Día cuatro: Les Houches-Tete Rousse
Soleada mañana. Nos saludan el Dru y la Aiguille Verte...
Nos levantamos sin demasiada prisa ya que el día lo dedicaríamos a ir subiendo tranquilamente para llegar al Refugio de Tete Rousse, salvando en el día un desnivel de 1.000 metros aproximadamente desde la estación del tren cremallera en Mont Lachat (2077 m.) hasta el Refugio de Tete Rousse (3.167 m.). Desde Les Houches cogimos el teleférico que nos dejaría en la estación de Bellevue, que enlazaba con el tren cremallera que venía desde Sant Gervais.
Una vez arriba en la estación de tren de Bellevue pudimos ver como las nubes de los días anteriores iban dejando ver las zonas altas de la montaña, concretamente la mítica Arista de Peuterey.
Nosotros....
Las vistas...
Tras coger el tren llegamos poco después del mediodía a la estación de Mont Lachat...desde allí apenas se apreciaba la ruta de subida que nos quedaba, pero sí unas preciosas vistas al Valle de Chamonix.
Comenzamos el ascenso por una pendiente bastante cómoda, en principio, con unas vistas magníficas.
Dejábamos atrás la estación de Mont Lachat...
Éramos diminutos en aquella inmensidad...
Los kilos de peso, eso sí, hacían la subida bastante dura...
Llegado a un punto de la subida, la cosa se pone algo más peliaguda, con varios pasos de cadena y escaleras de mano. Sería la zona más vertical que nos dejaría en el Refugio de Rognes (2.768 m.), no guardado, en medio de un pedregal de cuidado.
En ese punto, comenzamos a notar un ruido que nos acompañaría en los días siguientes constantemente, los helicópteros que pasaban con frecuencia...
Conforme subíamos, las vistas iban a más...
Ya en Rognes podíamos ver lo que nos quedaba de subida hasta el objetivo del día: Unos 400 metros hasta Tete Rousse. Mientras, podíamos comprobar como más arriba, en la bolera, se apreciaba la nevada caída en días anteriores.
La subida final, algo tediosa, pero con unas bonitas vistas...
Finalmente alcanzamos el pequeño glaciar formado junto al Refugio de Tete Rousse.
Las vistas eran maravillosas, hacia el valle...
Y hacia arriba, la bolera, el espolón y los dos refugios de Gouter, el antiguo y el nuevo que abriría según decían en Septiembre...
Cogimos un par de corraletas y pusimos nuestras tiendas, para dedicar el resto de la tarde a preparar agua, beber, y comer...había empezado nuestro proceso de aclimatación a la altura aunque esta aún no era excesiva, 3110 metros aproximadamente...
Un bonito lugar para cenar desde luego...
Con buenas vistas...
La luna asomaba desde la Aiguille de Peuterey...
Hasta mañana....
Día cinco: Ref. Tete Rousse-Ref. Gouter
El día era, sobre el papel, corto, aunque no resultó exento de dificultades y anécdotas. Hay que decir, que hacer esta etapa extra, suponía una mejor adapatación a la altura aunque agrega horas de espera en altura, para qué negarlo, si bien, con la gente que íbamos era imposible pasarlo mal. Como ventaja añadida estaba que llegaríamos los primeros arriba, asegurándonos sitio en la zona de tiendas lo que en días de mucha afluencia se vuelve dificultoso.
Las dos dificultades del día consistían en el paso de la bolera y la subida de unos 500 metros por el espolón que da acceso al Refugio de Gouter.
La mañana empezó con una mala noticia, ya que uno de los componentes del grupo, Antonio, tras pasar una mala noche, no se sentía bien y decidió bajarse. Tras sopesar las distintas posibilidades, este decidió que tenía fuerzas como para bajar solo y así lo hizo.
Así, salimos en dirección a la Bolera, que no es sino un paso en transversal de un canuto (a veces de roca y a veces de nieve), por donde caen proyectiles en forma de roca que pueden hacer las delicias del que las reciba en su cuerpo.
Así, comenzó la lotería...pasa Pepe...pasa Juan...es mi turno. Tras mirar arriba, empiezo a cruzar y a medio camino oigo algo arriba. Dos piedras no muy grandes bajan dando golpes a lo largo de la bolera. Me agacho y una de ellas pasa francamente cerca. Me levanto y echo a correr. Al otro lado de la bolera veo a mis compañeros más blancos que la nieve y todos, con la típica risilla nerviosa comentamos la jugada.
Así acometimos la subida al espolón. Del mismo puedo decir que es una fácil trepada, la cual está asistida con cables. A nosotros no nos pareció excesivamente dificultosa, si bien, el hecho de que hubiera nevado dos días antes nos complicó y mucho la vida, obligándonos a trepar con los crampones puestos. No obstante, la presencia de los cables daba una seguridad extra.
Tras unas tres horitas, estábamos en el refugio de Gouter. El nuevo, al fondo pendiente de estrenar.
Superado este, nos dirigimos a una zona superior donde se encuentra la zona de tiendas. Aunque las previsiones eran buenas, allí nos encontramos con que del otro lado de la arista entraba un viento fortísimo, que hizo que una de las tiendas nos fuera imposible de montar, además de crearnos la inseguridad de que en caso de empeoramiento del tiempo la misma fuera a aguantar, por lo que decidimos que dos de nosotros probaríamos suerte en el Refugio mientras que los otros dos dormirían en la otra tienda.
En un momento dado, vimos que en la arista se posaba un helicóptero y se llevaba a dos personas. En ese momento no lo comprendimos, pero marcaría un momento de buena suerte para nosotros.
Juan y yo nos dirigimos al refugio donde nos dijeron que no había sitio disponible...Sobre el refugio de Gouter a nivel informativo: Las reservas se hacen con un mínimo de 15 de días de antelación pagando en el momento (imaginaos que uno reserva y paga sin conocer la previsión del tiempo), por lo cual, si no llevas reserva, tienes que dormir en el salón, además de tener que pagar la tarifa completa sin posibilidad de beneficiarte del descuento por tener la Licencia Federativa. Aún así, nos dejaron una pequeña esperanza abierta porque nos dijeron que “igual fallaba alguién”.
Efectivamente, estando sentados en salón mientras comiámos y bebíamos algo, nos dijeron que uno de los montañeros que habíamos visto salir en el helicóptero, había sufrido un fuerte mal de altura y habían tenido que llevárselo por lo que podíamos coger cama (con el descuento, por supuesto) y cena, al ser los primeros en haberla pedido.
Del refugio y los guardas, solo decir que están como una chota, y que el ambiente en general, dista mucho de ser montañero como tal, subiendo mucha gente únicamente a echar la tarde-noche allí, como un grupo de polacos, compañeros de cena que se pimplaron una botella de vino por cabeza e iban más contentos que unas pascuas


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Añadir también que entre la gente que optó por hacer ruta en solo dos días y que por lo general empezaron a llegar poco después de nosotros, muchos de ellos sufrían fuertes dolores de cabeza debido al cambio brusco que supone ponerse en un día en 3.800 m., sin haber aclimatado previamente
A las 19 horas nos acostamos, no sin antes hacer una excursioncita por los alrededores del lugar...
Aunque la normativa del refugio pide silencio a partir de las 20:00 horas, os puedo asegurar que hasta bien entrada la noche allí siguieron los gritos y canciones de los del refugio y nuestros amigos los polacos cantarines( que no tenían intención alguna de subir a cima al día siguiente), por lo que nos sentimos afortunados de no tener que dormir en el salón.
Día 6: Ataque a cumbre
Sin fotos de la subida, que estábamos a otros menesteres ese día.
Tras no dormir mucho, nos levantamos a las 12:30 ya que habíamos quedado a las 01:30 con los compañeros de la tienda. El refugio estaba en silencio y fuimos los primeros en levantarnos, comer algo, hidratarnos, abrigarnos y salir.
La noche estaba clara, estrellada y hacía frio pero nada excesivo. Nos encontramos con los compañeros y decidimos ir encordados los 4. Como digo,o hay fotos de la noche porque no eran las condiciones óptimas, así que intentaré relataros como fue la subida.
Nada más salir de la zona de tiendas, (fuimos el segundo grupo) encarámos la pala de subida al Dome de Gouter, la cual, en frío y a las 2 de la madrugada, he de decir que sentó a cuerno quemado. Fué en las cuestas finales de la misma donde empecé a sentir los efectos de la altura manifestándose en naúseas constantes. Además, y contra lo que anunciaba el pronóstico, nos comenzó a envolver la niebla y un viento racheado empezó a azotarnos con fuerza
Tras coronar el Dome de Gouter (4304 m.), que no se llega a subir del todo, hay una pequeña bajada que te deja al pié del inicio de la ascensión a Les Bosses, la arista de subida a cima, que discurre en constantes subidas y llaneos. Al poco rato de subida, descansamos y bebimos en el Refugio de Vallot (4362 m.) donde Juan me comentó que también tenía dolores de cabeza.
La subida de noche se hizo larga y dura, con la única compañía de la luz del frontal. En el paso por la arista, donde se intuía el abismo que nos rodeaba, este se complicaba por la esporádica pero frecuente presencia del viento, que nos hacía detenernos para agacharnos y evitar ser arrancados de la arista. El tiempo parecía que empeoraba por momentos.
Tras un buen rato subiendo, la oscuridad fue dando paso a una ténue luz, pudiendo ver algo más.
Finalmente, la arista se fue tumbando y, sin verlo venir, nos encontramos allí...era la cima. La cima del Mont Blanc (4.810 m). El sueño de muchos años se había cumplido. Estábamos felices. Era el momento de sacar la cámara y hacernos las fotos para el recuerdo.
Tras hacernos las fotos de rigor, comenzamos la bajada, que allí el frío era intenso. Nos quedaban 2.700 metros de bajada hasta Mont Lachat. Eran las 07:00 de la mañana y no llegaríamos abajo hasta las 16:10 horas, debido a que paramos en el refugio a recoger las cosas, y a que sufrí de fuertes calambres en los últimos 1.000 metros de bajada que ralentizaron bastante el ritmo.
A los pocos metros de iniciar la bajada se nos abrieron las vistas. El Mont Blanc, que no nos dejó apreciar su cima en toda su plenitud, nos hizo un último regalo. El regalo de unas vistas espectaculares con las que nos recompensó todo el sufrimiento de la subida...
Cuando llegamos abajo, Antonio nos esperaba feliz por nuestro éxito, y por la noche brindamos por ello.
Una expedición que nos dejó un gran sabor de boca tanto por la subida, pero sobre todo, por la increíble compañía.
Nos fuimos, pero seguimos soñando con el momento de volver a surcar nuevas rutas allí arriba.
Espero no haber sido muy pesado y que os hayan gustado, tanto el relato, como las fotos.
Un saludo a todos