y que no es fácil en Austria fuera de un camping. Este, además tiene unos servicios cuidados y cómodos y una buena atención por parte de los dueños, todo ello a un precio muy razonable.

Instalados en camping. Iba tocando.
Así que, tras un agradable camino, por una vez y sin que sirva de precedente, en horario diurno y disfrutando el paisaje, nos sumergimos en una tarde de tareas domésticas, mecánicas y culinarias que se remataron con un desayuno merienda cena compuesto de risotto de setas y picoteos varios que puso broche a otro día mas en nuestro devenir por estas tierras nevadas.

Rematando el arroz. Día completo.
Mañana, no sabemos. Lo que nos traiga el amanecer.
Y como acostumbra a suceder todos los días, amaneció. La decisión es disfrutar la jornada en el camino hacia Söll y optamos por Fieberbrunn, sector de SkiCircus que no conocí en mi anterior visita a esta zona, por ser el mas alejado de la zona donde me encontraba para alcanzar esquiando.

Una cabina clásica. Quedan pocas por estas tierras.
Sin embargo, está solo a unos pocos kilómetros por carretera de Leogang, donde estuve instalado, y accesible desde allí con skibus. Pasamos allí una simpática mañana, en la que no acompañó el tiempo pero exploramos lo que nos permitieron los remontes abiertos.

Una estación con algunas largas y espectaculares bajadas y preciosas zonas entre árboles que nos hicieron disfrutar de otra estupenda jornada de esquí.


Chincheta en lo alto del monte. Yo la pincharé en el mapa.
Nos dirigimos después, de nuevo, al que ha sido en este viaje mi lugar de parada principal, por su comodidad, que no es otro que el parquin de Soll, que ya comenté en mis anteriores estancias en él. La intención, esperar allí a un amigo que llegaba ese dia a Kufstein en tren desde Munich, recogerle y esquiar por Ski Welt de nuevo, un par de días para que él explorara este dominio y nosotros completáramos sus recorridos.

Mi parquin de referencia en la zona. Amplio, cómodo, con “toilettes” y remonte a la puerta. Y un simpático local “apreski” al lado, para las cervecitas de fin de jornada.

Kufstein. El castillo.
Este compañero es otro arriesgado esquiador, además de forero en Nevasport, que es lo que nos llevó a conocernos. Y, ni corto ni perezoso, se animó a pasar una semana en autocaravana conmigo, despreciando los inconvenientes que esto puede tener, el mayor de ellos, seguramente, yo.
Luces y sombras de nuevo para mi en los dos días que pasamos en estas estupendas estaciones, ya que me vi otra vez algo limitado por mi físico, pero divertidos y muy aprovechados por Farandi y garpi, los arriesgados esquiadores.


De nuevo brujuleando por SkiWelt

Fin de jornada. Hoy, un poquito de apreski

Tocaba un ratito de vida exterior.
Seguimos en la ruta de la gulaschsuppe, y además disfrutamos de animados momentos apreskí, y de la destreza culinaria de Farandi, que se plasmó en una cena a base de tacos que estaba francamente.

El artista y su obra.
Desde allí, de nuevo a Ski Circus, al parquin de Leogang, en el que dedicamos otros dos días a esta zona, y donde al final del primero despedíamos a Farandi, que emprendía de nuevo rumbo a Italia para atender compromisos y encontrarse con amigos en esa zona. Tanto Farandi como garpi son nuevos en la estación, pero se unen a las alabanzas sobre ella que ya he comentado.



De nuevo en SkiCircus. De nuevo disfrutando mucho del lugar.

Otras dos noches en aquel lugar, si bien en esta ocasión si fuimos apercibidos sobre la pernocta, no por ser autocaravana sino por obstaculizar las tareas nocturnas de mantenimiento del parquin.
Y de allí a Kitzbühel. En esta ocasión, de nuevo tomo la alternativa camping, en parte por necesidad, en parte por la comodidad de mi invitado, poco acostumbrado a este modo errante de vida con las limitaciones que implica. No doy referencias del lugar, caro y poco agradable, al menos para viajeros de paso, pero con un práctico bus desde la puerta a la cabina Flexalmbahn, y con todos los servicios necesarios muy bien resueltos.

Como nota para nuestro colectivo, decir que descubrí luego, caminando hasta el pueblo, un parquin en el que si vi posibilidad de quedarse a pernoctar, un poco alejado de todo y que implicaría moverse a uno de los aparcamientos de remontes para esquiar o bien encontrar la parada de bus mas próxima, exploración que no hice. Parquin P9 de Kitzbühel.
Sobre el pueblo tengo poco que añadir a todo lo ya comentado en estos foros. Bonito, muy “chic”, y animadillo pero sin estridencias tipo Sankt Anton o Ischgl.


Kitzbühel. Poco hay que añadir a todo lo que ha dicho en este foro, tanto del pueblo como de la estación.
El segundo día abandonamos el camping muy tempranito, en busca de poder aparcar el armatoste en el remonte, y, sorprendentemente, dirigido por el personal de la estación, aparco en el mismo lugar que el resto de los mortales sin problemas, aun dificultando el paso de los turismos en cierta medida. Eso si, es un parquin estrecho y abarrotado, en el que la salida puede suponer tener que esperar a que vaya vaciándose.

Los dos dias de esquí en Kitzbühel, estupendos. Una estación magnífica, pistas largas, divertidas y bonitas, mucha zona entre árboles, mucha gente, como era de esperar en un fin de semana de febrero, mas el domingo que el sábado, lógicamente, pero que salvo alguna tremenda cola puntual en puntos de enlace, pudo disfrutarse buscando recorridos alternativos a los de la mayoría.

El primer día nos quedaron las fotos poco lucidas. Algo había en el ambiente.


Aun algo gris este primer día, disfrutamos de esta espléndida estación. Como a todas, he de dedicarle otro viaje.
También me ha gustado mucho, lo que no es novedad a estas alturas. No me explayo sobre ella, al ser otro de esos lugares repetidamente nombrados y descritos aquí.

Magníficos remontes en Kitzski, como en la generalidad de lugares visitados

El ya conocido letmotiv en esta parte del viaje.



Estupendo segundo día en Kitzbühel.
Terminaba ya la semana de Nacho, así que tras esquiar el domingo volvimos a Söll a dormir para acercarle al tren a mediodía del día siguiente en Kufstein, dedicando la jornada al descanso y las tareas de limpieza y ordenación que se iban haciendo necesarias. Marcho de vuelta a casa sin que nos matáramos mutuamente, así que se puede decir que he criado a otro autocaravanero, al menos espiritualmente.

El valiente que se atrevió a pasar una semana en la autocravana.
El martes, de nuevo solo, esquiada en Söll, Brixen y Scheffau, las zonas mas cercanas, mis males se reanimaron y decidí tomarlo con tranquilidad pero pelearme con ellos. Al final, casi cinco horitas en la nieve, no esquiadas constantemente, pero si bien aprovechadas para alejar miedos e inseguridades.


Interminables montes y pistas.


El camino de vuelta. La nieve ya iba faltando abajo.
Y manteniendo siempre cerca la vuelta a casa por si me daba la pájara. Antes de la penúltima bajada, una gulaschsuppe para entonar, y después el adecuado fin de fiesta, regado con weissbier, a pie de pista y alojamiento.


Otro día completado satisfactoriamente. Gulaschsuppe, weissbier y la casita, al lado.
La meteorología estuvo jugando su fundamental papel todos estos días, de nuevo. Tuvimos días de sol, nubes, lluvia en algunos momentos, y sobre todo, nada de nieve. En esos días llegó a ser preocupante, y aunque cuidando y trabajando lo que había, además de no nevar, hubo momentos de calor, lo que impidía la fabricación. Menos mal que a la noche bajaban bastante las temperaturas, lo que ayudaba a conservar las pistas, pero las partes mas bajas empezaron a estar muy mal. No sería problema, lo mismo ocurría un mes antes, pero entonces las temperaturas eran bastante mas bajas, y además de poder poner en marcha los cañones, se conservaba en buen estado el área esquiable. El mayor problema en enero era tener que subir y bajar en remontes hasta esa zona. Ahora no. el calor va destruyendo poco a poco también las zonas altas, y a las once de la mañana ya hay partes casi intransitables. Y a eso se suma la gran cantidad de gente que trae habitualmente febrero a estas estaciones.
Todos estos factores me están dando un curso acelerado en análisis de estaciones, alturas, orientaciones y horarios, en busca de la mejor zona en cada momento del día. Y asimismo, estoy aprendiendo lo que no está escrito en comprender lo mas rápido posible lo que tengo bajo los esquís y como manejarlo sin darme el morrón del siglo. Cerca he andado varias veces, pero voy sobreviviendo.
Ya estoy en mis últimos días en estas tierras. Amanece un miércoles lluvioso, ventoso y frio, lo que lleva a que al poco el agua se convierta en una nevada importante.


El día no invitaba a nada. Ni esquiar, ni conducir. Al final, me decidí por lo último.
Mi idea era hacer un último día de esquí en SkiWelt, pero las circunstancias no aconsejan ni abrir la puerta. Al final, cerca del mediodía, fue mejorando, y me puse en marcha hacia Hochkönig, con varias paradas dedicadas a suministros varios. Viaje en el que ya se me hace de noche y me atrapa la nevada, pero he elegido la carretera adecuada al momento y transcurre sin incidencias reseñables.

Llegada al parquin de Hintermoos, entre Maria Alm y Hintertal, y que no tiene mas que un hotel y dos remontes. Está muy bien situado para esquiar, mas o menos centrado en el dominio, ya que se accede pòr un lado a toda la zona sobre Maria Alm, y por el otro a todo el recorrido que lleva hasta Mulbach. Y sin problemas para aparcar. Un poco inclinado, pero con una zona suficientemente plana para poder dormir cómodamente.

Aparcado al fondo. Un lugar sin problemas, que de vez en cuando, toca.
El siguiente día, aun solo, esquío por aquella zona, con intención de hacer el tour de Hochkönig, pero de nuevo un pequeño accidente me reduce a no alejarme mucho.


Además, el tiempo un poco revuelto, con poca visibilidad y relieve me retraen de intentar grandes desafíos.

Pese a ello, y poco a poco, consigo una aprovechada jornada que me permite conocer bastante de esta zona, que también está entre las menos nombradas por aquí.

Abajo, Hintermoos. De frente, subida hacia Maria Alm.

El día se fue poniendo incómodo para los que no llevamos bien lo de esquiar con los pies.
Una estación mediana, con muchos recorridos, pistas largas y entretenidas, si bien alguna de ellas son algo exigentes para según que niveles, lo que causa que se formen enseguida atascos, bañeras y zonas difíciles. Pero un estupendo dominio para dedicarle un par de días muy entretenidos.
A la tarde llega Farandí, terminados también sus compromisos variados, y nos reunimos de nuevo para compartir mis últimos días en estas tierras.

Cenita para celebrarlo, y al día siguiente, por primera vez en mi corta vida de esquiador, soy yo el que tiene que esperar a que abran el remonte para poder esquiar.

Esperando que nos levanten la barrera.
Pero mi experiencia del día precedente aconsejaba pasar ciertas pistas antes de que aparezca la mayoría de la gente.


Emocionado en la pista recién planchada.
Y así conseguimos ir estrenando pistas, una tras otra en el recorrido del dominio, en estado impecable y que nos hace disfrutar mucho de la mañana. Paradita para repostar en el extremo, y vuelta hacia el lugar de partida, ya en unas condiciones muy diferentes pero igualmente disfrutadas.

Otra vez mano a mano con Farandi.

La foto del turista. Había cola. Como fondo, el Hochkönig.


Pistas magníficas y paisajes maravillosos
Como habitualmente, me rindo antes que mi infatigable compañero de aventuras, que remata el día recorriendo la zona de Maria Alm en la que ya había estado yo la jornada anterior.
Nos trasladamos después de esquiar hacia Bad Gastein, donde volvemos a encontrar lugar de estancia prohibido pero en le que no nos ponen pegas, al menos en esa noche y la siguiente.

Parquin a pie de cabina y sin pegas, al menos para una noche.
Amanece un espléndido día en el que hacemos el recorrido por Bad Gastein y Bad Hofgastein, otro extraordinario domino, y van... Esta tierra es increíble.


Paisajes y vistas espectaculares por doquier.
Pistas muy bonitas, que discurren entre árboles, largas y divertidas, de todos los colores pero en general muy asequibles.

Por aquí se vuelve luego. Pero la bajamos casi los primeros. Perfecta.


Entrada a “Eine der lángsten Abfahrten der Ostalpen”.
No hay excesiva gente, salvo en la que titulan “ Eine der lángsten Abfahrten der Ostalpen” y traducen como “La pista mas larga del Este de los Alpes”.


El puente colgante para admirar el espléndido paisaje del valle.
Y tampoco son demasiados. Al final, otro gran día, que tratamos de rematar por la tarde con unas cervezas por el pueblo, pero este aspecto, pasada la estricta hora del apreskí, está poco desarrollado.

Por suerte, hicimos la cervecita de última bajada. Por el pueblo, poco donde rascar.
Se nota que la principal actividad del lugar es el balneario. Actividad que me he perdido, ya que no es de mis favoritas, he de reconocer.
Por la mañana nos trasladamos hacia Dorfgastein entre la lluvia, y nada mas llegar ya somos amenazados con la tarjeta roja y expulsión si no abandonamos el lugar nada mas esquiar. Además, con muy malos modos y expresiones. Nos ha caído muy mal este sitio, la verdad. Y espacio y parquin hay para aburrir, además planito y cómodo. Puede que en algún rincón un poco mas alejado pueda uno pasar algo mas desapercibido y pernoctar, pero no fue nuestro caso.

Muy malos modos en esta estación para indicarnos que no nos podemos quedar allí.
Dada la configuración meteorológica de la mañana, y que mi forma de nuevo se resentía por el día anterior, dejo al arriesgado esquiador que quiere recorrer las máximas estaciones posibles que haga otra muesca en la culata, y nos retiramos tempranamente con dirección Alpendorf, donde esperamos hacer la última jornada de la parte austríaca de mi viaje.


Dorfgastein, poca nieve, ambientillo escolar y lluvia.

Momento oficina en Dorfgastein, antes de reemprender viaje.
Llegamos a última hora de la tarde a una zona con acceso directo a pistas y muy bien configurada donde, naturalmente, está absolutamente prohibido pernoctar. Pernoctamos, y encontramos el correspondiente aviso amenazante por la mañana.

Parquin de Alpendorf. Pie de pista, planito, casi perfecto. Prohibido pernoctar. Tarjeta roja directa.

Últimos momentos juntos. Una última foto.
Emocionada despedida de Fernando, que ha sido un extraordinario compañero de viaje y esquí. Ya lo he mencionado, pero no quiero desaprovechar la ocasión de darle de nuevo las gracias por todo lo que se ha preocupado por mi, por mis males y deficiencias, por mi bienestar y por su excelente compañía. De unas consultas acerca de las autocaravanas y su relación con el esquí, ha surgido una fuerte amistad que hará que se repitan en un futuro momentos como los de estos días.
Y de nuevo a la carretera. Largo viaje, de nuevo cruzar Suiza, donde parece que mentira que haya tantos coches en las carreteras con el precio del combustible que tienen. Pero cómodo, autopistas, que es lo que debe primar en estas etapas, y sin saber como, me encuentro en Francia y a dos pasos de uno de mis lugares favoritos, La Clusaz. Así que, como hay tiempo y me da lo mismo un sitio que otro para dormir, tomo rumbo al parquin de La Balme en la citada estación, cuyo recuerdo permanece congelado en mi memoria.

El siempre recordado parquin de La Clusaz.

Día que comenzó espléndido.
Unas bajadas en esta estación y, tras un espléndido amanecer, y una mañana de sol radiante, de nuevo me encuentra el tiempo lluvioso y revuelto, además de una tonta caída que reaviva los dolores que intermitentemente me asaltan, con lo que retomo mi viaje a mediodía con intención de hacer el mayor recorrido posible rumbo a Panticosa y la quedada autocaravanera.


Al final, se fue estropeando el día. Yo también.
Tiempo revuelto e incómodo para conducir, lluvia, a ratos nieve, viento, sol en los morros, hubo de todo. Llego a dormir al parquin de una zona comercial donde quiero hacer unas cuantas tareas de mantenimiento, con las correspondientes compras de material y provisiones.
Y al día siguiente, mas carretera, completar labores varias para llegar en el mejor estado a destino, y con todo casi perfecto, el empujón final, subida del Portalet desde Francia, con intensa nevada y carretera blanca en las últimas rampas, y llegada a Panticosa para dormir en su zona de autocaravanas.

Subiendo el Portalet. Vuelvo a España.
Acabó la aventura alpina. Una nueva experiencia en este ritmo errante en que me he sumergido desde hace unos años y que parece que va a ser el denominador de este tramo de mi vida.

Aparcado en Panticosa. Punto y casi final.
A partir de aquí, ya está casi todo contado en la crónica de la quedada autocaravanera y en el blog de Ferrán sobre la última quedada invernal, partes I y II.
Entre una y otra, un par de días con Trock, viajando entre Piau-Engaly y Port del Comte, con una parada y esquiada en Boí Taull. Día de tiempo revuelto, lluvioso y que aconsejó guardar el equipo prontito y hacer ruta al, esta vez si, último destino de la temporada.
Mas encuentros, reencuentros y nuevos conocimientos, mas charlas, comidas, bebidas y sobre todo, muchas mas risas y alegrías. Y seguir esquiando, donde se pueda y como el momento dicte.
Desde Port del Comte, la vuelta a casa, esperando no haber agotado la paciencia infinita de MSE, a quien debo agradecer poder hacer estos viajes y que fue el reencuentro mas deseado.
Y finalmente, llegué.

De vuelta en el prado, preparando ya el siguiente viaje.
SL2, ratón.
No puedo dejar de agradecer una vez mas a todos los amigos a los que he ido encontrando en este largo periplo alpino su compañía dentro y fuera de las pistas. Aun siendo un viajero solitario, siempre se agradece el calor humano que la amistad proporciona.
Quiero mencionar especialmente a los otros esquiadores errantes con los que he compartido momentos intensos, Farandi, Garcez, Trock, Muchas Gracias por tantos buenos ratos y por todo lo que me habéis enseñado sobre el mundo de las casitas con ruedas. Y lo que me habéis aguantado.
Y naturalmente, a Farandi, Garcez y Nacho las fotos que han cedido para ilustrar este rollo de manera mas amena y completa.