La montaña y su relación con el hombre “antiguo”
Desde los inicios, las montañas han sido un medio hostil y misterioso para el hombre, esta especie evolucionada del género de los primates que nació y se desarrolló en los hábitats de sabana y bosque, tan ajenos y alejados de los altares al cielo que forman los puntiagudos pináculos, esencia e iconografía típica de las montañas.Nuestra reacción más ancestral y atávica ante aquellos templos majestuosos fue la de revestirlos de reverencia y mitología, localizando la morada de los dioses en sus altas cumbres o como medio natural para facilitar nuestra comunicación con ellos. Que es un comportamiento ancestral y común a todos los seres humanos lo demuestra el hecho de que en diferentes culturas y en diferentes épocas históricas ha surgido y pervivido el reverencial respeto o representación metafórica de la montaña, como medio de elevar al ser humano hacia el cielo, que representaba de forma figurada, y no obstante muy real en la mitología, el hogar de los dioses.
Morada de los dioses griegos en el Monte Olimpo
Así podemos ver cómo los egipcios construyeron montañas artificiales para las tumbas de los faraones, con la intención de facilitar el tránsito del espíritu hacia la morada de los dioses. Los griegos localizaron en el Olympo (Όλυμπος), la montaña más alta de Grecia (2919m), la morada de los dioses. Las tribus indígenas de América construyeron también pirámides para ofrecer sus rituales y sacrificios a los dioses, en un intento, a escala humana, de elevarse y encontrarse más cerca de los dioses. También en la tradición cristiana del mundo occidental la verticalidad de las Iglesias, sobre todo a partir del gótico, representan la espiritualidad y el anhelo del hombre de elevarse para facilitar la comunión con el dios cristiano. Para acceder a nuestro querido Aneto, antes hay que transitar por el paso o puente de Mahoma, que según se atribuye a la leyenda musulmana, se accede al paraíso por este paso, que es tan estrecho como el filo de una cimitarra, para que sólo puedan pasar los justos. Es de suponer que los justos deben tener más equilibrio y menos vértigo que el resto de los mortales o, supongo son más ligeros de espíritu sin cargas graves en su conciencia. Moisés tuvo que subir a lo alto del monte Sinaí para recoger de Dios las tablas de la ley.
Moisés recogiendo las tablas de la ley en lo alto del Monte Sinaí
Pero la hostilidad e inaccesibilidad de las montañas nunca fueron interpretadas por el hombre en clave de odio o rencor. Más bien al contrario, el hombre trató con respeto y reverencia a las montañas. Su hostilidad y fenómenos climáticos extremos fueron asociados al irascible temperamento de los dioses, y su inaccesibilidad se justificó como el justo peaje que debía imponerse a la codicia de los seres humano que querían hollar un templo prohibido, morada de los dioses. Y usualmente, en su codicia y soberbia, debía ser castigado por la montaña, para demostrarle su insignificancia ante esos mismos dioses.
La reverencia profesada por el hombre a las montañas queda patente en los topónimos asignados a ellas. En los Himalayas, nombres como Everest, Sagarmatha en nepalí (la frente del cielo) o Chomolungma o Qomolangma en tibetano (Madre del universo), Ama Dablam, collar de la madre y de la perla, o Annapurna, cuyo significado en sánscrito es diosa de las cosechas o diosa de la abundancia, son solo un ejemplo evocador del espíritu mágico y divino con el que ha revestido el hombre a las montañas. Y quizás también, un modo de hacerlas más humanas, más cercanas a nosotros, más familiares a nuestra existencia. No hay nada más humano que el lenguaje y la asignación de nombres a las cosas, la verbalización de un concepto.
Las montañas han sido inaccesibles para el ser humano durante muchos siglos, pero no han sido lejanas o desconocidas, han formado parte de nuestra vida, nuestra mitología y nuestra interpretación cosmológica de la realidad que nos rodea. Así el hombre “antiguo” y las montañas han permanecido en armonía y equilibrio durante muchos años, con una relación jerarquizada, pero profunda y llena de respeto.
No es hasta la llegada de la Ilustración y, posteriormente el Romanticismo, cuando nace el hombre moderno y se aviva su interés por el conocimiento y la indagación científica del medio natural y sus leyes físicas. Como parte natural y evidente de este movimiento, la exploración de las montañas surge con fuerza como una aspiración ancestral que anhelaba encontrar satisfacción en el alma humana y la autoafirmación que supone hollar aquellas cimas sagradas. Las exploraciones científicas a las montañas para ascender a las cimas más emblemáticas se acelera a partir de comienzos del siglo XIX. No llegará a su culminación hasta conquistar las cimas más altas en los Himalayas, a mediados del siglo XX.
EdwartWhymper escalando por primera vez el Cervino o Matterhorn. En 2015 se cumplieron 150 años de esta primera ascensión.
Son aproximadamente 150 años de esfuerzos continuos y vertiginosos de los hombres por saciar su curiosidad y alcanzar las cimas de las montañas más altas. Probablemente, más empujados por la curiosidad y espíritu aventurero que por una evolución en los materiales que permitiera un acceso más sencillo a las mismas, ya que muchas de estas hazañas fueron realizadas con medios ciertamente rudimentarios.
Resulta curioso, y seguramente digno de un estudio, ver cómo cada nación europea moderna dirigió sus esfuerzos de conquista hacia una montaña determinada de los Himalayas, trasladando a esta competición, secretos o no tan secretos, anhelos de supremacía y frustraciones sociales o generacionales, totalmente ajenas a la naturaleza de las montañas, convirtiéndolas en símbolos nacionales, como el Nanga Parbat, convertida en la montaña del destino para los alemanes. Esperemos que sean tiempos felizmente superados.
Nanga Parbat (8125m, la montaña desnuda) la montaña del destino de los alemanes
Estamos en una fase inicial de exploración, principalmente elitista y con motivación científica, aún no había nacido el alpinismo moderno como modalidad deportiva. El respeto por las montañas y sus dificultades de acceso siguen siendo patentes, y queda reflejado en la propia toponimia de muchos picos o rutas de acceso, atribuidos a los exploradores o científicos que alcanzaron su cima por primera vez. No cabe mayor honor que atribuir, o que atribuyan, tu propio nombre a la denominación de una montaña o a su ruta de acceso. Es la culminación del deseo metafísico del hombre de trascender, asociando su existencia mortal a la inmortal, perenne e inmutable de la montaña.
La montaña y su relación con el hombre “moderno”
Desde la revolución tecnológica que se produce tras la Segunda Guerra Mundial, y con especial incidencia a partir de 1960, la evolución que se produce tanto en los medios de transporte, carreteras y coches fundamentalmente en el largo recorrido y medios de transporte en las estaciones de esquí, como en las prendas y material deportivo, provoca un progresivo acercamiento del medio de alta montaña a la gran mayoría de los ciudadanos.Es una democratización del acceso a la montaña como no se había producido antes. Esa facilidad de acceso conduce a que se plantee el disfrute de la montaña tanto desde su contemplación cercana, a través del turismo de destino, como la práctica deportiva en ellas, bien sea como alpinismo y senderismo, o con instalaciones deportivas permanentes, como es el caso del esquí.
De repente y de forma acelerada, en el medio alpino se ha producido la desacralización de la montaña, que ha pasado a ser parte del medio físico cotidiano y accesible que nos rodea. Salvo las montañas más altas e inaccesibles, que han seguido perviviendo en nuestra conciencia colectiva como seres o lugares mitológicos, con conciencia y naturaleza propia, el medio de montaña se ha convertido en algo cercano, disponible a nuestra conveniencia y cotidiano.
Y esa accesibilidad a las montañas para el hombre “moderno” que no es en absoluto algo negativo, debería haber llevado aparejado el respeto a su naturaleza y carácter intemporal, en lugar de su banalización. Quizás no hemos sabido aprender de nuestra histórica relación con las montañas, y en nuestro rutinario contacto con ellas, hemos perdido parte del respeto que toda relación sana necesita. En su peor versión de nuestra relación con ellas, el utilitarismo y consumismo característico de nuestra sociedad, de todos nosotros, ha convertido a la montaña en simplemente un medio más de satisfacer nuestra avidez por los recursos naturales, bien sea para su uso agrícola, industrial o minero, o para su uso turístico o de ocio, a modo de parque de atracciones.
De repente, nuestra relación jerárquica con la montaña se había invertido y ahora estábamos nosotros en el lado dominante. Y no hemos sabido asumir esa nueva situación con el mismo respeto y cariño con que la montaña nos ha tratado durante siglos. Ha sido necesario generar regulaciones y normativas para establecer unas reglas básicas de respeto en nuestra relación, protegiendo a la montaña de nuestra consustancial avidez como especie dominante en el planeta.
Ha sido necesario y conveniente, para evitar un divorcio en la relación ancestral entre la montaña y el hombre. Hemos roto el equilibrio y no hemos sabido asumir la responsabilidad que una relación jerárquica requiere, como un padre con un hijo.
Pero como toda relación debe basarse en el respeto y el cariño, y no en la imposición de normas externas, nos encontramos actualmente ante una relación, en muchos casos, poco natural y superficial con la montaña, imposible de satisfacer tanto los deseos de una parte como de la otra. Necesitamos restablecer el cariño entre nosotros. Es esclarecedor escuchar a la gente que más cerca está de las montañas, sus moradores y los deportistas que viven sus gestas en ellas, como hablan de la montaña como un ser vivo, con sus sentimientos y cambios de humor. Aunque sea un planteamiento muy poco científico, quizás deberíamos acostumbrarnos a trata a las montañas como si fueran seres vivos que interactúan con nosotros.
Frase de Iñaki Ochoa de Olza, alpinista español tristemente fallecido en el Annapurna en 2008
En España, en mi opinión, esta relación se ha establecido de una forma especialmente poco natural. Los modernos movimientos ecologistas intransigentes y parte de la normativa que se ha destilado al hilo de nuestro sentimiento de culpabilidad, han tendido a calificarnos de padres maltratadores peligrosos, y han optado por quitarnos la custodia de las montañas a perpetuidad, sin derecho a visita. Y no digo yo que hayan carecido de razones para ello, pero hasta nuestra legislación criminal establece que todo reo tiene derecho a la rehabilitación.
Nuestras nuevas bases para la relación con la montaña deben basarse en la coexistencia armónica con ella y en lo establecido en la Ley 42/2007 sobre el Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, estableciéndose que la conservación de las montañas es un beneficio para todos (suponiendo que nos incluye tanto a nosotros como a las montañas, como entidad de derecho propia, imagino), pero el desarrollo sostenible de sus recursos debe beneficiar primeramente a sus poblaciones locales.
En definitiva y en mi opinión, es difícil querer a alguien al que no te dejan ver ni relacionarte con él. Nuestras leyes no deberían tratar de evitar o poner obstáculos para que accedamos a las montañas, sino que fomentasen que nos acercásemos con el debido respeto, y accediendo a los recursos que poseen, de manera que hagamos un uso racional y razonable de los mismos, para poder fijar y beneficiar a la gente que vive en su entorno, y esa explotación no rompa el equilibrio que siempre ha existido entre la vida del hombre y las montañas.
En numerosas ocasiones en España, nuestra legislación nace inspirada en lugares lejanos a las montañas y sus habitantes, tratando de dar un marco legal a la regulación ambiental, pero sin que los habitantes de esas montañas las sientan como un marco válido para su relación íntima y cercana con las montañas, sino como un conjunto de normas que dificultan esa relación y el desarrollo de su proyecto vital en coexistencia con las montañas.
Sólo así se explican los debates y desavenencias que estos planes de protección han generado en las poblaciones afectadas, como puede verse en dos de los últimos planes desarrollados en España:
Serie 1: Debate sobre el plan regional de la sierra de Guadarrama
o Conjunto de regulaciones de la sierra de Guadarrama
o Alegaciones al Plan Rector de la Sierra de Guadarrama
Se observa el galimatías de las distintas legislaciones nacionales y autonómicas que deben respetarse en su elaboración.
Casi el 80% de las alegaciones son sobre la regulación de las actividades deportivas en la montaña.
o Objetivos fijados para el desarrollo de un Plan de Turismo Sostenible
Es una declaración de intenciones y de relación equilibrada con la montaña, pero el resultado final de la legislación regulatoria es el estrangulamiento de muchas actividades deportivas y económicas en la montaña, en este caso, ahogando a la histórica estación de esquí de Navacerrada, fijando un marco tan rígido que imposibilita en la práctica la viabilidad de esta estación de esquí.
Ver el siguiente documento para más detalles.
o Ver artículo pdf adjunto “Un plan de ordenación para la Sierra de Guadarrama”, del profesor Eduardo Martínez de Pisón.
Un interesante y completo artículo sobre la discusión y protección de un área valiosa de montaña, con todas las complejidades que presenta en nuestra sociedad actual, en un entorno endiablado como es la Sierra de Guadarrama.
No estoy seguro de coincidir con el análisis y enfoque romántico y elistista del profesor Martínez de Pisón, distinguiendo entre actividades “buenas” y elevadas en la montaña (excursionismo, alpinismo) y las actividades “malas” y esnobistas relacionadas con el deporte y, particularmente, el esquí.
Creo que se destila cierto apriorismo en la valoración de impactos positivos y negativos, al calificar las explotaciones madereras tradicionales en los pinares de Guadarrama de situaciones tolerables, mientras que las estaciones de esquí del Puerto y Valdesquí son calificadas de impactos intolerables y cicatrices en la montaña a erradicar.
Sí estoy más de acuerdo con el enfoque integrador de la montaña con su entorno, en este caso urbano de la ciudad de Madrid, atendiendo a esa realidad y no dándole la espalda de un modo idealista e irreal. Comparto el respeto del profesor por la identidad propia y única de las montañas, y la necesidad de respetarla y hacerla respetar, aunque no comparta ciertas opiniones demasiado sesgadas hacia las actividades deportivas de ocio, principalmente el esquí, como expondré más abajo.
Afortunadamente otros valles han apoyado la actividad deportiva en su sentido amplio, como Benasque y el valle de Arán, conjugando las necesidades de todos los sectores y permitiendo a sus valles un desarrollo económico y turístico, como no ha tenido el valle de Guadarrama, habiendo contado sin embargo con una población cercana como Madrid, que hubiera garantizado un flujo constante de posibles clientes y futuros amantes de las montañas.
Este párrafo en particular, extractado del artículo, me parece especialmente esclarecedor sobre cierto reduccionismo absurdo hacia las actividades de ocio que ha guiado con miopía muchas de las regulaciones ambientales de las montañas que sufrimos en la actualidad:
“En la Sierra está además el excelente ejemplo del rescate de una montaña perdida en el naufragio del esquí y de la urbanización asociada. Ese ejemplo es Peñalara: allí se nos devolvió un Parque Natural perdido, descalificado, se desmanteló la industria del ocio, se repararon sus daños hasta lo posible y se nos dio la nueva oportunidad de poseer una montaña con su dominio natural recuperado en sus circos y cumbres. Las fuentes estéticas, científicas, morales en las que se puede basar el proceso de protección que seguimos radican también en El Paular, pues actuó de enclave, de foco en el que se consolidó ese movimiento intelectual de Madrid del que surgió una elaborada manera de afecto por la Sierra.”
No se puede estar más desacertado en menos palabras, puesto que el esquí nunca robó una montaña a nadie, ni impidió el disfrute y dominio de circos y cumbres, más bien al contrario. Siempre que las actividades de ocio se planteen con respeto, sentido común y en equilibrio con la naturaleza y las montañas, no restan, sino suman. Estimado profesor, desde un punto de vista científico, no podemos dejar que nuestros prejuicios personales influyan en nuestra valoración científica.
Usted mismo se rectifica cuando se refiere al montañismo:
“Al mismo tiempo, el montañismo es una actividad que conducida respetuosamente, como le es propio en su mejor estilo, permite la más adecuada transmisión de los valores naturales serranos, por lo que fue estimada como el conducto idóneo para la labor educativa y de extensión cultural de las figuras de protección que resultaron del análisis y de las propuestas.”
¿Solo el montañismo, profesor? ¿y si cambiamos la palabra montañismo por esquí no sería válido? ¿podría explicarnos por qué?
“Se delimitaron también como «zona de uso especial» los asentamientos y equipamientos de las áreas inmediatas a los puertos de Navacerrada y Los Cotos, acogiéndolos al contenido específico de esta figura del Plan Director, quedando englobados en el Parque Nacional, en previsión de un mayor control de este modo por parte del Parque de estos enclaves de deterioro del paisaje natural y para evitar rupturas espaciales en su extensión por el área de cumbres. Por tanto, en Madrid, esta figura se aplicó al Puerto de Navacerrada y su entorno, y a la estación invernal de Valdesquí, situada en la cabecera del valle del Arroyo de las Guarramillas. Ello conllevaría la recualificación medioambientalmente del área, aplicando actuaciones de mejora ambiental y restauraciónpaisajística. Las actuaciones deberían estar orientadas a diversificar y mejorar los usos, sin nuevas infraestructuras ni equipamientos, de modo que se frenaría cualquier expectativa de ampliación, se fijarían límites en la capacidad de acogida (en invierno) y se primarían acciones de recualificación y mejora. La opción más recomendada sería el paso progresivo de las dos estaciones a un paisaje de restauración y conservación, como se procedió en su momento en el caso del Parque Natural de Peñalara, e impulsar en esta zona un potente programa de recuperación ambiental y paisajística, tendente a incluir esta zona en un área de uso moderado.”
Duele leer este párrafo, considerando que está escrito por un amante incondicional de las montañas. Si hemos de proteger las montañas en base a las figuras de protección legales, y estas legislaciones van a estar basadas en valoraciones similares a esta, quedará claro que el esquí y protección de las montañas son dos figuras antagónicas. En mi opinión, este es claramente el camino a no seguir. Debemos movernos hacia una relación postmoderna, que nos permita un modo de relación más franco con la montaña y que el esquí y la protección se puedan mirar frente a frente a los ojos, y no unos de espaldas a los otros.
o Ejemplo de discusión y debate en el foro Nevasport de las restricciones impuestas por la protección de la sierra de Guadarrama. Una legislación que no es entendida y respetada por los usuarios, es garantía de que no va a ser cumplida.
Serie 2: Debate sobre la propuesta de paso de Parque Natural Posets-Maladeta a Parque Nacional.
Durante los años 2012 y 2013 se debatió la propuesta de paso de Parque Natural a Parque Nacional, para incrementar la figura de protección del parque.
Los vecinos rechazan la propuesta al sentir que sus derechos y negocios se verían afectados negativamente.
o Inicio de los trámites e información a las poblaciones afectadas
o Los propietarios del monte de Estós (15% del futuro Parque Nacional) rechazan por abrumadora mayoría la declaración de Parque Nacional.
Una vez más, la protección de la montaña debe ser compatible con el uso ordenado, racional y equilibrado de los recursos.
o Los vecinos del valle de Benasque votan sobre la propuesta de conversión a Parque Nacional
o Información sobre lo que supone el cambio de Parque Natural a Parque Nacional y los usos permitidos
Parece claro que los beneficios no están claramente establecidos, ni para los vecinos ni para las montañas.
o Los vecinos rechazan la propuesta
Una amplia mayoría de vecinos rechaza la propuesta, fundamentalmente debido a que estiman que lo que pierden en este cambio es más que lo que ganan ellos y las montañas.
Serie 3: Algunas reflexiones sobre la dialéctica entre protección y explotación de la montaña en los países alpinos
Algunos de los parajes más genuinamente alpinos y paradigmáticos del significado metafórico de la montaña se encuentran en los Alpes, una zona fuertemente urbanizada y desarrollada, dónde los habitantes han sabido encontrar un equilibrio en su convivencia con las montañas.
Resulta indudable el amor que los habitantes de los Alpes profesan a sus montañas. Forman parte de su entorno físico y han logrado también que supongan su principal sustento económico, por su explotación turística y aprovechamientos forestales y ganaderos.
Resulta por tanto interesante y adecuado indagar en cómo han abordado esta difícil relación en busca del equilibrio.
¿Quién no reconoce esta imagen como el paradigma idílico de la montaña?
o Regulaciones ambientales en Zermatt, área de influencia del Cervino o Matterhorn. Artículo de la BBC
No se trata de no permitir el desarrollo de las áreas de montaña, se trata de hacerlo de un modo más sostenible y encontrar el difícil equilibrio.
o El compromiso medioambiental debe asumirse por todos los actores que participan de la industria turística del esquí y la nieve. Ejemplo de políticas de sostenibilidad de una de las empresas explotando hoteles en Zermatt
o La explotación sostenible del turismo de esquí como generación de una marca que puede generar negocio y atraer turistas. El caso de Zermatt
Esta es una manera inteligente y moderna de generar un equilibrio sostenible en la relación entre montaña y esquí. No asumir la generación de impactos negativos que no se pueden mitigar, sino asumir que el turismo del esquí puede generar también impactos positivos y mitigar, en gran medida, los negativos. Es la era postmoderna!
La relación “postmoderna” del hombre con la montaña
Partiendo de la lapidaria frase de Pedro Pidal, recogida en el artículo (adjunto) del profesor Martínez de Pisón, que sentencia que: “Si entre el Paraíso perdido y el Paraíso prometido, no guardamos el Paraíso poseído, merecemos, por tontos, quedarnos sin ningún Paraíso”, me atrevo a decir que la relación actual del hombre “moderno” con la montaña dista mucho de ser adecuada.El hombre “moderno” ha pasado por una fase de descubrimiento y posterior aprovechamiento voraz de los recursos presentes en la montaña. Actualmente, en España y otros países desarrollados, hemos pasado a un movimiento de protección feroz de la montaña, en un intento de arrebatarnos la relación que históricamente hemos venido teniendo de respeto y cariño entre nosotros. Es un divorcio.
Defiendo por tanto, una relación “postmoderna”,más equilibrada con la montaña, siendo conscientes del privilegio que es tenerla y poder admirarla y disfrutarla. Pero hay que promover las actividades económicas y de turismo de ocio en la montaña que permita un desarrollo sostenible de sus habitantes, así como fomentar un conocimiento más íntimo de la misma, para valorarla y quererla, porque solo desde una relación basada en esos parámetros, es posible que nuestra relación pueda continuarse y no acabemos divorciándonos.
Hay una máxima en la restauración del patrimonio cultural en las obras públicas, y es que la restauración que no está encaminada a dotar de un uso alternativo, eficaz y público a la obra, sea puente, edificio o antigua calzada romana, garantiza su futura decadencia y destrucción, porque lo que no es percibido como útil y querido por ser conocido, corre un claro riesgo de caer en la dejadez y el olvido.
Aplicando este concepto de manera amplia a nuestras montañas, si no conseguimos que la gente conozca, disfrute y valore el extraordinario medio natural que es la montaña, quedará garantizada su decadencia y la falta de recursos destinado a su conservación. Nuestra legislación regulatoria corre el riesgo de caer en este error.
Desde el esquí, calificándolo como una actividad de ocio que fecunda una relación de alto valor del usuario con el entorno, y considerando los innegables pulsos de satisfacción que potencialmente puede generar, deberíamos presentarlo y potenciarlo como una actividad clave para enseñar y educar a valorar las montañas a la gente que se acerca a ellas, posiblemente más desde una actividad de ocio que desde un interés genuino por ellas.Pero aprovechando la oportunidad para potenciar esa relación más profunda e íntima con las montañas.
De nuevo Iñaki Ochoa, un ejemplo de su relación con la montaña
Y los profesionales del esquí tenemos una labor fundamental como maestros de ceremonias y guías en la transición casi espiritual, desde el estado del debutante esquiador, simplemente practicante de un deporte, hasta el esquiador habitual, que disfruta de forma más holística de lo que supone la actividad de esquí, con el valor añadido que tiene el entorno en el que se practica y que es indisoluble de la propia práctica del esquí.
Esquí y Felicidad. El Rincón de Carolo. Nevasport
Ya lo explicó, mucho mejor de lo que yo podría, Enrique de Mesa al hablar sobre la sierra de Guadarrama y “sumarse al concierto de lo natural en el paisaje serrano, porque tal concierto existe para el que lo sepa oír, en el coro innúmero del agua y del aire, de la piedra y del árbol”. Y no hay mejor manera de unirse a ese concierto, que bailando con las montañas, con el ritmo y armonía propios que caracterizan al esquí.
Tengan cuidado ahí fuera. Las montañas y el esquí generan adicción. La próxima vez podrías ser tú!!!
El presente trabajo ha sido desarrollado en el marco del curso de formación TD1 de Esquí impartido por SAFE, como actividad curricular. El autor del artículo quiere agradecer a los formadores de SAFE su calidad humana y profesional y el material aportado para la elaboración de este trabajo