Heliski en el Valais Suizo
Creo que todos los que sentimos verdadera pasión por este deporte tarde o temprano padecemos la necesidad de buscar en sus raíces, en los orígenes, en la cuna del esquí alpino. Es un sentimiento de encontrar algo auténtico, inmutable, algo bien hecho, sin colorantes ni conservantes, sin aderezos innecesarios. Es por eso que todos tenemos en nuestra mente un Shangai-La, un lugar idílico, aislado e incorrupto donde los lugareños son amables, las montañas enormes y cubiertas de ingentes cantidades de nieve polvo inmaculada, los pueblos llenos de casitas tradicionales antiguas, pero no viejas, donde moran personas, no “gente”.. En ese lugar mitológico e imaginario la vida es sencilla, el tiempo corre lento y se disfruta del placer de charlar con un amigo, de la buena mesa, de un vasito de vino blanco a cualquier hora y, como no, de las tareas cotidianas.
Si hiciéramos una encuesta la mayoría de esquiadores nos responderían que ese lugar está en Canadá o Alaska, con sus vastos y remotos dominios esquiables a donde sólo se puede acceder en helicóptero. Sin duda un destino aislado al alcance de unos pocos con carteras a prueba de crisis.
Otros te dirán que Colorado, con sus mansiones de lujo a pié de pistas y nieve “champán”. Quizás un tercer grupo escojan los Alpes Franceses con sus Macrodominios esquiables y cumbres verticales; o tal vez Dolomitas por sus paisajes de cuento de hadas…
Grandes dominios esquiables…
…¿Cómo estos?
No tengo nada en contra de todos estos lugares, es más, tengo la suerte de conocer algunos y son excepcionales, pero ninguno de ellos es el mío.
Quizás sea por mi forma de ser o por la forma que tengo de entender este deporte, pero mi concepto del esquí se parece mucho más al de los Austriacos o al de los Suizos donde el esquí no sólo es el negocio fuente de desarrollo de la comarca, sinó que forma parte de la vida, donde los pueblos se funden con la montaña y ésta con su pequeña estación, donde hay “hoteles con encanto” y no “resorts”… creo que ya sabéis por donde voy. Muchos lo llaman cultura de nieve y no es más que una fusión del esquí en el día a día, no sólo es una actividad estacional sinó que forma parte de la vida cotidiana. Para estas personas ir a esquiar es como levantarse por la mañana, lavarse los dientes o ir a trabajar. Por supuesto que se hace un alto para comer, y para tomar el vermú, y para dar los buenos días al remontero que es tu vecino. Todos se conocen y se respetan al margen de los roces propios de la convivencia.
Hay varias características que definen a Arolla como “Paraíso de Nieve”.
La primera es su paisaje y localización. Perdido en el valle de Hérens, situada donde muere una carretera de montaña de unos 40 km., el pico que da el nombre al pueblo, el Pigne D´Arolla eleva orgulloso su porte de 4000 mts. de altura a medio camino entre el Mont Blanc y el Cervino. Suficientemente escondido para no estar al alcance de las masas pero lo suficientemente imponente como para esconder tesoros en forma de glaciares, bosques y palas vertiginosas con espesores de lujuria. Su capacidad hotelera y sus servicios “aprés ski” tampoco lo hacen un lugar especialmente interesante. No deja de ser una paradoja que lo que para la mayoría podría ser un defecto, para otros es casi perfecto.
A la izquierda el Mt. Collon con su “boina glaciar”. A la derecha el Pigne D´Arolla.
La segunda es su dominio esquiable. Con apenas un par de perchas y ninguna silla, esta pequeña estación discurre entre un valle con vistas a un glaciar. La ascensión de los 2000 a los 3000 es pesada, pero se ve recompensada por las inmejorables vistas y la excelente calidad de la nieve. Una vez en la cima las posibilidades son tantas como pueda uno imaginar. Un recurso muy habitual suele ser caer a los valles traseros que van a dar a Satarma o La Gouille, poblaciones a mitad de camino entre Arolla y Évoléne.
Ramón, acercándose al bosque de La Gouille.
En cualquiera de estas travesías puedes escoger entre varios itinerarios pasando de esquiar “couloirs” a un bosque de donde salen los rebecos corriendo a tu paso, para llegar a dar a la carretera.
Conrado practicando el esquí al-pino.
Es necesario decir que si te hospedas en el Hotel Kurhaus, además de ser recompensado con la mejor cocina del valle y de la poca marcha local, te dispensan gratuitamente un servicio de recogida y regreso a pistas tantas veces como quieras. Todo un lujo.
La tercera es un guía local, André Anzévui.
Dédé, delante de helicóptero.
Dédé nació en Arolla el 1 de agosto de 1955 y desde entonces no ha parado de conseguir metas en el mundo de la nieve y la montaña. Profesor de Esquí de la Escuela Suiza desde 1973 y Guía de Montaña desde 1975, se conoce cada rincón de los Alpes como la palma de su mano. Esquiar con él no sólo es un lujo, también es una garantía de seguridad física y del propio viaje, ya que si hay nieve fresca en algún lado puedes estar seguro de que él la va a encontrar. Sobra decir que Arolla y Évoléne son el patio de su casa… Así fue como pudimos esquiar nieve polvo después de más de 2 semanas desde la última nevada importante.
Este Suizo de modales reposados y nervios de acero tiene el grado de persona y el título de personaje por acumulación de méritos. En su vasto currículo personal ostenta hazañas como la de ser la única persona que ha bajado esquiando la cara norte del Cervino el 10 de Julio de 1989 con unos esquís Lacroix. A cambio del uso y publicidad de estos esquís en el evento, la prestigiosa firma fabricaría un modelo con el nombre de Dédé y habría una compensación económica que el guía dice que nunca percibió… cosas de la vida.
Un Lacroix “André Anzévui” está expuesto en el bar del Hotel Kurhaus.
Detalle de la cola, donde se conmemora la hazaña.
Se comenta que hasta el año pasado era el único ser vivo que consiguió bajar esquiando la cara más difícil del Mont Blanc de Cheillón en 1987, el descenso más peligroso de los que ha realizado. Otro guía de la zona, amigo personal, comparte ese honor al haberlo descendido gracias a las excepcionales condiciones del invierno de 2009. Otros descensos apoteósicos son el Dent Blanche en 1995 y el Weisshorn, también en 1987, siempre por las caras más difíciles y expuestas y también fue encargado de diseñar las rutas para la primera compañía que organizó heliesquí en el Himalaya (heliesquí himalaya ¿???????????).
Es una leyenda viva del esquí.
André “Dédé” Anzévui. Suave e incisivo como un cuchillo sobre mantequilla.
La cuarta, un Pro enamorado de la zona. http://www.sebgardies.com/
Giros de gigante sobre nieve polvo.
Su nombre es Sebastien “Seb” Gardies y trabaja como “Marketing Manager” para la importadora de Elan en Francia por el invierno y por el verano se va a hacer Kitesurf promocionando varias marcas en ese sector. Este francés oriundo de Saint Lary, entre sesión de fotos y viajes a sitios increíbles se viene a Arolla cuando las condiciones son buenas. La semana anterior había estado en Albania, no es que haya muchas estaciones por allí, pero creo que eso le da igual, los helicópteros te suben a cualquier sitio. Vive con la ropa de esquiar puesta y una maleta de viaje siempre lista… todo tiene un precio.
El último día nos bajó por las traseras de Arolla a La Gouille y Satarma a cañón detrás de él, saltando por encima de cualquier cosa que sobresaliese del suelo. Fue de lo más divertido…pero íbamos demasiado rápido como para sacar fotos…
Todo el reportaje completo y fotos de gran resolución en el próximo número de Paraísos de Nieve