Presentacion:
Hace un año os presentábamos un extenso reportaje sobre la relación que tuvo la Guerra y el esquí principalmente durante la segunda guerra mundial, este reportaje nos sirvió para descubrir que también Soldados esquiadores españoles participaron en esa guerra formando parte de la División azul.
Pero nos quedaba una pequeña laguna en nuestra historia…. ¿Participaron esquiadores en la Guerra Civil Española?....
la primera respuesta que se nos vino a la mente fue que con todos los enfrentamientos que tuvieron lugar en el pirineo, evidentemente esto debía ser verdad…
Tocaba ponerse manos a la obra e intentar averiguar quienes fueron esos esquiadores, donde combatieron, como vivían…
Y efectivamente nuestro trabajo dio sus frutos, y a pesar que no hay mucha documentación hemos encontrado unos muy buenos trabajos de Antonio Gascón Ricao, Artemio Mortera Pérez y Fernando Martínez de Baños Carrillo(todos ellos magníficos conocedores de la Historia Militar Española) y que nosotros nos hemos limitado a resumir, organizar y añadirles algunos documentos gráficos obtenidos de diversos sitios .
Sin más y esperando que os guste, os presentamos la primera parte de Los Esquiadores en la Guerra Civil Española:
LA COMPAÑÍA DE ESQUIADORES DE LAS MILICIAS PIRENAICAS
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El reclutamiento y la organización de dichas Milicias se llevó a cabo, bajo el mando del Comandante José María Benet (Socio fundador del CEC y de los Boy Scouts de España) en un edificio, antiguo colegio de religiosos, de la calle Balmes donde se reunió un grupo de voluntarios, procedentes en gran parte de familias de clase media o acomodadas de Barcelona.

Comandante Benet
La Compañía de Esquiadores quedó a las órdenes del capitán don Carles Balaguer, constituida por tres secciones que mandaban respectivamente los tenientes Xandri, Altaba y Nicolau Gausset.
Dicha compañía fue el resultado de la union de varias fuerzas que operaban de forma independiente y que se habian formado por el alistamiento sin control de jóvenes montañeros a las distintas milicias formadas por los Partidos, y que provenian mayoritariamente del Centro Excursionista de Cataluña , Grupo Alpino Sabadell, Grupo de Milicias Alpinas del PSUC, Milicias Antifascistas Alpinas, Columna de Montaña Ferrer y Guardia de la CNT y Grupo de Montaña del POUM.
El previo conocimiento y la comunidad de aficiones que tal circunstancia presuponía facilitó la cohesión y la camaradería del grupo tanto o más que el ideario político del mismo. Por idénticas razones, su equipamiento, de características muy especiales, no revistió los problemas, que aquejaron a los esquiadores del bando contrario, tanto por el conocimiento que tenían respecto a las características de los materiales que precisaban, como por la disponibilidad de los mismos, al encontrarse en la región las únicas firmas que fabricaban o comercializaban dichos materiales en España.

Desfile en Barcelona de Las Milicias Pirenaicas
Tras un periodo de instrucción militar en el acuartelamiento de la calle Balmes, la nueva unidad no empezó a tomar forma hasta el 18 de septiembre de 1936, momento en el cual se autorizó oficialmente su creación bautizándola con el nombre de Compañia de esquiadores de las Milicias Pirenaicas, unidad que dependia directamente de la Conserjería de Defensa de la Generalitat, al frente de cual estaba el teniente coronel Díaz Sandino, dicha compañia se establecio en La Molina -precisamente en el chalet con que allí contaba el Centro Excursionista de Cataluña- para completar su entrenamiento en la montaña.
Estaba encuadrada -sólo de una forma muy teórica, ya que su aislamiento les proporcionaba una autonomía casi completa- en un columna o sector que cubría desde la frontera francesa hasta la confluencia de los ríos Gállego y Guarga cuyo mando ostentaba el comandante de infantería don Mariano Bueno Ferrer, con el capitán Pascual Miñana como jefe de Estado Mayor, columna esta a su vez “autónoma”, aunque con dependencia nominal de las fuerzas que asediaban Huesca a las órdenes del coronel don José Villalba Rubio.

Compañia de Esquiadores en La Molina
La primera medida práctica que tomó Benet fue enviar a Caspe, el día 27 de septiembre, al "Grupo Alpino" de Sabadell. La primera de aquellas unidades absorbida por Las Pirinenques, que previamente había recibido una somera instrucción efectuando unas breves prácticas en los bosques de Vallvidriera, a la que seguirá un tiempo más tarde una compañía de Estat Catalá, junto a los componentes del Batallon Alto Aragon que alli se encotraban.
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En enero de 1937, La Compañía de Esquiadores continuaba establecida en La Molina, muy alejada del frente, empleando su tiempo en el entrenamiento y la práctica del esquí, situación esta que propició la concesión de permisos a varios de sus miembros que marcharon a disfrutarlos en Barcelona.
Pero la estancia en aquel retiro montañés no resultaba todo lo tranquila que hubieran apetecido sus integrantes a causa de las huestes anarquistas de Antonio Martín, “El Cojo de Málaga”, un personaje al que la revolución había encumbrado a dueño y señor de vidas y haciendas de la comarca de la Cerdaña, en la que ejercía una tiranía avasalladora sustentada en el terror. Los hombres de “El Cojo” pagaban con una particular inquina hacia los señoritos de la Compañía de Esquiadores la aversión que éstos, a su vez, les demostraban, dándose algún incidente entre ellos, como el intento de linchamiento, finalmente frustrado, de uno de los esquiadores, apodado “Coll de Ferro”, cuya habilidad para interpretar a Beethoven al piano juzgaban los faieros impropia de un espíritu revolucionario.
Pero no eran los esquiadores los únicos en aborrecer la opresión de “El Cojo de Málaga”. Los vecinos y autoridades de Bellver decidieron oponerse -por las armas, si era preciso- al expolio de sus bienes a que aquel les sometía, negándose a enviar a Puigcerdá alimento alguno que no fuera conmpensado mediante intercambio. El 25 de febrero de 1937 en que las huestes de Antonio Martín cortaron las comunicaciones y accesos de Bellver, preparándose para asaltar la población, en tanto los vecinos se aprestaban a hacerles frente. Un soldado de la Compañía de Esquiadores que se encontraba en la misma ofreció al alcalde la cooperación de la unidad y, una vez aceptada ésta, avisó a La Molina desde donde acudió la sección del teniente Xandri, que hizo causa común con los defensores de la plaza. Finalmente, el enfrentamiento no llegó a producirse en esa ocasión , pero la actitud de los esquiadores fue algo que Martín no estaba dispuesto a pasar por alto y decidió atacar su acuartelamiento, donde sólo había quedado una sección desarmada, que fue dominada sin ninguna dificultad.

teniente Xandri
La noticia del ataque llegó, no obstante, a Barcelona y allí el capitán Balaguer alertó apresuradamente a los permisionarios de la Compañía, reuniéndolos en la estación de ferrocarril, donde les distribuyeron fusiles y una ametralladora. Pese a partir advertidos y aparentemente resueltos a rescatar a sus compañeros, al descender del tren en la estación de La Molina se dejaron desarmar y detener sin oposición por los hombres de “El Cojo”, que los recluyeron con sus compañeros en el chalet, mientras se llevaban a Puigcerdá al capitán Balaguer y al teniente Altaba. Al mismo tiempo avisaban telefónicamente a la sección de Xandri para que retornara al acuartelamiento de La Molina donde -dijeron- sus compañeros se hallaban cercados; éstos acudieron a la emboscada, siendo igualmente reducidos sin resistencia, pese a que en un principio dominaran la situación, por haberse presentado en un momento y por una dirección que no se les esperaba.
Una gestión de la Generalidad ante los dirigentes anarquistas, logró que “El Cojo” se aviniera a liberar a los esquiadores detenidos con la única condición de que desaparecieran de sus “dominios”, siendo así como la Compañía al completo fue escoltada por los cenetistas hasta la estación de tren de La Molina y embarcada con rumbo a Barcelona, donde se les comunicó que podían disfrutar de un permiso indefinido hasta nuevas órdenes.
Primera reorganización:
Tras la revuelta de mayo de 1937 , la Compañía de Esquiadores que fue reorganizada contando con 137 hombres, partió hacia el frente siempre bajo las ordenes del comandante J.M. Benet.
La Compañía debía cubrir el frente desde Torla a la frontera francesa, por las cresterías -Tendeñera, Otal, Brazato...- que separan los valles del Ara y de Tena, con su comandancia instalada en Bujaruelo. Allí fueron pasando los días, ocupados en patrullas y descubiertas, sin contacto alguno con sus adversarios, salvo en una ocasión en que una de sus escuadras topó con una unidad de esquiadores nacionales que les hizo fuego a gran distancia con la mala fortuna de que una de las balas hiriera al sargento Ernesto Mullor, primera y unica baja que tuvo la Compañía en este periodo; la escuadra republicana prefirió retirarse sin responder al fuego.
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En el marco de la ofensiva contra Huesca, que tuvo lugar en junio de 1937, la 130 Brigada -que, con la 72 y la 102, constituía ahora la 43ª División- debería efectuar una serie de acciones secundarias para fijar las reservas del enemigo entre las cuales estaban prevista la ejecución de dos ataques a las centrales eléctricas del Pirineo a cargo de la Compañía de Esquiadores.
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El primero de ellos, contra la central de Panticosa, lo llevó a cabo la sección del teniente Xandri -aunque el capitán Balaguer dirigió personalmente la operación- sin que lograra alcanzar su objetivo al ser descubierta por los esquiadores nacionales, con quienes sostuvieron un tiroteo muy distante mientras se retiraban; en la segunda, contra la central de Brazato, la Compañía al completo llegó a posición de asalto, no efectuándolo porque no recibieron los explosivos que se les habían prometido. La opinión extendida entre los esquiadores republicanos era que se trataba de dos acciones imposibles de culminar con éxito, que les habían sido encomendadas con el único objeto de desacreditarlos y actuar contra ellos.
Algo de esto debía de haber en el fondo porque, tras un oscuro proceso -orquestado, al parecer, por los comunistas-, fue condenado y fusilado el capitán Millet del Batallón Alpino y éste disuelto, pasando los componentes de la Compañía de Esquiadores al pueblo de Jánovas, en las proximidades de Boltaña, destinados a la Brigada 72, sin permitirles continuar reunidos, distribuyéndolos entre los diferentes batallones que la componían.
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Los esquiadores, a quienes satisfacía muy poco el ambiente de esta unidad, tan distante de sus gustos y del marco geográfico de su preferencia, dieron en solicitar la baja de aquellos que por su edad no estaban comprendidos entre las quintas movilizadas, al tiempo que animaban a hacer lo mismo a los otros soldados de la brigada que, por ser analfabetos en su mayoría, ni siquiera se habían enterado de que tenían derecho a ello. Tal conducta, junto con otras actitudes un tanto reacias, no les ganaron precisamente el aprecio del mando que vio con cierto alivio como, con unos u otros pretextos, los voluntarios pirenaicos iban marchándose a Barcelona.
Segunda reorganización: El batallón vasco-catalán.
En Huesca estaba organizándose un nuevo batallón alpino, esta vez a base de los combatientes del teatro de operaciones del Norte que, tras su liquidación, habían logrado llegar, a través de Francia, a la región centro-oriental. En él encontraron buen acomodo, de acuerdo con sus aspiraciones, los antiguos esquiadores que habían sabido zafarse de su destino en la 72 Brigada, dando al Batallón un carácter vasco-catalán, que le valió precisamente esa denominación, además de la oficial de Batallón Pirenaico. Dicho batallón, a las órdenes, del mayor José Cosgaya, formaría parte de la 43 División, pasando a organizarse en el cuartel Carlos Marx (anteriormente, cuarteles del Parque de la Ciudadela), donde permanecería en instrucción hasta el inicio del invierno de 1937/38. Formaba parte del mismo una Compañía de Esquiadores de nueva creación de la que obtuvo el mando el ya conocido capitán Carles Balaguer, con presencia mayoritaria de los alpinos catalanes, que lograron incorporar a la misma a su anterior equipo médico, encabezado por el doctor Mas Meya, aunque no a los restantes oficiales, de los cuales el teniente Xandri encontraría la muerte, ya capitán, en la bolsa de Bielsa.
Como quiera que los vascos no reparaban en gastos cuando de sus tropas se trataba, los medios materiales para el equipamiento del Batallón fueron adquiridos en Chamonix -centro de moda, entonces, del deporte de montaña en Europa-, a donde fueron enviados los hermanos Aldaz para formalizar la compra, en flagrante contraste con la penuria en que se desenvolvían sus homólogos nacionales.

Uniforme y equipo de campaña.
Con las primeras nieves, la Compañía fue enviada a Benasque -donde la Plana Mayor quedó alojada en la fonda Sayó-, dedicándose a completar la instrucción montañera de la misma. En marzo de 1938 debían trasladarse a la Renclusa, pero tales planes se vieron frustrados por la ofensiva nacional en Aragón, que demandaba toda clase de refuerzos, entre los cuales el Batallón Alpino fue requerido para acudir al frente de Huesca. Su entrada por primera vez -y última; todo hay que decirlo- en combate, el día 25 de marzo, a la altura del pueblo de Barluenga no pudo ser más desastrosa.
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Sorprendido por el ataque de unos supuestos “mercenarios marroquíes” -porque lo cierto es que en las filas de la División 63 nacional, no figuraba una sola unidad de Regulares-, se desbandó bajo el ametrallamiento de los aviones nacionales, dándose a la huída, que pudo efectuar, según Segalás, porque los moros se dedicaron a la rapiña de sus flamantes equipos de montaña abandonados, en lugar de perseguirles.
Segalás, junto con otros dos compañeros, perdidos y aislados, decidió encaminarse a su base de Benasque, donde llegaron tras una penosa caminata para encontrarse con la agradable sorpresa de que los restantes miembros de su unidad habían tomado similar decisión, reuniéndose allí la totalidad del Batallón, del que sólo faltaban el sargento Boix y un sanitario, que habían caído prisioneros.
El comandante Cosgaya decidió que no estaban en condiciones de ofrecer una mínima resistencia cuando se presentaran sus enemigos, optando por retirarse a Francia, cosa que hicieron sin que se les ocurriera prestar ayuda alguna a los numerosos civiles que huían en penosísimas condiciones por su mismo camino ni se preocuparan de evitar que unos incontrolados incendiaran el pueblo. Tuvieron, en cambio, buen cuidadado de hacer una presentación marcialmente impecable ante los gendarmes franceses, que se mostraron admirados de su aspecto bizarro mientras los desarmaban.

Compañia de Esquiadores en la frontera francesa
Tercera reorganización y disolución:
El Batallón en pleno optó por retornar a la España republicana, siendo trasladado por ferrocarril a Gerona para proceder a su reorganización.
Desde entonces, y hasta el término de la guerra, el Batallón Pirenaico se mantuvo en estos parajes, guarneciendo unas posiciones en las que ya no volvieron a darse enfrentamientos de entidad. A finales de 1938 el Batallón cubría el frente desde Tirvia a la frontera francesa. En estas circunstancias, la Compañía de Esquiadores había perdido su carácter de tal. Su capitán, Balaguer, pasó a ser jefe de información del Batallón y el propio sargento Segalás fue destinado a la Plana Mayor de la unidad y, aunque ambos, junto con otros aficionados, no desaprovechaban las ocasiones que se les presentaban de calzarse los esquíes, éstas eran cada vez menos frecuentes para una tropa que vivía en unas trincheras que de día en día iban haciéndose más confortables y en posiciones que les permitían retirarse a Francia fácilmente en caso de derrota, que se adivinaba inminente, cosa que efectuaron al poco tiempo, dando por concluída su particular guerra.
Fuentes:
Exposicion permanente del Ayuntamiento de Bielsa: "La bolsa de Bielsa"
www.sbhac.net/Memoria.htm
Revista Española de Historia Militar (Quiron Ediciones)