Jean-Yves Fournier, médico jefe del departamento de neurocirugía del centro hospitalario Valais Romand, y Dominique Pioletti, director del Laboratorio de Ortopedia Biomecánica del Instituto Federal de Tecnología EPFL de Suiza, acudieron este pasado jueves al programa CQFD de divulgación científica que cada semana emite el canal de la Radio Televisión Suiza (RTS).
Allí estuvieron debatiendo sobre varios asuntos acerca de la tecnología actual para garantizar la seguridad en los deportes. Y entre otras cosas se llegó a la conclusión que los actuales cascos de esquí ya no protegen correctamente a los usuarios.
Hasta 1990 el uso del casco en el esquí apenas existía como producto de consumo pese a que ya era ampliamente usado por ciclistas o escaladores. Pero el aumento de la velocidad y el tipo de nieve de las pistas hizo incrementar los accidentes en que el cráneo se veia afectado. Hasta entonces solo los corredores de Copa del Mundo de esquí de la disciplina de Descenso estaban obligados a llevarlo, mientras que los de Slalom los usaban principalmente para proteger las gafas del impacto con las puertas que saltaban al paso.
En algún momento de la década de los'90 se decidió empezar a introducirlo en el esquí. Para establecer una normativa standard, los fabricantes se fijaron en los cascos de ciclismo que en Estados Unidos ya tenía una Ley de cumplimiento obligatorio. Pero en aquella época las pistas no se pisaban como ahora y casi todo era nieve natural, lo que hacía que el esquí fuera un deporte lento en el que apenas se alcanzaba los 25 a 30km/h. La introducción del carving hizo que casi cualquier aficionado puede alcanzar fácilmente los 45 km/h.
Además de la velocidad, ambos especialistas aseguraron en el programa CQFD, que las pistas ahora son más duras que antes. Que el pisado de los trazados, además de hacerse más a conciencia, se hace trabajando sobre nieve producida mediante maquinaria y que suele tener menos aire que la que cae de manera natural. Y no es lo mismo caerse al suelo mientras haces freeride que ya dentro de los límites marcados.
En Europa se aprobó en 2008 la normativa EN1077 y en 2012 se ratificó con la EN812, algo más estricta y a la cual se sumó en Estados Unidos la Snowports Idustries of America (SIA). En 2018 se mejoró con una regulación más estricta, la ASTM 2040, pero actualmente no todas las marcas (aunque cada vez más) la cumplen o solo la tienen para modelos de alta gama pese a que en teoría ésta última debería anular las otras dos.
Aún así, ambos expertos quisieron dejar claro que los cascos que se están vendiendo en la actualidad protegen en la mayoría de los accidentes graves, pero que hay que actualizarlos. Es más, ya están trabajando sobre un nuevo tipo de casco para adaptarse a las nuevas condiciones del esquí actual.
Dominique Pioletti aseguró que los cascos actuales están diseñados para protegerse de posibles fracturas en el cráneo, pero que ahora hay que garantizar también el cerebro porque el impacto, la parada repentina por colisión, se hace a mayor velocidad.
"Imaginemos que el huevo es nuestra cabeza. La cáscara sería el hueso. Y la yema y la clara serían el cerebro. Si se gira el huevo rápidamente, la yema y la clara también girarán, pero no a la misma velocidad. En la interfase entre la yema y la clara, habrá cizallamiento.
Esto es lo que sucede durante una rotación rápida del cerebro después de un choque: habrá una especie de desgarro de las neuronas”.
Ambos investigadores afirman que ya se están estudiando materiales que minimicen este efecto de rotación, y los primeros prototipos de cascos de esquí que incluyan este aspecto deberían probarse dentro de tres o cuatro años. Pero, al mismo tiempo, también debería revisarse las normas de protección de estos elementos de protección.
Jean-Yves Fournier también cree que los cascos no han evolucionado tan rápido como el equipamiento, sobre todo con el cambio en la calidad de la nieve. A la espera de modelos más adecuados, el especialista recuerda que no hay que renunciar al uso del casco porque sigue protegiendo contra lesiones graves.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que aunque los accidentes cranoencefálicos son los que más 'ruido' hacen en los medios, son los que menos se producen. La mayoría son laceraciones, rasguños o algún brazo roto. Aunque sí protegen también de los que quieren bajar la barra del telesilla sin mirar si alguno de sus compañeros de viaje ya están correctamente sentados en el telesilla.
