El siguiente paso dependerá de la financiación, pero Verdaguer espera que el prometedor material pueda experimentarse en breve, es decir, que se ensaye en una pista de esquí auténtica. «La estaciones con las que hemos hablado se han mostrado muy interesadas», dice. Las nanopartículas desarrolladas por el CIN2 se añadirían a los depósitos de agua líquida que abastecen los cañones de innivación artificial, tan comunes en las pistas. «En dos años podrían estar listas», insiste.
Las dimensiones que barajan los científicos impresionan. Por ejemplo, se considera que una partícula es nano cuando mide menos de 100 nanómetros. Y un milímetro tiene un millón de nanómetros.
Lo que sucede en la naturaleza
Verdaguer y su equipo imitan en cierta manera el proceso natural que acontece en la atmósfera. Para la formación de nieve, explica, es necesaria la presencia de micropartículas en las que las gotas de agua de las nubes puedan agarrarse e iniciar el proceso de nucleación, la formación de pequeños cristales de hielo. «El agua pura puede mantenerse líquida hasta una temperatura de -40o», prosigue, por lo que la presencia de polvo y otras partículas es una ayuda inigualable. De hecho, cuando se riegan las nubes con aviones o cañones de yoduro de plata, un método muy cuestionado, lo que se intenta justamente es reproducir el proceso.
El material desarrollado está formado por una molécula muy habitual, generalmente silicatos presentes en la arena, y un recubrimiento con nanopartículas que le confiere una propiedad que parece milagrosa. Cuando las gotas de agua entran en contacto con la superficie, tienden a situarse en una posición determinada que les lleva a congelarse. No importa la temperatura ambiental. Experimentalmente, usando fluoruro de bario, se ha llegado incluso a producir nieve a 25ºC. Con posterioridad, se forma una reacción en cadena y las gotas de agua se agregan una tras otra en formas tridimensionales. «No se necesitaría una gran cantidad de nanopartículas», precisa Verdaguer.
El producto, prosigue el nanotecnólogo, reduce los requisitos térmicos (no precisa tanto frío para que se forme la nieve), un detalle nada baladí teniendo en cuenta las previsiones del cambio climático. Además, si los cañones son capaces de fabricar nieve a una temperatura de -2ºC o incluso -1ºC, en lugar de los -4ºc o -5ºc de la actualidad, es obvio que la temporada de esquí podría alargarse varias semanas. Teóricamente podría lograrse nieve a temperaturas positivas, repite Verdaguer, pero sería una tontería porque no duraría nada.
Estructura impecable
La segunda gran mejora atañe a la estructura de la nieve, idéntica a la de la nieve natural. Los cañones no fabrican copos, sino microcristales de hielo. No es tan esponjosa, sino más compacta. «Los esquiadores experimentados lo distinguen fácilmente», dice.
Lo que el CIN2 ha logrado experimentalmente con micro y nanopartículas no es una novedad. En el mercado ya existe un aditivo comercial a base de unas bacterias, Pseudomonas syringae, que tienen la particularidad natural de acelerar la formación de hielo y nieve. Para evitar problemas, las poblaciones bacterianas han sido inertizadas, pero de tal manera que mantienen sus propiedades nucleadoras. Funcionan muy bien, dice Verdaguer. De hecho, se emplean con profusión en EEUU, Francia, Suiza e Italia. Sin embargo, no están exentas de críticas. Aunque las pruebas nunca han sido concluyentes, se teme que puedan avanzar por los cursos de agua y llegar hasta los cultivos y el ganado.
