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Pachielviro
Por lo que veo parece que pocas personas sabían de la afición de Mariano por Sierra Nevada. Me enteré de su muerte casi por casualidad pero cuando sucedió allá por 2008 hablando con un alpinista vasco en mi oficina, hacía años que no sabía de él.
Tuve la fortuna de conocerle a principios de la década de los 80 cuando Mariano frecuentaba Sierra Nevada. Que yo sepa nunca fue monitor de esquí como he leído que alguien pregunta, aunque es posible que me equivoque, Mariano era lo más opuesto que he visto en mi vida a un esquiador de aquellos tiempos. Como yo lo recuerdo era una especie de anacoreta al que simplemente le gustaba vivir a su aire en la montaña.
En aquella época nosotros eramos unos adolescentes entusiastas y ávidos de ascensiones que raro era el fin de semana que no subíamos a Sierra Nevada. La primera vez que vi sus cosas en el refugio de la Laguna de las Yeguas alguien me dijo que se trataba de un “tío muy raro que viene, se instala y vive aquí todo el invierno”
Y así era. Con el tiempo nos conocimos. Él se encajaba en ese refugio a final de octubre o principios de noviembre para aprovechar los primeros porteos sin nieve, tomaba una habitación que los demás respetábamos y allí se quedaba hasta bien entrado el mes de marzo. Así año tras año. Con el tiempo cogimos confianza y nos confesó que aunque sus montañas eran los Picos de Europa no había nieve en toda la península como la de Sierra Nevada, por su dureza y seguridad le encantaba acudir a ella en invierno porque “en picos te hundías hasta la cintura y en Pirineos estaba todo muy lejos”
Lo cierto es que él llegaba a las Yeguas, se instalaba y subía sus víveres a base de porteos con dos mochilas de esas de tubo, de lona, una roja y otra azul quiero recordar, que además eran las típicas de aquellos tiempos. Una la llevaba a la espalda y la otra, sólo un poco más pequeña, al pecho, y así subía lentamente, unas veces desde Pradollano y otras desde los albergues, entonces no había tanto tráfico de esquiadores como ahora. Entre las dos mochilas debían de alcanzar los 50 kilos. Nunca he visto nada igual, era un autentico bestia, no he conocido a nadie tan fuerte en la montaña.
Yo creo que nos cogió cierto cariño. Como eramos tan jóvenes, entusiastas y asiduos nos miraba con carácter paternal y nosotros lo admirábamos.
En realidad era muy difícil que coincidiésemos. La gente hablaba de él pero yo creo que pocos lo conocíamos en Granada, porque no estaba casi nunca en el refugio, se iba a hacer travesías por Sierra Nevada en solitario, y en tantos años y tantos meses seguidos creo que debió convertirse en la persona que mejor haya conocido las altas cumbres de la sierra y que más rutas haya trazado por sus hielos. Nunca decía a nadie adonde iba o en donde había estado aunque alguna vez nos contaba la ruta del día o algo que le había llamado la atención. El secreto de las ascensiones que hizo en nuestra sierra, que yo sepa, se lo llevo con él.
La última vez que lo recuerdo fue en septiembre de 1985, estábamos atravesando el macizo central, desde Fuente Dé hasta Bulnes y al pasar por Cabaña Verónica nos recibió afable como siempre ¡Mariano! Le grite en mi habitual estilo juvenil follonero ¡Hombre Pachi!¿Cómo tú por estas tierras? Estuvimos un rato charlando y quedamos en vernos al invierno siguiente en Sierra Nevada, y creo que así fue, pero con el tiempo dejó de visitarnos y luego, el refugio desapareció.
Pinky me dijo aquel día en Picos“¿como cohones conoces a un tío aquí, en mitad de estas montañas, a tomar por culo?” Yo le dije que la gente de la montaña eramos así. Hay que reconocer que en aquellos años atravesar la península con nuestra economía de estudiante era todo un logro, pero encontrarme con Mariano allí fue uno de los mejores recuerdos que guardo de él y de aquel viaje.
Aunque, como siempre con retraso en mi, comparto estas humildes palabras con vosotros para rendir mi pequeño homenaje a un hombre al que siempre admiré.
Cita
Franeto
Joder, Pachi... me has emocionado, compi. Muchísimas gracias por contar esto. No tenía ni idea de que Mariano fuese un perpetuo asiduo nevadense. Tío, gracias de verdad por tu relato.
Salud.
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