Al principio no me decía mucho el nombre, pero después de nuestra experiencia allí, ha cambiado totalmente mi mentalidad como esquiador y ser consciente de que el paraiso realmente existe.
Nuestro viaje comienza en avión aMunich con Lufthansa que permite llevar equipos de esquí y una maravilla para evitar problemas y sobresaltos en un viaje de placer. Nada más llegar allí, cogimos el coche de alquiler que habíamos alquilado para toda la semana, y un acierto como comentaré después. No solo por el precio, si no por cómo está distribuido aquello.
Nuestro alojamiento estaba en el Valle de Ischgl, pero no exactamente en el pueblo. Estábamos en Mathon, unos 5 kilómetros más arriba del valle.
Habíamos visto que durante las horas de apertura de la estación había autobuses continuamente por el valle para arriba y para abajo. Por lo que decidimos dejar el coche tranquilo e ir en autobus.
Un acierto! Porque hay autobuses cad 5 minutos! Eso si, los autobuses van llenos a tope, y en hora punta había veces que pasaban de largo porque no entraba ningún alfiler, así que mejor madrugar un poco.
El primer día fuimos al huevo de la zona baja, que está en medio del pueblo lleno de gente (en la foto no se ve la cola, pero es larga a pesar de que el huevo traga muchísima gente).

Después de subir en el huevo que lleva a la zona central y principal d ela estación (zona

Menudo enjambre de silla de 6 u 8 con capotas, calefactadas...


EL primer día, ingenuos de nosotros, nos fuimos corriendo a la zona E, la zona alejada donde está el telecabina que te subía al Val Gronda. Si hoy me volviera a ver así, me diría a mi mismo: “Tranquilo! Que tienes 6 días enteros y esto es muy grande. Tómatelo con calma muchacho”.
El huevo te llevaba hacia una zona muy bonita y que con el día que nos hizo, se podía ver todo.

De allí nos fuimos a la zona N, pegada a la zona B pero que ya es Austria. Así que tocaba quitar el 3G porque no sabía, pero el coste era muy muy diferente. Así que para evitar sorpresa…
Esta zona era todo esquiable, bueno, como todas. Pero es que como se ve, eran todo telesillas hacia todos lados.

El primer día acabamos destrozados. Esto de ir con ansia y encontrarte una gran estación es lo que tiene. Al acabar ya empezamos a entender por qué varias personas nos decían que aquello es la Ibiza de los Alpes. Todo lleno de bares “Apres ski” para que no decaiga la fiesta. Y es que la primera foto es de día, pero si pasabas a las 22:00 la cantidad de esquís fuera del bar era todavía grande. Un no parar, y supongo que un dolor de pies por las botas.


El segundo día nos salió nublado, pero con visibilidad. Así que retomamos con algo más de calma la espedición de descubrir nuevas zona. Así que lo primero que hicimos fue irnos a Austria pero por un caminillo que habíamos visto que tenía un Dutty Free como el de los aeropuertos, “Just in case”.
De allí un teleférico de 2 pisos aun con mayor capacidad que el anterior para llevarnos a la zona N que comentaba antes.


La estación no dejaba detalles al azar. Está todo bien pensado para el disfrute y el placer. Y entre todas esas cosas, implica el poner esculturas de hielo a lo largo de la estación para decorarla con grandes obras (en la primera imagen, para aquellos que se han quedado con esto, se aprecia la cabeza de una persona con la lengua fuera).

Desde este punto se podía ir directo hasta abajo (por la zona A) que desde arriba hasta abajo tiene 1000m de desnivel, y abajo una cabina grande te vuelve a subir hasta el mismo punto. Fue la diversión y el tiovivo del día.


Después de hacer 4 bajadas seguida, estábamos muertos. Y era el sgundo día!
Menos mal que cerca de allí escuchamos que había música. Al acercarnos, para nuestra sorpresa vimos que había la ruta del Jägermeister. Que era algo así como 4 bares en los que tomarte uno hacia última hora para ir calentando el “Apres ski” posterior.
Yo no sé cuantas lesiones tiene esta estación, pero por si acaso nosotros nos tomamos solo una cerveza.

Volviendo por la zona de la cabina anterior (A2), no sabíamos cómo cruzar todo para llegar a la zona de autobuses. Pero vimos que una gran masa iba por un lugar, así que les seguimos.
Sorpresa la nuestra cuando vimos que había un tunel escabado por debajo de todo el pueblo para llevar a un sitio cubierto donde esperar al autobus.
He dicho tunel? Quería decir un pedazo de tunel. Allí chorradas las justas. Si se hace, se hace bien.

El tercer día nos salió también nublado, pero había caido nieve polvo y siguió cayendo todo el día. Había tanta nieve que ni por pista se podía andar.
Creo que los de la estación fuero conscientes de ello y desplegaron los pisa-pistas para solucionarlo. Así que en grupetas iban pisando pistas. Al principio vimos 4 pisa-pistas seguidas en diagonal para pisar y pensábamos “qué lujo 4 a la vez” (primera foto), pero tuvimos que tragarnos nuestros pensamientos cuando de repente empezamos a oir miles de “beeps” de pisa-pistas y aparecieron 16 en la pista que estabamos bajando.
16!!! Que yo entiendo que era la zona B, donde las pistas tienen una anchura kilométrica, pero aun así… Un espectáculo.


Alguno se preguntará por qué hablo tanto de zonas y que no tengan nombre. Pues para mi, como turista de aquella estación, fue la clave. La lectura del mapa era lo más claro que he visto en mi vida, y no perderse allí era fundamental. Todo estaba marcado con la letra de la zona y un número para identificar hacia donde ibas. Pero estaba marcado en la entrada y también las propias sillas para que cuando estuvieras en medio de una pista también supieras dónde estabas.
Como decía, me quedé mucho con este detalle porque nos permitió ir fácil a cualquier lado, rápido y sin perdernos.

Y de tanto nevar, quedo solo el polvo. Un polvazo que me volví loco yendo fuera pista. Si a alguien le gusta el polvo fuera pista que recuerde estas palabras: “Zona E, por debajo de la silla E2”



El cuarto día estábamos de suerte. Día soleado y el día anterior había caido la del pulpo.
El problema de nuestra pareja es que nos picamos mucho, así que en este viaje y especialmente este día, nos dimos cuenta que no podemos ir de viaje a esquiar solos porque nos fundimos solos.
Este día no hacíamos más que hacer bajadas largas, fuera pista y sin parar para arriba. Y es que la estación te lo pedía, así que por mucho que no hubiera fuerzas te lanzabas.



Esa noche, a pesar del cansancio, decidimos ir a Ischgl para tomarnos algo en los bares y ver algunas tiendas. Saqué 2 fotos para ver cómo la estación baja hasta el pueblo, la gente se quita los esquís y con 2 pasos se queda en el bar; y cómo la pisa-pistas se mete de lleno en las propias callejuelas del pueblo para pisar las pistas que pasan por el pueblo.
Y cómo no, un kebab para que al salir del bar llenes la tripa y evitar una grandísima resaca. Si es que está todo pensado!



El quinto día salimos con ganas de hacer la del kilómetro de desnivel, porque la gente la consideraba como una pista de entrar y salir, pero que daba mucho mucho jugo. Muy cañera, buena nieve y con cambios de ritmo que nos encantó.



Este día tampoco nos movimos mucho de esa zona, porque como decía, tenía muchas variantes, mucho fuera pista, no había nadie y era junto a la zona E de lo mejorcito.
De hecho, bajamos antes de tiempo abajo para tomarnos una cerveza en el hotel Elizabeth justo a pie de pista como se ve. Pensábamos que no iba a haber mucha gente porque bajábamos pronto, pero teniendo en cuenta que la gente estaba comiendo a las 11, deberíamos haberlo esperado.

Del último día, creo que por el cansancio, no tengo ninguna foto. Será que iba tan fundido que no tenía fuerzas ni de sacar el móvil. Pero ese último día fue tranquilo visitando todos los valles, volviendo a la zona de Austria y despidiendonos de la estación con un cañon de cerveza en un Apres ski evidentemente.
Mis palabras durante mi estancia allí fueron: “si existe un paraiso para un esquiador, es este”. Y es que cuando fui con mi compañero Gorosabel a 4 Valles hace unos años, la verdad que me quedé sorprendido con las cosas que tienen los Alpes, pero esta estación es diferente.