El 16 de febrero de 1984, un estadounidense de 23 años llamado Bill Johnson del que nadie sabía apenas nada, se llevó nada menos que la medalla de oro olímpica del Descenso. Suya es la famosa frase "yo he venido a ganar, el resto a pelear por el segundo puesto". Entró en el esquí después de que un juez le diera a elegir entre eso o meterlo entre rejas, harto de que se dedicada a cometer robos de poca monta.
Tras la gesta de Sarajevo apenas logró un par de victorias más en la Copa del Mundo. Se retiró tan solo cuatro años después de su oro (arruinado y en muy mal estado de forma), hasta que a los 40 años se le iluminó la cabeza y decidió que tenía que regresar a la alta competición. Un terrible accidente mientras entrenaba le apagó la idea de repente. Desde entonces se pasó su vida entre la silla de ruedas y tratamientos médicos hasta que falleció a los 55 años.

Esta semana la leyenda del esquí, el austriaco Franz Klammer, explicaba en una entrevista a un medio de su país, que esperaba no ver una situación similar con el anuncio del regreso de Lindsey Vonn. Aunque como casi todo el mundo que sigue la Copa del Mundo está expectante por saber qué es lo que va a hacer realmente la esquiadora norteamericana (la FIS mantiene su ficha como 'no activa'), aseguró que bajarse a toda velocidad una pista del 'circo blanco' no es poca broma, y que este asunto le recordaba a Bill Johnson, quién también quiso volver a los 40 años.
El excorredor austriaco fue uno de los que compitió en el Descenso en que Bill Johnson se llevó el oro olímpico. Eso le permitió conocerle bien y fraguar una amistad que se mantuvo tras su retirada. Cuando el norteamericano tuvo el terrible accidente a más de 100 km/h, le ayudó a través de su Fundación a recaudar fondos con el que sufragar los gastos médicos del norteamericano, que en ese momento se encontraba en una grave situación económica (razón por la que quería regresar) en un país donde la sanidad se la paga cada uno.
La Franz Klammer Foundation ayuda actualmente a otros deportistas a superar sus gastos médicos y tratamientos hospitalarios.
Por esta razón conoce bien las lesiones de los esquiadores y por eso se atreve a asegurar que que "Si realmente hace esto con una rodilla rota y una prótesis, no se divertirá". Sin embargo, añade que le desea buena suerte y espera que no sufra daños más graves.
Klammer, en cambio, opina diferente sobre el regreso a la competición de Marcel Hirscher a sus 35 años. Confía en que logrará un buen resultado si participa en el Slalom Gigante gigante el próximo fin de semana en Solden (Austria). El austriaco cree que se clasificará por poco para la segunda manga. "Entonces tendrá un gran número de dorsal y podrá situarse entre los 10 primeros".
En términos generales, el Klammer no entiende estos regresos. Cree que cada uno debería decidir por sí mismo, pero “no es lo mío”, afirma. Y precisa con un guiño: “Seguramente no volveré”.
