Las conductas son condicionadas socialmente desde la infancia, en donde reforzamos las positivas y tendemos a ignorar o castigar las negativas. La sociedad actual parecería haberse acostumbrado al castigo, lo que se observa en la conducta de muchas personas, en sus decisiones, e incluso en sus transgresiones en cuanto calcularían la proporción de castigo que les correspondería por implementarlas.
El sentimiento de culpabilidad proviene de la manifestación superyoica, es decir, de nuestra conciencia moral aplicada por nuestros padres en cuanto la vigilancia de nuestras conductas de la infancia. El Superyó, como agente represor y prohibidor a lo largo de nuestra vida, cumple la tarea de vigilar las acciones que no se ajustan a las normas y valores sociales, haciendo que comparemos constantemente nuestros logros con las expectativas que se esperan de nosotros.
Nuestro Yo-esquiador-ideal queda alojado dentro del Superyó, el cual genera los castigos por no alcanzar el ideal de la acción técnica, generando en nuestro Yo una compulsión irrefrenable hacia la culpa. Hay que señalar que, cuanto mayor sean nuestras virtudes, mayor será la presión de nuestro Superyó y, por lo tanto, mayor el sufrimiento por la culpa percibida por no alcanzar las normas y valores socialmente admisibles.
Reacciones hacia el sentimiento de culpa
Según el profesor de psicología Bruce Narramore y el escritor Bill Counts, ante la amenaza de un rechazo, punición, o pérdida de autoestima y para evitar el sentimiento doloroso de culpa, tendemos a reaccionar de las siguientes maneras:
- Mediante el desaliento en cuanto nos entregamos al decaimiento aceptando la propia culpa. Esta actitud dificulta nuestro normal funcionamiento puesto que produce una merma de la energía vital. Nos rendimos al sentimiento de culpabilidad y a la autovaloración disminuida, lo que nos quita empuje para realizar esfuerzos constructivos.
- La rebelión y el enojo son reacciones habituales por las cuales exigimos ser aceptados tal como somos o que nuestras conductas sean toleradas por los demás. Nos rebelamos pasivamente dando consentimiento verbal pero no nos comprometemos activamente. Esquiamos, tomamos clases, o competimos por insistencia de padres, pareja, o amigos. Esta resistencia pasiva complica la situación porque instaura más culpa al realizar algo que no deseamos.
- En la autodecepción los sentimientos de culpabilidad son negados mediante la racionalización de los hechos. No nos consideramos tan malos esquiadores al compararnos con los demás. En este caso, insensibilizamos nuestra percepción sobre lo bueno y lo malo de nuestra forma de actuar. Otros mecanismos de la racionalización de la culpa son convencernos de que lo realizado no se podía evitar, que lo hicimos lo mejor que pudimos, o autopersuadirnos de que es ‘nuestra’ propia forma de esquiar y que no hay nada malo en eso. Existe además un artilugio muy extendido que es la propensión a echar la culpa a los demás o al entorno, negando la propia responsabilidad. Estas tendencias componen los mecanismos de defensa de racionalización y de proyección y no hacen más que fomentar el autoengaño.
- La confesión superficial está considerada como la más ilusoria de todas las reacciones a la culpabilidad. Cuando la experimentamos, nos sentimos desdichados e insatisfechos con nosotros mismos hasta el punto de pensar que no merecemos consuelo. Creemos que al buscar compasión en los demás, la culpa desaparecerá y volveremos a sentirnos bien. Pretendemos liberarnos del malestar reconociendo superficialmente nuestras fallas, pero no poseemos intención verdadera para modificarlas. En general, estas confesiones las realizamos para aliviar el sentimiento de culpa más que para corregir nuestra propia conducta.
Las mencionadas son reacciones estereotipadas que funcionan como mecanismos de defensa, pero ninguna resuelve la situación. Cada uno debería aceptar con responsabilidad de que no somos perfectos y que podemos -y debemos- cometer errores para nuestra propia evolución.
Estrategias de afrontamiento al sentimiento de culpabilidad:
- Identificar el origen de la culpabilidad.
- Examinar la propia responsabilidad sobre lo ocurrido.
- Reconocer y expresar la culpa.
- Saber perdonarnos.
- Aprender de lo ocurrido.
- Permitirnos fallar.
- No dejarnos manipular a través de la culpa.
Conclusiones
- El sentimiento de culpabilidad nos produce, generalmente, una disminución de la autoestima.
- Se considera positivo cuando nos ayuda a corregir conductas inadecuadas.
- Algunos de los componentes del sentimiento de culpa son la falta de autoestima, el desaliento y el temor al rechazo y al castigo.
- Las razones de por qué tenemos tendencia a sentirnos con culpa dependen del desarrollo de nuestra propia personalidad.
¡Hasta la próxima!