Por fin la nieve ha llegado de verdad, y parece que esta vez con intención de quedarse. Gran noticia, grandísima noticia, diría yo, pero no para mí (que me alegro un montón) sino de un modo especial para todos los que comen de la nieve. Nuestros cabreos de sofá, nuestros lamentos de fin de semana, y nuestras decepciones cada día sin nieve son una broma de mal gusto comparadas con el sufrimiento real de quienes dependen económicamente de que al copo de turno le de por caer en La Pinilla o no.
Para la gerencia de la Estación, pisteros, remonteros, escuelas, alquileres, hostelería... la nieve es algo más que felicidad. Hay demasiada gente mirando angustiosamente al cielo y al termómetro cuando el tiempo no acompaña como desearíamos muchos; y digo "muchos" y no "todos" porque posiblemente siga habiendo quien desea que llueva agua caliente para que todo se vaya al carajo; pero a estos últimos que les den ("Que la chupen", que diría un famoso pensador ). Somos muchos más los que nos llenamos de satisfacción con cada centímetro de nieve que cae y con cada día que el viento amaina y el sol nos regala una Pinilla soñada. La empatía en este caso es bastante fácil: simplemente hay que pensar que en cada copo está el pan de mucha gente, su bienestar...
...y su futuro.
Por eso me alegro tanto de que nieve.