Lo que la convertía en algo más propio del territorio de los sueños (de grandeza) que todos tenemos es el precio, ya que no todos los mortales (y apasionados freeriders) tenemos la posibilidad, capacidad y sobre todo permiso de nuestras/os santas/os esposas/os de gastarnos de 6.000 a 8.000 Euros en una semana para satisfacer la perentoria necesidad de ir a esquiar en la mejor y más profunda nieve polvo del mundo (a ver quién se lo explica), con el agravante de ser esta actividad una droga tremendamente adictiva, es decir, una vez probado es necesario hacerlo todas las temporadas, con escasas o ninguna probabilidad de rehabilitarse. Es así de duro.
Ahora bien, gracias a la diosa fortuna algunos de los guías de estas compañías de heli-ski y otros amantes del freeride se pusieron en nuestro pellejo (sin salir del suyo) y comiéndose mucho el coco, al cabo de pocos (10) años vieron la luz.
Pensaron “si nos lo curramos bien durante el verano, abriendo caminos con bulldozers y más maquinaria pesada, talando algunos árboles aquí y allá, si hacemos accesible la cima de la montaña usando un vehículo terrestre…” y así nació el “cat-skiing”.
La receta es como sigue,
Ingredientes:
Pongamos en el cajón calefacción, cómodos asientos, musiquita, ventanillas y buen espacio para transportar la comida, que a veces se sirve en los trayectos para ahorrar tiempo y esquiar más.
Se consigue una concesión de terreno (en este caso 17.000 hectáreas) en digamos…, las montañas Selkirk, al norte del mítico (por la nieve: cantidad y calidad) Nelson y en verano se abren más de 40 nuevos caminos para llegar hasta lo más alto en varios picos y caras norte y este, se talan algunos árboles quemados (ghost town) y otros no, para habilitar más espacio y por último y con mucha paciencia esperamos a que llegue el invierno con sus tremendas nevadas.
En la base de estas montañas y en el lugar más accesible desde alguna carretera cercana se construye el típico “lodge canadiense”, una gran cabaña de madera y cristal con su jacuzzi e indispensable súper chimenea, seis habitaciones muy cómodas y calentitas, una gran cocina llena de suculentos platos y por supuesto la nevera llena de la bebida nacional de Canadá, cerveza!!, para la vuelta de cada alucinante día en la montaña.