La Razón Digit@l
Lunes 1 de julio de 2002
Mulhacén, cumbre salvaje
Históricos del alpinismo andaluz suben a la cima más alta de la Península para celebrar el Año Internacional de las Montañas
Históricos y figuras del montañismo andaluz volvieron a calzarse sus botas el pasado fin de semana para ascender una vez más a la cumbre más alta de la Península, el Mulhacén (3.483 m.). El motivo de esta expedición, organizada por Parques Nacionales, era el Año Internacional de las Montañas. Una buena excusa para rememorar viejas batallas en defensa de Sierra Nevada y reivindicar de nuevo unas montañas libres y salvajes.
Clemente Álvarez - Granada.-
«Mulhacén, cumbre salvaje» o «En defensa de una montaña libre y salvaje». Estos fueron los lemas de una de las mayores movilizaciones que han tenido lugar en España por una montaña. Era el año 1993, y el Ejército del Aire planeaba instalar un radar en la misma cima de la cumbre más alta de la Península, en el que es hoy el Parque Nacional de Sierra Nevada (Granada). Sin embargo, la reacción social en contra fue tal que echó por tierra el proyecto.
Casi diez años después, estas consignas siguen estando de actualidad y bien podrían ser los lemas de este Año Internacional de las Montañas. Así, algunos de los montañeros que más activamente se involucraron entonces en aquella protesta, como Lorenzo Arribas, u otros ilustres como el pionero Rafael Pinilla, el historiador Manuel Titos o incluso el primer andaluz en pisar la cima del Everest, Manuel González, no dudaron en calzarse las botas el pasado fin de semana para subir de nuevo al Mulhacén y volver a reivindicar unas montañas libres y salvajes.
La promoción de los enormes valores de estos espacios parece reñido con su conservación, pues es corriente que lleve a la masificación. No obstante, Rafael Pinilla, el primer montañero en escalar la cara norte del Mulhacén en 1966 ¬y la de muchas otras cumbres¬, tiene muy claro que no se pueden poner restricciones de acceso a estos ecosistemas. «Tenemos que tener cuidado de no creernos que la montaña es nuestra, pues como el resto de la naturaleza es de todo el mundo», recalca.
La carretera más alta
Estos montañeros coinciden en que la mejor forma de controlar la subida a estos ecosistemas es justamente preservando su estado natural. Una lección que aprendieron de la construcción en Sierra Nevada en los años sesenta de la carretera más alta de Europa.
«La clave está en alejar los accesos a la montaña. Si te cuesta llegar, lo normal es que las trates con respeto», argumenta Manuel González, que ya prepara el asalto al K-2 para el año que viene.
En Sierra Nevada se hizo todo lo contrario durante buena parte del siglo pasado. Y, según recuerda Manuel Titos, uno de los peores días para el Mulhacén fue aquel de 1974 en el que subió por primera vez un coche hasta su cima. Desde entonces, la marea de automóviles hacia la cumbre fue ya continua.
Afortunadamente, como precisa el director del Parque Nacional, Javier Sánchez, esta carretera está hoy cortada y ya sólo se puede acceder a los tramos más bajos de forma restringida. Aún así, todavía pueden verse con claridad «las heridas» causadas por esta vía en la ascensión a la cima, lo que supone un recordatorio de los tremendos impactos que ha sufrido la que es, no sólo la segunda cordillera más alta de Europa después de los Alpes, sino sobre todo el punto con mayor diversidad biológica de toda la Península.
Titos, el máximo conocedor de la historia de estas montañas, relata que el nombre de Mulhacén proviene del último rey nazarita legítimo, Muley Hassán, del que cuenta la leyenda que pidió ser enterrado en la cima más alta de Granada para que sus enemigos no pisaran su tumba.
Durante mucho tiempo se pensó que la montaña de mayor altitud de la Península era el pico Veleta, y no fue hasta principios del siglo XIX que Simón de Rojas Clemente y Rubio organizó la primera expedición al Mulhacén desde la playa de Castell de Ferro y midió las dos cumbre con extraordinaria precisión.
Unos años después, en 1879, esta montaña fue elegida para llevar a cabo desde su cima el enlace geodésico entre África y Europa. Un hito del que todavía queda hoy testimonio en la cumbre varios refugios derruidos, al lado del pequeño altar de la virgen de las Nieves.
