El pasado fin de semana se vieron saltando lágrimas de algunas caras. Una de ellas de la de Lara Gut-Behramí. La corredora suiza tuvo que retirarse a a última hora del Gigante de Soelden. El mismo día de la carrera, y ya con el dorsal en la mano, tuvo que renunciar porque seguía sintiendo dolores en su rodilla después de haberse lesionado unos días atrás mientras entrenaba.
También se le saltaron lágrimas al nuevo canarinho del esquí, el noruego Lucas Pinheiro Braathen que ahora corre bajo los colores del Brasil. El domingo se quedó a solo 20 centésimas del podio del Gigante de Soelden, pero demostró estar en un excelente estado de forma pese a haberse pasado un año sin competir en la Copa del Mundo de esquí alpino.
El podio estuvo copado por tres noruegos. Dos de ellos, Alexander Steen Olsen y Atle Lie McGrath se bajaron abrazarlo. Pinheiro no pudo contener las lágrimas. Desde lo alto observaba la escena Henrik Kristofferson, uno de los corredores más rudos y con menos amigos de la Copa del Mundo.
Y un poco más allá también veían la escena los técnicos de la Federación Austriaca de esquí alpino. El el jefe de velocidad del ÖSV, Sepp Brunner, advertía en una entrevista al Blick que
"Hace unos años creamos una lista de sanciones dentro del equipo que incluía también derramar lágrimas delante de la cámara. Si uno de nosotros se pone a llorar en una entrevista sin que nadie haya muerto, se le castigará con una multa de 50 euros, la misma cantidad que si por ejemplo llegas tarde al entrenamiento o a una reunión del equipo".