La ansiedad es una conducta que funciona inicialmente como señal de alarma frente a una situación particular de frustración o de conflicto. Inicia con una cierta tensión y, si incrementa, entonces desorganiza el normal funcionamiento mental que pasa a ser angustia hasta llegar al miedo o al pánico, sobrepasando la capacidad de nuestro organismo para equilibrarse.
Al principio se manifiesta con un bajo nivel de molestia y preocupación que no llega a ser restrictivo, pero, si aumenta, nos encontraremos en un estado de impotencia en el cual la razón no opera apropiadamente. Si no son gestionadas oportunamente, las ansiedades pueden transformarse en fobias, es decir, en miedos intensos e inmovilizantes, lo que nos impide disfrutar de la esquiada. Las causas que las generan pueden no tener aspecto de amenaza, pero lo que sentimos es tan auténtico que la percibimos como tal.
Tendemos a interpretar a la ansiedad como un estado emocional desagradable generado por la percepción de un estímulo considerado subjetivamente como amenazante y que se relaciona con la apreciación de una situación, de un potencial daño físico, de inseguridad, o de incertidumbre que afectan nuestra autoestima. Es una respuesta de alarma frente a una situación en la cual dudamos de nuestras habilidades para hacerle frente, generando incertidumbre.
Generalmente catalogamos a la ansiedad como una emoción negativa, pero en realidad, es adaptativa. Se transforma en negativa cuando realizamos una evaluación exagerada de la situación amenazante o experimentamos un alto nivel ansiógeno de manera persistente. Esta reacción emocional puede surgir por un estímulo externo o por imaginación subjetiva.
Bajo un estado de ansiedad, experimentamos un complejo cuadro de factores cognitivos, emocionales, y situacionales que obstaculizan la toma de decisiones racionales, afectando la planificación y la ejecución de nuestro propio plan de acción, caracterizándose por experimentar preocupación, nerviosismo, y desconfianza.
La intensidad de la ansiedad se refiere a cuán ansiosos nos encontramos o cuanta ansiedad experimentamos en un momento determinado, lo que se debe a nuestras características psicológicas individuales y a las características de la situación en la que nos encontramos.
Esquiar se concibe como una interacción equilibrada entre nuestros propios recursos y las demandas del ambiente. La ansiedad emerge por el desequilibrio entre ambos factores. Influye en nuestro rendimiento general en cuanto interfiere en nuestras capacidades de atención y concentración.
Un factor crítico durante la ejecución deportiva es prestar atención a los estímulos correctos en el momento correcto. La ansiedad es un estado psicológico que afecta la distribución óptima de la atención en cuanto hacia qué, hacia dónde, y cuándo orientarla. La ansiedad también proviene del prestar atención al tiempo psicológico, es decir, del pensar anticipándonos a lo venidero; en vez de concentrarnos en el tiempo real, o tiempo cronológico. Al pensar en el futuro, la ansiedad se transforma en un sentimiento de incertidumbre, un temor leve que, llevado a un extremo, se transforma en miedo sobre lo que puede pasar y ocurre solo cuando nuestra mente imagina lo que el futuro puede traer. Si nuestra atención está en el aquí y en el ahora, las acciones que realizamos en el momento presente tienen mayor oportunidad de éxito.
La ansiedad puede apreciarse como la sensación que experimentamos cuando una situación promete placer, pero a la vez es amenazante, o cuando sabemos que no tenemos otra posibilidad o ninguna otra forma de actuar.
La ansiedad manifestada en esquiadores temerosos puede ser una forma de ansiedad que varía con la vacilación de deslizar, donde la ansiedad está siempre presente, hasta llegar a rehusarse a descender, lo que puede desembocar en una fobia al vacío. Pero, en este caso, no es el miedo a los espacios abiertos lo que ese esquiador siente sino el miedo a perder el control.
¡Hasta la próxima!