¡Meta! Conseguimos acabar la Border to Border de esquí de fondo
Una fiesta. Luego un drama. Primero, una celebración de abrazos, canciones y cervezas tras cruzar la meta. Todos los finishers de esta prueba lo festejamos como se merece un esfuerzo así. Pero esta mañana, la resaca: no habíamos visto Policía en nueve días, pero esta mañana entraban por el pasillo del hotel: uno de los esquiadores alemanes, Rolf, había fallecido durante la noche en su habitación. Probablemente, un infarto. Una sobredosis de emociones, que ha llenado de silencio un desayuno que normalmente es una fiesta de esquiadores de quince países que comen juntos por última vez antes de marcharse a sus casas.
Más allá del drama, que ha sido un fallo de salud y no un accidente de esquí, misión cumplida. Yo he terminado mi segunda Border to Border, una prueba no competitiva que es mágica porque, como nos decía el esquiador suizo Didier, “desde que vine hace 25 años hasta hoy, no ha cambiado nada. Han cambiado las tablas, la ropa y he cambiado yo. Pero la atmósfera, el espíritu, los paisajes y la dinámica es la misma”. No es una prueba comercial. No es un alarde de marketing. Es la unión de cuatro municipios que reciben a precio de coste (poco más de 1.000 euros por cabeza con hotel, comidas, organización y transporte incluido en la carísima Escandinavia) a 250 esquiadores y les retan a conseguir esquiar junto al Circulo Polar Artico durante siete días. Quien no lo consigue, sea un día entero o un trozo de etapa, se sube al autobús y al día siguiente vuelve a salir.
Hemos tenido frío, claro. Y no me refiero a los -12 de la salida madrugadora de una pequeña estación de alpino de apenas 300 metros de cota. Me refiero a un viento helador, cruzado, que te arrancaba la piel a tiras mientras cruzabas bosques y lagos helados. Entrabas en el bosque: nieve blanda, esquí técnico, protección climática. Salías del bosque y entrabas al lago: nieve dura, huella fácil, frío horrible.
Aunque nada que ver con los -39 que han llegado a sufrir en alguna edición. “Una vez empezamos a tener problemas porque a la gente se le congelaba la punta de la nariz”, explica Anitta Jaakola, el alma de la prueba, 27 años al frente como coordinadora y un gran exponente de la mujer finesa: amable, eficaz, independiente, firme, autosuficiente y, llegado el momento, dura como una roca.
Acabo de terminar mi segunda Border to Border (Frontera a Frontera), o Rajalta Rajalle, como la llaman en finlandés. Ha sido durísima. Pero me he acordado mucho de 2015, cuando fue una locura: di unas cuantas clases y me alisté a este Dakar blanco… Fue una odisea, con diez y quince caídas diarias, tendinitis y sufrimientos de todo tipo para superar jornadas que llegan hasta los 88 kilómetros.
Lo hemos conseguido. Incluso nuestro compañero de grupo Rolf, que superó la distancia de la prueba, pero no el amanecer del día después. Que el cielo esté lleno de huellas de esquí de fondo, compañero.