Martí Rafel, director general de Vallnord lo explica perfectamente con una frase que todos los esquiadores deberían tener en cuenta antes de salirse de las zonas balizadas: "Las pistas de la estación son el parque de atracciones. Pero dos metros fuera del perímetro estamos en la alta montaña". Y la alta montaña, en invierno, no se anda con tonterías.
La nieve virgen no tiene nada que ver con la pisada. De entrada, lo de "virgen" no debería llamar a engaño porque su realidad es más parecida a la de las sirenas. Y ya sabemos que esos seres mitológicos buscaban que los marineros se ahogasen en el mar hipnotizados por sus irrestibles melodías. Debajo de ese manto blanco que engalana la montaña en invierno podemos encontrarnos mil trampas, desde nieve inestable, rocas y ramas semiocultas o totalmente ocultas, agujeros y grietas. Porque los aludes no son ni el único, ni el mayor riesgo. Rafel explica que
En una estación de esquí, todos los riesgos se reducen al mínimo. Las pistas se limpian, se señalizan, se descargan las laderas cercanas de acumulaciones peligrosas de nieve… Y aún así, hay accidentes. El último, estas navidades en el dominio de Grandvalira, donde una joven decidió esquiar por una pista negra cerrada con un par de amigos y les sorprendió una avalancha que para ella resultó mortal. Todo por comenzar con ese primer contacto con la nieve virgen que suele consistir en realizar pequeñas incursiones dentro del propio perímetro de la estación pero en zonas cerradas o sin pisar. Exactamente en sitios como en el que Schumacher ha tenido la caída que le mantiene en estado muy grave.
En la montaña, la nieve es cualquier cosa menos homogénea. Si no lo es en una estación, imagínese los tipos de nieve que nos podemos encontrar en plena montaña. Y cada uno exige su técnica. No es lo mismo descender por nieve polvo, que por nieve venteada, que por nieve costra, que por nieve dura, que por casi hielo, o por hielo sin más, donde habrá que usar las cuchillas o los crampones. Además, hay que saber exactamente qué queremos hacer, no exige el mismo nivel físico el Freeride, donde buscamos fundamentalmente la nieve polvo y descensos espectaculares, y lo de menos es cómo lleguemos a ese paraíso, que el Backcountry y sus trayectos por montañas no muy escarpadas y de pendientes suaves, o el esquí de travesía, de largos recorridos con pieles de foca hasta las cumbres, y descensos igualmente intensos.
Pese a todo, es incuestionable el atractivo de deslizarse por zonas que nadie ha pisado. Pero lo mejor es comenzar haciendo las cosas bien desde el principio. Si la montaña en estado puro te atrae, empieza aprendiendo por lo básico. En muchas estaciones de esquí hay cursos de Freeride y Backcountry en las que aprender lo básico sobre el estado de la nieve, progresión en montaña, seguridad y descensos. Martí Rafel es de los que entiende la atracción del fuera de pista y prefiere ofrecer toda la información posible a quienes quieran iniciarse en este tipo de esquí que prohibirlo.
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