Es obvio que cada uno de nosotros prefiere los estados emocionales positivos a los negativos, y la autorregulación se orienta justamente a consentir estos estados. Las emociones negativas se relacionan con la evitación y las positivas con la aproximación. El afecto negativo permite evitar los peligros y aprender lo que no debemos hacer y, si bien es una utilidad adaptativa que permite evitar situaciones potencialmente peligrosas, esta función va restringiendo nuestras conductas además de no permitirnos la predisposición hacia lo que sí podemos hacer.
En cambio, las emociones positivas proveen una amplitud de acción hacia condiciones favorables y potencia el aprendizaje emocional satisfactorio. En otras palabras, aprendemos mejor con un estado emocional positivo sobre lo que podemos lograr, que con limitaciones sobre lo que no debemos hacer.
Una situación percibida como amenazante y generadora de emociones negativas puede convertirse en una experiencia emocionalmente positiva si aprendemos a minimizar los aspectos relacionados al miedo y desarrollar aquellos que permiten el disfrute.
En cuanto a los síntomas experimentados, hay quienes manifiestan una gran cantidad (esquiadores sensitivos), otros en que predomina lo somático (esquiadores internalizadores), y los que revelan conductas verbales o corporales (esquiadores externalizadores). Con la expresión verbal podemos regular la emoción y reducir la tensión.
Los dos primeros tendrían propensión a experimentar las emociones intensamente y mayor dificultad a regularlas, mientras que, en los últimos, la descarga de las emociones prevalecería por sobre la regulación.
Como mencionamos, actualmente existe una tendencia a evitar las emociones negativas. Muchos toman clases de esquí para no sentirse ansiosos ante una pista intimidante o para no tener miedo a descender sobre montículos. Creen que si aprenden a mejorar su esquiada eliminarán las emociones negativas sustituyéndolas por positivas, lo cual los hace concentrarse sólo en esquiar mejor. En realidad, sería provechoso que focalicen en mantener la confianza, la calma, y el entusiasmo, aspectos que contribuyen a sustentar la propia esquiada.
Las emociones influyen en nuestro rendimiento tanto positiva como negativamente. Si experimentamos una situación amenazante muy probablemente generaremos emociones negativas como ansiedad, miedo, o angustia. Estas emociones pueden ser reconocidas en cuanto exteriorizan algunas de las siguientes señales:
- Estamos retraídos o, por el contrario, inquietos.
- Nuestra postura es tensa, lo cual afecta nuestro equilibrio.
- Nuestras acciones son torpes.
- Exhibimos aburrimiento y confusión.
- Demostramos indecisión.
- No nos esforzamos lo suficiente.
- Realizamos asiduamente comentarios negativos.
Sabemos que las emociones conforman una parte esencial de la esquiada. El problema podría surgir cuando nos volvemos adictos a las emociones positivas. Lo ideal es conseguir un estado emocional saludable mediante la regulación emocional, es decir, a través de la limitación de los extremos.
Si bien las emociones guían nuestro comportamiento, no podemos dejarnos llevar por estos impulsos, por lo tanto, deberíamos al menos comprender cómo gestionarlas.
No podemos controlar directamente el surgimiento de una emoción, pero si podemos regular la expresión emocional, dentro de lo deseable, para evitar conductas desorganizadas. No es aconsejable la represión de la emoción dado que debemos poder expresarla espontáneamente, caso contrario podría afectar nuestra salud mental. Es una creencia generalizada el hecho de que reprimir una emoción equivale a suprimirla puesto que puede volver a manifestar síntomas de manera enmascarada que serán superados una vez que reconozcamos y aceptemos sus orígenes. Es siempre más sano aceptar conscientemente las emociones por más intensas que fueran y luego integrarlas y superarlas ordenadamente.
Ciertos esquiadores no exteriorizan sus emociones al esquiar. Estas quedan reprimidas y reaparecen en la actividad psíquica bajo otras formas como ideas fijas, fobias o tendencias persistentes a la distracción.
¡Hasta la próxima!