Un inciso en los truquillos para contaros cómo es mi estación
El día mítico: un metro y medio de nieve en polvo y sol en esta estación que tiene 30 pistas negras por 12 azules y el fuera de pista más vertical de California. Y yo, pobre de mi, en vez de estar a las ocho y cuarto esperando a que el patrulla quite con parsimonia esa cuerdecilla de la silla Cornice Express (la primera que abre) llego tarde, a las nueve, y ya está todo, absolutamente todo peinado ¡Vaya cómo madrugan los friquis aquí en Norteamérica!
Tengo dos alternativas para encontrar una línea limpia, hacerme esquís al hombro los “ninety nine steps” hasta el Thimble Peak donde las competis de extremo, o una diagonal alta con algo de pateo en dirección totalmente opuesta, hacia Palisades. Me decido por la última, je, a mi edad, en los “ninety” esos me da lo de la caquita, y además no veo una sola huella de locales, así que por algo será. Por otra parte Palisades tiene orientación Este, así que allí la nieve durará menos tiempo fresca. Voy para allá y efectivamente: allí me reencuentro con esa sensación etérea, esa caricia bajo los pies, mientras la gravedad tira de mí con fuerza hacia el vacío ... la nieve me rodea la cintura, floto y el tiempo se para; la bajada, un desnivel de 400 metros, como el cielo, nunca se acaba…
Hay que decir que Kirkwood tiene forma de medio circo que desciende en un muro vertical hasta el pueblo. De este modo, desde abajo ves prácticamente todo, excepto lo que aquí llaman el Backside (la parte de atrás, vamos). Una vez que estás arriba del muro puedes elegir infinitas líneas, canaletas, bosque…. Casi todas con una inclinación media de quitar el hipo y cuya entrada, inevitablemente, por la configuración y la orientación de la montaña, es una cornisa. Aquí veremos a pocos haciendo carving por las pistas salvo a los chavales que corren en el equipo, pero fuera de pista ¡madre mía! cómo controlan y qué grillados están. Aquí te paras un poco a mirar, bajando una canaleta de apenas dos metros y 50º y te grita una abuelita pidiendo paso.
Después le tocó al Backside y allí, a pesar de su orientación Sur-Sureste, la nieve seguía más o menos fresca y muy profunda, de modo que pedía giros largos y con velocidad. Lástima que en esta zona el desnivel es menor y las bajadas se terminan en un santiamén, a no ser que uno se meta por el bosque, donde la nieve se conserva más suelta y se pude jugar girando corto entre los pinos centenarios. Ahí, en el Backside, está “The Wave” una cornisa que cuando uno la ve desde el telesilla parece más pequeña y que, cuando la va a saltar, se explica por qué todos los locales están allí parados mirando…
Tras mi salto por un lugar decorosamente alto, aunque eso sí, un poco de ladillo (je, je, … la edad … el cague …) bajo la pala y me paro a respirar. Estoy en el Carsons Pass, el histórico paso entre montañas donde en la peli “Caravana hacia el Oeste” los emigrantes empujaban los carros por la nieve mientras los indios Washoes los miraban incrédulos y frotándose las plumas. Uno aquí no solo está esquiando, sino que está rodeado de muchos fetiches que conformaron parte de las imágenes de su infancia. Cuando toque hablar sobre Squaw Valey, os contaré de otro sitio legendario, el Donner Pass y la truculenta historia que nunca refirieron las pelis que vimos de chiquititos.
Salgo del Backside por la silla nº 4 (es curioso pero aquí se llama a los remontes por su número, a pesar de que algunos tienen un nombre muy sugerente como Cornice Express, Wagon Wheel – The Wall, Iron Horse… ) y por el Larry’s Lip vuelvo a las caras Noroeste bajando el One Man Chute. “Peligro; Área Cerrada, Precipicio” dice un aviso naranja y, a su lado, reparo por primera vez en el cartel que se ha convertido en el símbolo de Kirkwood: un fondo negro y dos tibias bajo una calavera. ONLY EXPERTS pone debajo. La muerte, sí, pero también el símbolo pirata. Je, me gusta este sitio.
No hago caso porque ya los locales me han enseñado “por donde”, así que me meto en ese palón estrecho y difícil que, a esa hora, no es que tenga algunas huellas, es que está lleno de baches descomunales de la cantidad de chavales malos con tatuajes, señores mayores y madres de familia que han pasado por allí como si tal cosa. Al llegar abajo ahí está The Wall, así que no me resisto, pero tras una bajada vuelvo a la primera silla de la mañana, el Cornice, y elijo unas rutas por el bosque. Oops and Poops le llaman a la primera, que es la de mayor inclinación y no aparece en los mapas de pistas, Chamoix la segunda, un canutillo de medio lado con una entrada de rocas complicada, pero en el que, una vez más, me encuentro a una quinceañera con su modelito a juego blanco y rosa impecable, diciéndole al novio que no era tan difícil… en fin.
Llega la tarde y me he recorrido toda la estación. Del polvo fresco y suelto de la mañana hemos pasado a una nieve trillada y algo más pesada, pero que se esquía todavía fácilmente y el la que te hundes hasta las rodillas, a pesar de estar totalmente llena de huellas. Me voy a retirar pero quiero llevarme buen sabor de boca, así que vamos en busca de algo de adrenalina y me dirijo a las “Sisters” ¡a ver si esta vez no me encuentro allí con un abuelo metiendo un mortal en la cornisa del canuto !
Las Sisters es una formación de rocas que da a cuatro canutos. El primero parece fácil, pero cuando llegas te das cuenta de que tiene un recto de unos cuantos metros, y como que no te apetece bajarte esos 50 grados entre rocas (de ni dos metros de ancho) en los que no ves la salida. Desde abajo se ve una entrada alternativa, pero aun no la he descubierto y tampoco he visto todavía a nadie bajar. El segundo es un autentico embudo pero no tiene suficiente nieve, así que lo olvidamos. El ultimo tubo es el más ancho y plano, pero se le hace un ventisquero en medio que lo estropea, así que me decido por el tercero, que es más potente.
Cojo Wagon Wheel y, sí, estamos otra vez en el mítico Wall. No solo hay un par más de carteles con las tibias y la calavera, sino que allí, además de los lúgubres avisos inmóviles, en la cima , negra, enorme, siniestra en su flameo al viento, ondeando, hay una bandera pirata. Una pequeña caminata y estoy a la entrada del tercer tubo de Las Sisters; con el canguelo doy una vueltecita para atacarlo por la parte fácil pero me llevo la sorpresa de que la entrada, al revés de lo que es habitual, hoy no tiene ese cornisón horrible. Me subo mosqueado en escalera hasta la parte más alta y sí, ahí debajo está, más grados de los que yo debería bajar con mis años, su piedra en medio para que no se pueda cometer ningún fallo y, a la salida de las rocas, una pala con unos cuantos metros sin huellas todavía. Je, je.
Esa sensación de rozar el muro con la mano del monte mientras la rodilla interior casi te pega en el pecho bien merece una parada, ya abajo, en el Zack’s Bar, y allí, para estar a tono con la cultura, aunque aquí vendan churros Pepe’s y aceite de oliva “Spanish Real” para la ensalada, me pido una Motherload (una de esas hamburguesas “con todo”) acompañada, por supuesto - hay que reivindicar ese treinta y pico por ciento de población hispana - de “la cerveza mas fina”. En la mesa, como por doquier, uno de esos adhesivos negros con las tibias y la calavera: ONLY EXPERTS. Y una chica de no mas de catorce años contándole a la amiga cómo estaban las cornisas de “El Muro”. Así es Kirkwood; abuelitas piratas; tibias y calaveras.
Carolo © 2004