Una semana aprendiendo con Cristian Boiria, un crack del freeride
Vamos a aprender recursos para salir de donde sea, y me enseña, y yo alucino con que mi cuña tamaño casa le parezca guay en alguna situación, y esquiamos y va sacando recursos del bolsillo, pero sigo pato y rodando también y en una me salva la vida, ¡buf! Fallo mío, en esa inclinación, baja pero no te caigas, me lo dijo, pero ¡yo qué sé!
Y sillas y bajadas y cafés y charletas y empiezo a entender cosas. Me habla de emociones de sensaciones, de suavidad, de control, de lo real y lo irreal, de límites, de flow, hummmm, ¿de flow? Acordamos que eso es muy pro para mí.
Y descubro en él y en su entorno muchos de los valores que engrandecen al ser humano, y es que es inevitable no ver el brillo interior que tienen esquiando, por cómo aman la montaña y por su forma de entender, de vivir y practicar el freeride.
Bienvenida Arantxa, al mundo de los que han elegido esquiar bailando las emociones.
Y volvemos a los dos esquís, me da igual patín, marca, modelo, “usa todo lo que está en ti” y me enfado porque la nieve está imposible y no puedo girar y él sigue bailando sobre la nieve virgen. Seguimos matando el orgullo, no hay resultados instantáneos que merezcan la pena, se necesita más aguante y constancia de lo que algunos se imaginan, ¡zas! En toda la boca.
Seguimos con la seguridad, “necesito que tengas control en todas las situaciones”, me dice, y repite y repite que el mejor rider es el que vuelve. Oído cocina, me lo grabo a fuego. Así que aprendo que un rider pone cabeza en su corazón y no al revés.
Y en todo esto que os cuento, falta añadir las risas que había siempre, siempre, pero es que la risa hay que escucharla ¿no? Todos los riders que he conocido me han regalado una sonrisa, es otra de las cosas que entendí de este mundo. Y es que la felicidad nace en el espíritu y ellos lo tienen ¡lleno de powder!
Y yo, la verdad, sigo pato, pero ¡creo que me están saliendo garras de león!
Arantxa Sarria