Las emociones son un predictor de nuestro rendimiento al esquiar. Las investigaciones determinan que las emociones placenteras como la alegría, el deleite, y el placer, en ausencia de las negativas como el miedo y el nerviosismo, colaboran en realzar el rendimiento deportivo.
Si utilizamos esta estrategia de regulación emocional lograremos reducir la intensidad de nuestras emociones negativas, al mismo tiempo que acentuaremos las positivas porque estamos convencidos de que nos ayudará a alcanzar un mejor rendimiento.
Los estudios también demuestran que algunos esquiadores creen que, con emociones como la ansiedad, el enojo, o el miedo pueden realzar sus rendimientos y por lo tanto tienden a intensificarlas; mientras que otros estiman que ese tipo de emociones disminuyen las posibilidades de alcanzar una buena ejecución, por lo que son propensos a disminuir su intensidad.
Muchas de las emociones que se generan al esquiar provienen de experiencias pasadas que se transforman en creencias y actitudes que impactan e interfieren en nuestro rendimiento presente. Con el tiempo, estas actitudes se transforman en hábitos emocionales que provocan automatismos conductuales difíciles de modificar. Esto genera dos situaciones: sentimos que nuestro camino al éxito se ve bloqueado y que no contamos con la capacidad para remover el obstáculo. Por ejemplo, si sentimos que la trayectoria en una pista con nieve recién caída nos está complicando, al principio experimentaremos enojo. Estas emociones pueden ayudarnos, inicialmente, a motivarnos para encontrar la solución, pero si no somos capaces de lograrlo, entonces muy probablemente experimentaremos frustración e impotencia, aceptaremos que no tendremos éxito y dejaremos de intentarlo.
Es admisible sentirnos desilusionados al cometer errores y no poder ejecutar la técnica apropiada en una situación determinada. No solo es aceptable, sino que está bien sentirnos así dado que demostramos que lo que estamos haciendo tiene significado para nosotros y que exhibimos ambición por mejorar. El problema se ve reflejado cuando nos dejamos llevar por las emociones negativas que provoca la autoindefensión, especialmente al castigarnos por los errores cometidos o por no haber sabido encontrar la solución, cuando en realidad deberíamos buscar el porqué de la autoinculpación que excede la falta cometida.
La evaluación de la situación que realizamos determina la emoción que experimentamos. Nuestros estados emocionales dependen de los resultados o logros alcanzados y de las razones que atribuyamos a las causas de esos resultados. La evaluación del resultado, la ejecución, o el rendimiento son considerados subjetivamente como éxitos o como fracasos, produciendo felicidad o tristeza, respectivamente.
Según Donatella Spinelli, profesora de psicobiología, las emociones negativas forman parte del deporte como distractores y antagonistas de la concentración, y como elementos de perturbación indeseables del rendimiento deportivo. Nos afectan tanto física como mentalmente. En lo físico, la dificultad para respirar, el incremento de la tensión muscular, y la pérdida de coordinación llevan a una disminución general de nuestro rendimiento. En lo mental afectan nuestra confianza en alcanzar los objetivos propuestos, perturbando la focalización de la atención, la motivación, y desencadenando frustración.
Distinción entre amenaza emocional y desafío emocional
En la actividad competitiva, la amenaza emocional se relaciona generalmente con la presión por ganar, por lograr un buen resultado, o por alcanzar un mejor lugar en el ranking. Para los atletas pareciera que ganar es lo que importa y fracasar es casi inaceptable, lo cual es emocionalmente amenazante porque, si no gana, se dispara una cadena emocional negativa que inicia con el sentirse dolido por las propias ejecuciones. En cambio, el desafío emocional se asocia a disfrutar la esquiada a pesar de no conseguir los resultados deseados, poniendo énfasis en divertirse y considerar la competición como algo enriquecedor, estimulante, y motivante. Esquiar con esta perspectiva revela que se poseen las habilidades requeridas para la actividad, lo cual genera confianza mediante emociones positivas tales como el entusiasmo, el placer, y la diversión. Además, facilita la focalización de la atención en lo que hay que hacer, alejando los pensamientos negativos.
¡Hasta la próxima!