¿Cómo habéis pasado Fin de Año y estos primeros días de 2015?
Si es como dice el refrán: "A quien madruga Dios le ayuda", entonces para el Lobo la cosa no ha empezado muy bien visto todo lo que le ha acontecido desde bien tempranito el pasado 1 de enero.
Os contaré sus desventuras, así podréis comprender lo que tiene que aguantar en su dura vida de entrenador.
La historia se remonta hasta la noche del 31 de diciembre cuando Caperucita dijo que quería darse una vuelta ella sola alegando que desde la ventana del lujoso hotel donde se habían alojado no se podía ver bien la exhibición de fuegos artificiales.
Sí sí, más que el espectáculo de fuegos artificiales la que dio el cante fue Caperucita, y la verdad, no resultó para nada edificante verla en aquel estado.
Había que cortar por lo sano con esta situación, esto no podía seguir así.
El vaso estaba lleno y la paciencia del Lobo había superado con creces todo límite.
Urgía aplicar un drástico programa disciplinario a la rebelde Caperucita y al Lobo no le quedaba otra que mandarla a un internado con la esperanza de que la metieran en vereda.
El mejor cole del Tirol es con diferencia el de Stams, del que salen los futuros campeones de los deportes invernales.
Por desgracia la fama de culo inquieto de Caperucita había traspasado fronteras y su solicitud de inscripción fue rechazada.
Pero después pensándolo mejor, la dirección de la ilustre institución le propuso un acuerdo al Lobo:
Si aceptase enseñar en el colegio, entonces habrían vuelto a considerar la solicitud de Caperucita.
Al lobo además del jugoso sueldo que le correspondería, le ofrecieron una digna vivienda en la torre del antiguo castillo.
Y claramente su privacidad habría estado garantizada por personal armado apostado en la entrada del recinto.
Por desgracia todo quedó en agua de borrajas ya que lo que le proponían era ocupar un puesto como profesor de esquí alpino, mientras que lo que él esperaba era un puesto como técnico en la rama de patinaje artístico.
No entiendo su repentino interés por esta disciplina, o igual sí... Seguramente habrá echado el ojo a alguna nueva pieza de carne fresca.
El Lobo no quiso rebajarse y de rebote, en un abrir y cerrar de ojos, concluyó el periplo de Caperucita en esta famosa escuela.
Por suerte, cerca del susodicho centro se encontraba la comunidad salesiana de Don Bosco; allí, algunas almas caritativas contaron a Caperucita de otra escuela de vanguardia donde con toda probabilidad la habrían aceptado.
Este centro se encontraba en Seefeld .
Que ésta escuela fuese más retro que vanguardista estaba a la vista de cualquiera que viera la mascota, pero Caperucita se apuntó lo mismo a los cursillos.
El Lobo, aprovechando el primer día bueno después de una semana de nieblas, acompañó a nuestra favorita al nuevo curso de esquí que empezó en una de las zonas de Seefeld: Gschwandtkopf .
Esta zona es la que está más alejada del centro de Seefeld y es un sitio ideal para aprender a esquiar, ya que dispone de un buen puñado de pistas azules desde las que además se puede disfrutar de una panorámica que quita el hipo.
Volviendo a Caperucita; después de una horita de clase le llegó el momento del examen final y ella se dispuso a esperar el petardazo de salida.
¿Podrá siquiera pasar de la puerta?
La bici de nieve aparcada en la salida ya nos daba una idea de cómo iría el tema;
otra pista fue el trineo que pusieron en la meta... Todo esto podía significar sólo una cosa:
-Caperucita, ¡cámbiate de deporte, que el esquí alpino no es lo tuyo!
Ahora ninguno se fía ya de las fotos donde parece que Caperucita haya salido fuera de la pista, ¡las mentiras tienen las patas muy cortas!
Y como siempre, se vio obligada una vez más a ponerse en manos del Lobo para poder progresar un poco y al final, algo de bueno empiezó a dejarse ver.
Más tarde y siguiendo el consejo del Lobo, Caperucita se desplazó hacia la otra zona de Seefeld, la del Rosshütte , donde hay pistas rojas y negras, al menos sobre el mapa.
Nada más bajar del remonte se enteraron de que las rojas del Reitherjoch estaban cerradas; había un cartelón plantado que lo indicaba claramente y además el pisanieves se encontraba preparando las pistas quitando de en medio cosas totalmente innecesarias como unas surferas.
Aquí había mucha más gente que en la zona anterior, tanto en las pistas como en la cafetería se notaba mogollón el postureo. El nivel medio de los esquiadores dejaba un poco que desear, lo que no quitaba que muchos se lanzasen a tumba abierta por las pendientes.
Modernos remontes conviven con otros que hacen viajar en el tiempo, tan lejano como aquel de los pioneros del esquí.
A la vista aquí también el bello paisaje que ofrecen las montañas, el valle y el pueblo de Seefeld.
Terminada la jornada esquiatriz, prosiguieron con una visitilla al pueblo mientras con ojos golosos miraban de tanto en tanto la pista de esquí nocturno que abriría en breve.
Caperucita se merecía un paseo por las calles del centro. Para comodidad de los viandantes algunas estaban cerradas al tráfico; durante el paseo saltaba a la vista que los artículos expuestos reflejaban los gustos del cliente tipo de la estación: Pijo , pero curiosamente los precios no eran tan exagerados como los que se encuentran en otras localidades igualmente renombradas del Tirol.
No podía faltar tampoco el tradicional mercado navideño.
Parece que ese primer día del año se estaba arreglando, sí; se habría podido salvar si Caperucita no se hubiera dirigido al Lobo con retintín diciendo: "La próxima vez, a ver si me llevas a dormir a un sitio como este".
En resumen: ¡¡¿Lo veis?!! ... Con un comienzo como este, ¡apuesto a que será un año complicado para el Lobo!