Hod Dog es una peliculita muy querida en Squaw Valley, donde se filmó. Iba de un chico que va a una competición de freestyle y, bueno, conoce a una chica, le gana a los malos y todo eso… En fin, que como esta peli de adolescentes fue un icono de mi juventud, siempre quise ir a Squaw Valey, je, y se ve que no soy el único, pues conmigo vino Ale Pro con la misma ilusión que yo.
Squaw es una de las más grandes estaciones de esta cadena montañosa que curiosa pero no casualmente se llama Sierra Nevada (“ssieranevvadda”, que dicen aquí, intentando poner nuestro acento que respetan mucho a pesar de lo que algunos puedan creer). Y fuimos en ese pedazo de Ford Bronco - que conduzco aquí gracias a mi amigo Nacho - por la mítica 89, una carretera de las que aquí llaman “europeas” porque tiene dos curvas, juas, juas. Efectivamente, en un país donde vas por una autopista totalmente recta y, de repente, te encuentras con una estación de esquí así, ahí en medio como si tal cosa, la ruta 89 tiene uno o dos giros de más de 90 grados y eso – como carretera de montaña - la hace legendaria. Bordeando el extraordinario margen oeste del Lago Tahoe, y recordando “Hot Dog, the Movie” pasamos por el motel donde el prota de la película le tocaba la guitarra a Elisabeth Sue, y por el bar donde se celebraba el concurso de las camisetas mojadas (no, los siento, no había nada el día que llegamos Ale y yo). Recorrimos sitios que nos eran familiares a fuerza de verlos en las pelis y nos sobrecogimos al pasar por el cartel de Donner Pass y recordar que, en una película del Oeste, contaban la truculenta tragedia que sufrieron 100 de los inmigrantes mormones que intentaron cruzar por allí a mediados del siglo XIX.
Total que llegamos a Squaw, una estación con pistas expuestas a todo tipo de orientaciones así que, como era primavera, la mejor estrategia era seguir al sol y esquiar allí donde iba calentando…. Cogimos el Gold Coast Funnitel – una cabina de ocho sentados - hasta la base intermedia y, de ahí, tras calentar acompañados por unas amables señoras con las que hicimos la primera bajada (casadas y con hijos, no piensen ustedes mal, pero es que aquí la gente es extraordinariamente amable) tomamos el Siberian Express que ¡ah! sorpresa, nos dejaba justo en la cornisa del famoso Descenso Chino; ése que, gracias a la película de la que hablo ha pasado a la historia de las imágenes de esquí y que ahora, comparado con los vídeos de extremo que se hacen, ha quedado en eso, en una simple chorrada en una peliculita.
Ahora ya no es una cornisa limpia sino que está salpicada de remontes y tiene en medio un magnífico terrain park con un half pipe y unos saltos “de verdad”. Allí, entre malillos y malos, un chaval surfero de unos ocho años nos dio una demostración de los que es aire, y una chavalita de unos catorce con unos twin tip hizo lo propio volando más aún. Aquí el nivel en el park es alucinante (muchos profesionales viven aquí y entrenan a diario mezclados entre turistas y locales) y, tomemos nota, todos – surferos, esquiadores, turistas, pros, mayores, pequeños - coexisten pacífica y amablemente: ni una mala cara, ni un solo gesto despectivo o de superioridad…. Mucho les queda a algunos de nuestros malillos que aprender de ellos.
Un recorrido por las caras sur y sureste entre los remontes K - 22, Squaw One Express y por el Headwall Express en las que nos hacemos unos fuera de pista en una magnífica nieve primavera estilo Sierra Nevada (la de allí, la nuestra, quiero decir, que tiene parecida nieve y clima que ésta). Un descansito para comer y tomar este horrible café que hacen aquí, y de ahí, al Backside que ya ha calentado, por las sillas Granite Chief y Shirley Lake Express que dan acceso a unos bonitos itinerarios entre rocas y bosque.
Finalmente no puedo remediarlo y vamos a la pista de baches cogiendo el Far East Express ¡Madredelamorhermoso! Una pista de verdad, con todos sus metros y sus saltos y sus baches largos de bajar a toda leche… en fin, que no podemos esquiarla, je, pero nos deleitamos mirando a los chavales locales - algunos de ellos en el equipo norteamericano, o sea, entre los mejores del mundo - metiendo todo tipo de invertidos fuera de eje (mortales con rotaciones de lado, para entendernos) y aterrizando a entre esos baches amenazadores. Uno de los corredores nos mira y sonríe saludando: Pa, pa, pa, pa, Zás, vuelaco, un 360 con iron cross, recepción y pa, pa, pa, sesenta giros entre los rapidísimos baches para meter en el segundo salto un perfecto donner roll (el inverted off axis grapado con el que Mosseley ganó en las Olimpiadas) … Impresionante, vamos, por lo menos para el que le guste esto como a mí.
Baches, tubos, cornisas, bosque, rocas … de todo hay en Squaw. Tras una jornada agotadora bajamos a la plaza en busca del típico bareto auténtico donde reponernos y alternar un poco con los locales y, doble sorpresa, el sitio pera en Squaw Valley, California, se llama Balboa, je, pero lo más cachondo es que el plato estrella – atención - lo que más se pide allí y es lo propio y el no va más es ¡el bocata de calamares! (se ve que los madrileños llegan a todos lados). Esto no salía en Hot Dog, no. En la peli que fue un símbolo en mi adolescencia (entonces no había vídeos de extremo) no me contaron que aquí, en California, no solo hay rubias platino y enormes camionetas pick up, sino que muchísima gente habla orgullosa en español, come calamares fritos y sueña con viajar un día desde la Sierra Nevada norteamericana a la de Granada. Y a ellos, Europa, España - que conocen bien a pesar de lo que muchos quieran creer - les suena tan exótico como a Alepro y a mí nos pudo parecer recorrer las carreteras y bajar un día por las mismas laderas que vimos en las pelis de nuestra infancia.
Carolo © 2004