Al final he esquiado en mayo. A pesar de que la petición que hice a Cetursa para que abriesen la estación en los días del puente no fue atendida (ni siquiera ha sido contestada), por fin he podido esquiar en mayo. Las condiciones de nieve que había en la parte alta de Sierra Nevada no se debían desaprovechar. Si hubieran abierto se habrían podido disfrutar unos días de esquí bastante buenos; al menos como la mayor parte de la temporada. Y encima con buen tiempo.
Bueno, paso al relato. Salí de casa a las 7:00, llegando a Pradollano a las 9:15. Una mañana magnífica, mucha tranquilidad, y las vacas en medio de la carretera.
El Río se veía con poca nieve, así que decidí subir al parking de Peñones y salir desde allí.
Preparé el “equipo”:
Las botas en su bolsa colgadas de la espalda, los esquís al hombro con el “skicarrier” casero: la correa de la bolsa de esquiar (que nunca uso) enganchada por arriba dando una vuelta alrededor de los esquís, y por abajo con el mosquetón enganchado al freno de un esquí. Se llevan los esquís casi sin notarlos, Qué cómodo resulta llevarlos así. Para la temporada que viene me parece que voy a usar este sistema de transporte. Lo recomiendo.
Lo que sí pesa es la bolsa de las botas, que además se clavan en la espalda. Para evitarlo, conviene meterlas al revés, es decir, el pie derecho a la izquierda y viceversa, para que los ganchos no sobresalgan.
Además de las botas llevaba algunos elementos que consideré convenientes, por supuesto, los guantes y calcetines de repuesto, algo de comida y agua (botella de 1,5 litros metida dentro de una bota, para ahorrar espacio):
Como iba sólo me pareció conveniente llevar algunos elementos de seguridad: el botiquín del coche, un rollo de cinta aislante, una navaja, el móvil por supuesto, y la cámara de fotos y el mp3 con pilas de repuesto. Todo eso metido en la bolsa y a la espalda.
A las 10:05 comencé la marcha por la pista “Puerta Elvira”; la temperatura era muy agradable, nada de viento, así que llevaba un chándal y debajo camiseta y el gorro de esquiar (a falta de una gorra de visera me vino muy bien):
Coincidí con algunos (pocos) excursionistas, pero ningún esquiador. En 45 minutos llegué a la parte baja del Stadium; se veía que el Río casi no tenía nieve, así que fue definitivamente un acierto dejar el coche arriba. Sin parar comencé a andar sobre nieve por la pista “Rebeco”; había nieve suficiente para abrir esa pista hasta el telesilla, pero las máquinas habían movido nieve en la parte final (el llano que hay llegando ya al telesilla) para abrir paso en la carretera que va por ahí.
El estado de la nieve era primavera comenzando a transformar (11 de la mañana), bastante compacta, pero no dura; con las botas de campo se andaba bastante bien, sin hundirse y sin resbalar. Lógicamente usando los bastones para apoyarse.
Por encima de Borreguiles hice la primera parada, a eso de las 11, después de haber sorteado la carretera del circuito de fondo que también estaba limpiada por las máquinas.
En este punto dejé mi firma para que haya constancia de mi presencia:
La vista hacia abajo:
Y hacia arriba:
A partir de aquí comenzaba la parte más dura de la subida, con las mayores pendientes. Me sorprendió ver huellas que parecían de bicicleta, que por cierto fueron las únicas huellas de cualquier tipo que vi en toda la pista:
¡Ah! También vi huellas de crampones, muy pocas, pero no tengo foto.
Una vista de Borreguiles:
Y otra desde más arriba, donde se ve la cantidad de nieve que hay:
Será por nieve:
Por fin, a las 12 y pico llegué arriba, momento en el que mi Sra. (Loreto, te quiero) hizo la captura de la web-cam del Stadium:
El reloj de la cam está algo adelantado. Eran las 12 y poco.
Estuvimos en contacto telefónico (ponte más a la derecha, quieto, ahora....) y me informó de que la niña estaba vomitando y que no tardara mucho en volver. Ahora ya está mejor.
Arriba no había nadie, así que pude inspeccionar la estación superior tranquilamente. La puerta del fondo es por donde salen los esquiadores:
Las dos últimas pilonas, justo antes de entrar en la estación superior:
Lo que se ve desde la salida:
El único hielo que vi en todo el día fue éste:
Es la zona donde te bajas de la silla; un auténtico mazacote de hielo durísimo y resbaladizo. Ahora comprendo las historias de los antiguos neveros. Por las puertas del fondo a la derecha entran las sillas con los esquiadores.
Uno de los pocos seres vivos que vi por allí:
Otros fueron un grupo de excursionistas extranjeros, dos de ellos con bicicleta, que pretendían cruzar la sierra hasta Capileira. Me preguntaron por el camino correcto y les deseé suerte.
Una vista hacia la zona de la Laguna. Hay nieve, ¿verdad?:
Y tras reponer fuerzas y cambiarme el calzado, comienza el descenso, a eso de la una:
La nieve, en un punto justo de transformación y como nadie había pasado por allí en varios días, la bajada era una delicia. Un poco más abajo:
Luego busqué el lugar en donde había dejado la firma en la subida:
Y ya por debajo de Borreguiles, justo tras pasar el circuito de fondo:
Un poco más abajo se terminó la nieve, junto a la estación inferior del Stadium. Me cambié otra vez el calzado, y bajé por “Directa” hacia el parking. A mitad de trayecto me encontré con esta gente:
Y pensé: “están como cabras”
Durante la bajada esquiando me adelantó un esquiador que tiró hacia Granados mientras yo seguía por Rebeco. No lo volví a ver. No sé por dónde bajaría. Fue el único esquiador en toda la excursión.
A las dos y diez llegué al parking, donde el coche me esperaba más solo que la una:
Al fondo se ven algunas autocaravanas; por la mañana se acercó un hombre de una de ellas preguntando si abrirían los aseos; le dije que no sabía. Parece ser que aunque se puede estacionar la caravana y hay agua y luz, no hay aseos ¿?
Por cierto, aunque el día venía señalado en el calendario como temporada media, no me cobraron nada por el forfait. ¡Ah! Y el parking gratis, oiga.
Este es el recorrido que hice. No se ve muy bien por la perspectiva de la foto:
Hay que superar un desnivel de unos 650 m. Lo más difícil de todo es subir el Rebeco. Lo demás es un paseo que si no fuera por el peso de las botas sería un auténtico placer. Un camino en suave ascenso con una temperatura agradable (24º a las dos de la tarde). Por cierto, no olvidar echarse crema protectora, que el sol de la sierra es fuerte.
Y a las 14:15 más o menos tiré para casa, a donde llegué a las 16:30 y nos fuimos al médico (a Almería, ASISA es así) a que vieran a mi niña.
Hasta la temporada que viene, Sierra Nevada.
